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La Iglesia y las manifestaciones populares

rasil vive momentos delicados y complejos con la ola de manifestaciones que recorre todo el país. Entre muchos actos pacíficos, hubo registro de violencia en confrontaciones entre manifestantes y policías, y actos de vandalismo en varias ciudades.


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Brasil vive momentos delicados y complejos con la ola de manifestaciones que recorre todo el país. Entre muchos actos pacíficos, hubo registro de violencia en confrontaciones entre manifestantes y policías, y actos de vandalismo en varias ciudades.

Ante ese cuadro complejo, la pregunta que más escuché en estos últimos días es:  ¿Los adventistas deben involucrarse en esas manifestaciones? ¿Los pastores adventistas deben salir a las calles y hacer eco a las protestas?

Más que multiplicar palabras humanas o razonamientos dejemos que una cita inspirada de la escritora Elena de White clarifique algunos puntos:

“El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrupto y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos, extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el corazón”(El Deseado de todas las gentes, p. 470).

Como iglesia respetamos las reivindicaciones porque nosotros hemos salido a las calles para defender ideales, como el proyecto Rompiendo el Silencio, contra el alcohol, el humo y las drogas y en defensa de la libertad religiosa. Salimos con los jóvenes en el proyecto Misión Caleb para donar sangre como una manera de llamar la atención de la sociedad para el bien.

No está mal defender ideales e ideas y todos tienen el derecho de manifestarse libremente, según lo expresa la propia Constitución Brasileña. Como Iglesia, sin embargo, alertamos que en esas manifestaciones existen personas con intenciones equivocadas que no combinan con nuestros pensamientos y principios cristianos. Mucho más que reivindicar, nuestra misión es proclamar.

Como cristianos, fuimos llamados para ser una influencia en el mundo y debemos continuar haciéndolo a través del amor, donándonos y desgastándonos por el bien de la comunidad.

A continuación, Elena de White dice:  “No por las decisiones de los tribunales o los consejos o asambleas legislativas, ni por el patrocinio de los grandes del mundo, ha de establecerse el reino de Cristo, sino por la implantación de la naturaleza de Cristo en la humanidad por medio de la obra del Espíritu Santo. ‘Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre: los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios”Juan 1:12,13. En esto consiste el único poder capaz de elevar a la humanidad. Y el agente humano que ha de cumplir esta obra es la enseñanza y la práctica de la Palabra de Dios”(ibíd., p. 471).

Como adventistas estamos en este mundo con un mensaje especial que es preparar un pueblo para el encuentro con el Señor. Creemos que nuestra fuerza no debe estar en las manifestaciones por justicia, sino en anunciar el regreso del Señor Jesús, la causa verdadera.

La Biblia es nuestra guía segura siempre. En el libro de Hebreos 11:16 está escrito: “Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”.

Los sueños de los sudamericanos, el sueño de los brasileños, el sueño de los europeos, todos quiere una patria mejor. Y existe. La ciudad de Dios, la patria celestial. Mientras no estamos en ella, según Romanos 13, dediquemos tiempo para orar por las autoridades y para que el evangelio continúe siendo anunciado con toda la fuerza.

Recuerde siempre: “Creed en el Señor vuestro Dios y estaréis seguros”(2º Crónicas 20:20).

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