Legado de Amor:
El impacto de las familias en el mundo
Tarcila Colombia Quishpi Velarde es psicóloga, magíster en Neuropsicología y profesora especialista en niños, adolescentes, jóvenes y familias.
La lluvia cae y viene ese olor a tierra mojada que te lleva a recordar tu casa, tu familia, tu niñez, tus travesuras y ese lugar llamado hogar con habitantes muy curiosos, traviesos, inquietos, preguntones y, en ocasiones, peleones.
Recuerdo cuando de niña, caminando por las calles polvorientas de mi amado pueblo, observaba las cabañas de caña, de madera, unas más bonitas que otras, pero todas tenían algo en común; las madres, unas limpiando el rostro sucio de sus niños, otras peinando sus cabellos enredados y alborotados, otras curando una herida en la rodilla lastimada por el juego, ya sea en la calle, en el árbol, en el toldo que servía de circo o en el río para jugar al capitán manda, todos en fila india cumplían la misión para luego correr como hábiles y escurridizos nadadores coqueteando con los huéspedes del agua que estaban demasiado tiempo quietos, se unían al ritmo de la danza de los bulliciosos visitantes que solo buscaban refrescar sus cuerpos del calor abrazador.
Cuando los inquietos muchachitos, como se nos decía en ese entonces, regresaban a la casa, también llegaba el padre cumpliendo su jornada de trabajo para escuchar la letanía de la cansada madre poniéndolo al día de las travesuras de sus hijos. Miradas cómplices de los hermanos, conversaciones largas alrededor de la mesa, el bullicio se escucha del otro lado, mientras el hermano le roba la presa del plato a su compañero de puesto porque se descuidó. “Mami mira José… me quitó”, “¡No hagas eso! Te dije que hay que respetar…” Siguen las risas, las interrupciones al hablar, se escucha que papá con voz grave dice: “¡Basta! ¿Donde está el respeto en la mesa? No es lugar para pelear…”
En el plato solo hay papas, huevos, frijoles, queso y tal vez algo más, no hay abundancia, pero sobra el amor, la compañía, la sobremesa con largas conversaciones, ese aire de hogar con olor a comida casera y saber que cuando llegabas a casa estaba mamá, lista para remendar, limpiar, regañar o cocinar esa sopita rica de fideos con queso, que, por cierto, no hay una más rica que la de mamá. ¿Cuánta nostalgia hay ahora?
Ahora, hay casas bonitas, departamentos con balcones y grandes ventanas, las ciudades tienen otra dinámica, hay aparatos electrónicos que brindan cierta comodidad a las familias. Ya no se camina, ya no se juega en las calles, ya no hay ese ruido de carcajadas, risas y miradas con las caritas y las manos sucias, ya no hay los juegos llenos de creatividad, cualquier cosa era buena para distraerse.
Ahora las calles descansan de los huéspedes traviesos porque están encerrados, solos en sus casas acompañados de la computadora, el teléfono y el televisor, que también se siente viejo y obsoleto, ya no es tan divertido como antes.
Los hijos hoy están más solos que nunca, mamá ya no es la figura de antes, papá está ocupado y no tiene tiempo para ellos. Ambos trabajan fuera del hogar, llegan tarde a realizar tareas para ponerse al día y no tienen tiempo para conversar con los niños. No hay tiempo para escuchar sus historias, sus inquietudes, sus miedos, sus sueños y frustraciones. Esta generación no sabe lidiar con las emociones, no saben qué hacer cuando están frustrados, han perdido la atención en las cosas simples de la vida, no tienen imaginación, ni creatividad para construir sus propios sueños. Solo existe el ahora, la inmediatez, lo quiero, lo necesito ya. Han aprendido a comunicarse con los que están lejos, pero no saben cómo comunicarse con los que están cerca y menos expresar sus sentimientos.
Se necesitan padres que estén presentes, de padres que cumplan el rol que Dios estipuló en su palabra. Se necesitan familias que sean ese puerto seguro en donde los hijos pueden anclar sin miedo a ser rechazados si se equivocan, ese lugar donde pueden crecer y sentirse amados, comprendidos, deseados y donde sienten que verdaderamente son lo más importante en la vida de sus padres.
Dios estableció la familia como la unión de un hombre y una mujer
En Génesis 2:24 se nos dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Esta unión es sagrada y está destinada a ser duradera, basada en el amor y el compromiso mutuo. En donde los frutos de esa unión son la continuación de lo que es la familia como núcleo de la sociedad.
La familia es un regalo precioso que debemos valorar, ya que es un proyecto divino al que Dios mismo se ha comprometido para asegurar el éxito de sus integrantes. La familia fue diseñada y creada con el propósito de reflejar al mundo y al universo el carácter de Dios, para que de esa forma conozcan los destellos de amor y la misericordia del Creador de todas las cosas. Cuando Satanás hizo caer a la primera pareja en el Edén, con el pecado de la desobediencia a sus indicaciones, Dios apareció para restaurar, corregir y devolvernos esa dignidad a través de su amado hijo Jesús; quién vino para salvar a todas las familias, porque él quiere vivir por la eternidad con todos los miembros que forman ese conjunto llamado familia. Jesús conoce la dinámica de la familia, ya que él fue parte de ella cuando estuvo en la tierra y es abogado intercesor ante el Padre cuando una madre, un padre, un hijo/a acuden a él en busca de perdón.
El pecado hirió a Adán y a Eva, desde entonces los seres humanos siguen lastimándose de generación en generación hasta el día de hoy. No hay familias perfectas, lo que hay es un Dios perfecto trabajando con familias imperfectas para que alcancen esa atmosfera de paz, tranquilidad, comunicación, armonía y seguridad en medio de un conflicto que se extiende por todas las regiones del mundo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se hicieron cargo del daño que causó Satanás. Ellos no dejaron abandonada a la familia ni a la raza humana. Al contrario, se hicieron cargo, se acercaron, y Jesús tomó la culpa de la caída del hombre en el pecado interactuando en el día a día con las actividades de las familias, porque él tiene el poder para resolver las dificultades familiares, para cambiar los patrones mentales, esa forma de pensar que hace que las conductas se repitan una y otra vez hiriendo a los más cercanos. Por eso, es hermoso observar que Dios no abandonó su proyecto, sino que está dispuesto a cuidar y dirigir cada detalle siempre y cuando se lo permitan. El propósito de Dios es que esposo y esposa reflejen su imagen a través de sus acciones porque son los representantes de su amor para con sus hijos. Cada madre y cada padre pertenecen a Dios, por lo consiguiente, también los hijos.
La Biblia no habla de fracasos. Ella siempre habla de la victoria en Jesús y el Espíritu Santo como maestros y guías en este momento crucial de la historia en donde se pueden apreciar familias desmembradas, heridas, familias que sufren lejos del ideal que Dios planificó para este maravilloso proyecto; en el cual cada miembro disfrutaría de la calidez y el amor que brindarían los progenitores a sus descendientes; y estos a la vez manifestarían respeto y obediencia a sus padres para tener la bendición de una vida larga y llena de los regalos preciosos de la promesa de honrar y respetar a los padres.
Nunca es tarde para volver al principio, para abrazar las instrucciones que Dios dejó en la Biblia para los integrantes de la familia. Dios, a través del Espíritu Santo, quiere enseñar sobre la santidad, la hermosura y el amor que hay en su palabra que manifiesta su amor para cada hombre y mujer que lo busca de corazón. Entonces, cuando él vuelva por segunda vez, vendrá a buscar a las familias que creyeron y vivieron de acuerdo con sus principios. Dios quiere la salvación de todos. No importa quién seas, no importa tu condición, ni tu nivel de estudios, ni si pecaste poco o mucho. Dios quiere construir y fortalecer a tu familia con los valores y principios que se establecieron al inicio y que perduran hasta la actualidad.
Él te espera y te extiende sus manos para abrazarte, secarte las lágrimas que has derramado por tu hijo. Él te espera para darte la victoria con tus hijos, con tu esposo, para que reflejen el amor de un Dios que ama hasta el infinito y perdona los errores y pecados cuando hay arrepentimiento. El sol sale cada día para desplegar los rayos con la finalidad de dar calor, vida, luz y alegría a los habitantes de la tierra, aunque las nubes lo tapen él está ahí; así está Dios cada día esperando por ti. ¿Lo dejarás esperando? Anda, camina, él tiene la solución para el dolor y la angustia que sientes por ese hijo/a que está lejos, él tiene las instrucciones para que tu familia sea un pedazo de cielo en esta Tierra oscura, fría y mal oliente por el pecado, él tiene la solución para restaurar completamente a las familias con los roles establecidos para el padre, madre e hijos. Un lugar en donde la salud emocional y física de cada uno de los integrantes de las familias será resultado de relaciones sanas. Un día los miembros de las familias se darán un abrazo fuerte, sin fronteras, en donde no habrá llanto, peleas, dolor, enemistades, malentendidos, ni heridas, porque estarán en la casa del Padre Dios con la gran familia celestial.
Ahora tienes un apellido y nombre a quién representar, el mundo necesita de familias que muestren el verdadero propósito de Dios al establecer el proyecto de la familia en la Tierra. Familias que se conviertan en faros que alumbren las noches tenebrosas que las cobijan y lleven la esperanza de la Palabra de Dios para salvación de sus miembros. Rescatemos a las familias para Cristo.
REFERENCIAS
ÉXODO. LOS DIEZ MANDAMIENTOS (p. página 72). (1960). Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
Antigua Versión de Casidoro de Reina (1960). La Biblia. Casa editora Sudamericana, Buenos Aires, Argentina.
White, E. G. (2007) El Hogar Cristiano. Asociación Casa Editora Sudamericana.
Dobson, J. C (2005) Amor para toda la vida. Publisher Grupo Nelson