Ministerio Personal

Blog

Una visión para la iglesia

Preparar discípulos maduros es el ideal de Dios para todos los que forman parte de su pueblo. A fin de cuentas, él no desea recibir solo miembros bautizados o registrados en una iglesia, sino discípulos que desarrollen una vida plena y productiva en la tierra y se conviertan en ciudadanos del reino de los cielos. […]


  • Compartir:

iglesiaPreparar discípulos maduros es el ideal de Dios para todos los que forman parte de su pueblo. A fin de cuentas, él no desea recibir solo miembros bautizados o registrados en una iglesia, sino discípulos que desarrollen una vida plena y productiva en la tierra y se conviertan en ciudadanos del reino de los cielos. Esa visión del discipulado es confirmada en las más de 250 veces que se menciona la palabra “discípulo” en el Nuevo Testamento, siempre refiriéndose al compromiso de ser como el Maestro (Mat. 10:25; Luc. 6:40).

Cuando una persona comprende el valor de ser un discípulo y está dispuesta a pagar el precio del discipulado, entiende que fue establecido un modelo de vida diferente en la “Gran comisión” que Jesús dejó a su pueblo, pues “el primer objetivo que él definió para la iglesia fue usar su poder y su autoridad abarcantes para hacer discípulos, sin tomar en cuenta las distinciones étnicas: de todas las ‘naciones’ (Mat. 28:29)” (Dalas Willard, A grande omissão: as dramáticas consequências de ser cristão sem se tornar discípulo, Mundo Cristão, pp. 18, 19).
Por otro lado, ¡las corrientes históricas nos conducen hacia un gran peligro! Una vez que no hacemos discípulos de nuestros convertidos, corremos el riesgo de practicar la “Gran omisión”, en lugar de la “Gran comisión”. Esta es una realidad preocupante, confirmada por la evasión y la fragilidad espiritual de nuestros miembros. John Wesley, el gran predicador del siglo XVIII, ya decía que “la iglesia no cambia el mundo cuando genera convertidos, sino cuando genera discípulos” (Pequenos grupos, grandes soluções, p. 59).
Rescatar el concepto y la filosofía del discipulado no es una opción para la Iglesia Adventista del Séptimo Día de hoy. ¡Es una necesidad! Las iglesias saludables dan prioridad a su proceso de discipulado, y lo hacen de manera sencilla. “Teniendo en mente este objetivo, Jesús utilizó una forma de enseñanza a sus discípulos que enfatizaba el método práctico. Los instruyó didácticamente y con su propio ejemplo. Así, Jesús se convirtió en “el contenido, el maestro, el ambiente y la verdad visible…” (Valberto Cruz e Fabiana Ramos, Pequenos grupos: para a igreja crescer integralmente, p. 33).
¡La iglesia necesita de esta visión para crecer mucho y bien! ¡La visión de un proceso discipulador que permea la vida de la propia iglesia y que la haga crecer feliz y saludable! Un proceso que conduzca a cada uno de sus miembros y nuevos conversos de un nivel inicial hacia la madurez y la productividad, haciendo que disminuya el número de espectadores y aumente el de productores. A fin de cuentas, ser productivo es una de las verdaderas pruebas del discipulado cristiano: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8).
Este es un concepto sencillo y revolucionario. Si alguien entiende de sencillez es Jesús. En su libro Iglesia sencilla, Thom Rainer y Eric Geiger afirman que Jesús entró en un escenario religioso complicado y contaminado. Estaba obstruido por las diversas facciones del judaísmo (saduceos, fariseos, herodianos, celotes y esenios), hasta el punto de desarrollar un sistema religioso con 613 leyes. Eran 248 mandamientos positivos, según la visión de ellos uno para cada parte del cuerpo humano, y 365 mandamientos negativos, uno para cada día del año. Jesús entró en escena y convirtió lo complejo en algo sencillo, presentando el meollo de la ley en dos mandamientos: amar a Dios y al prójimo (Mat. 22:37-40). Con esto, el Señor Jesús no estaba rebajando la norma o aboliendo la ley; estaba presentando su esencia en una única declaración sencilla. Esta era una característica de Cristo: ser sencillo y prudente (Mat. 10:16).
Por eso, su declaración para la iglesia estaba siendo instituida, y para la iglesia de hoy fue y continúa siendo una sola: “Hagan discípulos”. Apenas una declaración, sencilla y poderosa, capaz de transmitir poder y la permanente compañía celestial.
¡Regresar al modelo radical de hacer discípulos es urgente! Necesitamos dejar de crear consumidores o personas que entran en la iglesia y permanecen desconectados por no entender nunca su papel en el cuerpo de Cristo. Debemos dejar en claro que nuestro desafío es ganar el mayor número posible de personas, pero insistir en que nuestra tarea no termina en el bautisterio. Hacer discípulos de la esperanza debe ser nuestro objetivo principal.
Ahora es el momento de motivar a la iglesia a avanzar unida en sus grandes movimientos y, especialmente, junto a las grandes ciudades, pero necesitamos enfatizar un proceso discipulador sencillo, que lleve a cada adventista en Sudamérica a buscar el discipulado como su gran estilo de vida. Un proceso que incluya a la iglesia un todo, llevando a sus áreas y sus ministerios a enfatizar el discipulado como el principio de nuestras acciones.
Vamos a usar las tres palabras que expresan la visión de una iglesia discipuladora: comunión, relaciones y misión. En verdad, están interconectadas y son inseparables. Serán los pasos de nuestra jornada en producir discípulos de la esperanza. Con estas palabras esenciales, queremos que cada adventista en Sudamérica comprenda que:
1. Comunión significa dedicar la primera hora para estar en la presencia de Dios;
2. Relación incluye la participación en un ambiente de comunidad dentro de un Grupo pequeño;
3. Misión lleva al compromiso de testificar a alguien, de acuerdo con los dones espirituales.
Para cada paso de esta jornada discipuladora, se desarrollarán diferentes acciones que puedan traer como resultado nuestro objetivo principal de hacer discípulos saludables. El objetivo es que los diferentes ministerios contribuyan con acciones alineadas con el proceso discipulador. Será un verdadero movimiento de evangelismo integrado para que el propósito, el lenguaje y las acciones de la iglesia lleven a cada adventista en la División Sudamericana a desarrollar comunión, relaciones y misión.
Los nuevos conversos recibirán automáticamente esta visión y serán integrados en el ciclo del discipulado. Cada nuevo miembro deberá ser acompañado por un discipulador, que transmitirá, por palabras y ejemplo, su conocimiento de Cristo. Los nuevos en la fe pasarán por tres fases, a fin de madurar y ser reproductivos. Ellas serán:
1. Conversión: Es la fase de los estudios bíblicos, cuando el nuevo discípulo aprenderá a conocer y amar a Dios, y a tener comunión con él.
2. Confirmación. En esta etapa, el discípulo profundizará su conocimiento doctrinal y será orientado a relacionarse con otros, participando de un Grupo pequeño para ser pastoreado y crecer en la experiencia cristiana.
3. Capacitación: Dentro de este proceso, al discípulo se lo incluirá en la Escuela Misionera, donde descubrirá y desarrollará sus dones espirituales para testificar de Cristo y cumplir la misión.
Esta es una nueva visión para la iglesia. Nueva, no porque sea desconocida, sino porque necesita ser priorizada y puesta en práctica. Nueva visión, porque queremos mucho más que números, queremos personas transformadas que permanezcan como pámpanos en la vid. “Morar en Cristo es elegir únicamente el carácter de Cristo, de modo que los intereses de él se identifiquen con los tuyos. Mora en él para ser y hacer sólo lo que él quiere. Estas son las condiciones del discipulado, y a menos que las cumplas, nunca podrás hallar descanso” (Mensajes selectos, t. 1, p. 129).
Por lo tanto, el discipulado es fundamental para la evangelización en pequeñas y grandes ciudades, donde las personas, debido al trajín de los grandes centros urbanos, podrán ser sensibilizadas por el ejemplo de verdaderos discípulos transformados a imagen y semejanza de Jesucristo. El discipulado, por tanto, tiene una íntima relación con la misión adventista, que incluye, según esta publicación, la evangelización de grandes áreas urbanas, las grandes ciudades.
Únase a nosotros para explorar esta visión de Dios para la iglesia, haciendo discípulos maduros en el camino rumbo al cielo, alcanzando nuestra gran esperanza.

Pr. Everon Donato – Ministerio Personal DSA

  • Compartir:
Artículo anterior
Artículo siguiente