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“¿Frutos del mar?”

Los frutos del mar, además de no ser frutas, tienen un nivel alto de contaminación, y no es solo por las cloacas.


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Dr. Hildemar Santos

Como ustedes todos saben, las frutas contienen varias sustancias que previenen el cáncer y las enfermedades del corazón. Y parece que cuanto más chicas sean, mejor. Las frutas pequeñas como frutillas, moras, cerezas, uvas, contienen una concentración de antioxidantes más alta que cualquier otro alimento. Esta sustancia previene la vejez, además de aumentar la calidad de vida. Lo más extraordinario sobre estas frutitas es que, debido a estos antioxidantes, producen una gran protección al cerebro, aumentan la memoria y activan gran parte de los procesos cerebrales. No es para menos que en los Estados Unidos se esté estudiando la aplicación de arándanos en la enfermedad de Alzheimer.

Por otro lado, los “frutos del mar” ya no gozan de la misma reputación. En verdad, estos “frutos” no son frutas y ni siquiera alimentos de origen vegetal. Frutos del mar son los animales como el camarón, la langosta, el cangrejo y otros bichos de la misma línea que, en general, viven en el fondo de los océanos. Aquí en Asia las personas comen esto como si fuesen “bananas”. Es común en las calles de Hong Kong encontrar pequeños restaurantes que venden patas de pulpo asadas y pinchadas en palitos. Como la mayoría de los océanos están contaminados, existe un gran riesgo de contaminación como consecuencia del consumo de estos “frutos” como alimento.

Es común observar a las personas que presentan síntomas digestivos y en la piel después de comer camarones. Si piensa bien donde se pescan los camarones, tengo la seguridad que no estarán más en su mesa. Y para ilustrarlo voy a relatar una experiencia que sucedió con mi amigo Ávila, quien vive en California.

Un día, una señora llamó por teléfono a Ávila y lo invitó a una cena. El menú era sopa de camarón. Como Ávila es vegetariano por muchos años (además, hoy tiene más de ochenta años), rechazó la invitación diciéndole a la señora que él no comía camarones. ¿Por qué?, preguntó la señora. El hombre respondió: Señora, ¿usted sabe dónde pescan los camarones rojos aquí en el sur de California? Y como la señora no sabía, Ávila continuó diciéndole que era en Los Ángeles, en el mar donde desembocan las cloacas de la ciudad. La señora no le creyó, y  él le insistió que hiciera una investigación y le preguntara al vendedor de camarones dónde los pescaban.  Después de una semana la señora lo volvió a llamar a Ávila para cenar, solo que esta vez el menú era sopa de vegetales. Ella había confirmado el hecho con el vendedor de camarones y nunca más entró un camarón en su casa.

Otra historia fue la del hermano de un colega mío. Él viajó a México, específicamente a la llamada Barra de California. Y con unos amigos fueron a pescar en el lugar, felices durante algunos días. El último día fueron hasta un restaurante y el muchacho comió un plato especial de langosta fresca pescada allí en la Barra. En pocos días el hombre comenzó a sentir dolores de estómago, fiebre, y malestar. En el hospital le diagnosticaron Hepatitis tipo A, entró en coma hepático y casi murió. Según la evaluación médica la contaminación fue por medio de la langosta que vive en las aguas contaminadas por los desechos de las ciudades ribereñas de la Barra de California.

Mi amigo, nunca confunda frutas con frutos, y prefiera siempre las frutas de los árboles o arbustos. Los frutos del mar, además de no ser frutas, tienen un nivel alto de contaminación, y no es solo por las cloacas. Existe el riesgo de pesticidas, mercurio, plomo y otros metales que por causa de la contaminación se depositan en el fondo de los mares.

La próxima vez que alguien le ofrezca camarón, por favor, dele el teléfono de Ávida, y le garantizo que ¡el menú cambiará ligerito!

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