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UN PASO A LA DESTRUCCIÓN DE LA FAMILIA Por Rafael Rossi Oré y pensé mucho antes de escribir este texto, ya que luchamos con fuerzas que en el pasado parecían más lejanas, y eso ha debilitado nuestras familias. Con el crecimiento del uso y las facilidades para obtener informaciones, posibilitados por Internet, se ha hecho […]


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UN PASO A LA DESTRUCCIÓN DE LA FAMILIA

Por Rafael Rossi

Oré y pensé mucho antes de escribir este texto, ya que luchamos con fuerzas que en el pasado parecían más lejanas, y eso ha debilitado nuestras familias. Con el crecimiento del uso y las facilidades para obtener informaciones, posibilitados por Internet, se ha hecho más fácil y discreto el acceso a materiales peligrosos y destructores de la vida cristiana, como la pornografía.

En todo el mundo, se hacen más películas pornográficas que de cualquier otro género. En promedio son unos 37 por día, o más o menos 13.500 por mes. Brasil aparece como el segundo mayor productor de ese contenido, solo por detrás de los Estados Unidos.

Según el sitio, Justaclickaway, de cada cinco búsquedas que se hacen en las redes, cuatro son de pornografía. En gran mayoría, los hombres son quienes más buscan ese tipo de material. Los jóvenes generalmente son lanzados a ese mundo mucho antes de ser capaces de comprender lo que es el sexo y lo que este significa. El despertar de muchos de ellos a este tema ha sido por la exposición al sexo pornográfico y la desnudez, o sea, de naturaleza desvirtuada. El resultado de eso son familias heridas por las consecuencias nefastas que eso produce.

William M. Struthers, en su libro Wired for intimacy: how pornograhy hijacks the male brain [programado para la intimidad: cómo la pornografía secuestra el cerebro masculino], presenta argumentos neurológicos para buscar una explicación, con motivos fisiológicos, para justificar por qué la pornografía es una gran tentación, en especial para el cerebro masculino.

En un mundo caído, este tema llegó a ser más que una simple distracción o una distorsión de la intención de Dios para la sexualidad humana. Se ha convertido en un veneno adictivo que va sofocando poco a poco y, sin dudas, a su tiempo, se cobrará el precio. Pero ¿qué lleva a las personas a buscar ese tipo de material? Es importante entender las causas de la fascinación por la pornografía para poder hallar una salida.

Algunos argumentan diciendo que mientras que las relaciones reales son difíciles, la pornografía es fácil y ofrece un sentimiento libre del riesgo de intimidad y preocupación. La persona no tiene que pensar en nadie más que en ella misma.

Esa erotización también presenta un mundo de fantasía donde nadie está obligado a conocer a nadie. No para el beneficio del otro. También proporciona el placer de un millón de mujeres u hombres que atienden a todos los caprichos. Sin embargo, lo que realmente sucederá será una ruptura puntual y temporal de la tensión en la relación, pero instantes después volverá. No es una solución duradera y sí una anestesia temporal.

Para estas racionalizaciones del error, me gusta buscar en la Biblia cuál es el plan de Dios en ese sentido. En ella encontramos que la plenitud de la alegría viene solamente de Cristo (Juan 15:1-11; 16:16-24; Romanos 15:13). Cualquier otra búsqueda de alegría o alivio es solo una utopía. Nuestra verdadera alegría está en cumplir la voluntad de Dios y hay placer en seguir sus planes. Me gusta el texto de Mateo 11:28 en el que Jesús hace una invitación a todos los que están cansados y cargados. Él siempre está a disposición y puede aliviar nuestra carga.

UNA REALIDAD QUE NO EXISTE

La pornografía crea una realidad que no existe. Para Chris Hedges, en su libro El imperio de la ilusión, el éxito de estas formas de entretenimiento no está en que nos engañan diciendo que esas cosas no son reales, y sí en que nosotros mismos pedimos ser engañados.

Refugiarse en la pornografía es, después de todo, que alguien sediento quiera saciar su sed con agua de mar. La sensación de relajación ofrecida es una fuente que agrava el estrés. Las personas que han caído en este vicio dejaron de ser amantes de sus cónyuges en la vida real y comenzaron a fantasear con personas que nunca tendrán. El alivio se hace una carga extremamente pesada y con consecuencias devastadoras.

Otra consecuencia de la revolución digital es la necesidad de obtener entretenimiento constante. El aburrimiento es uno de los frutos de una cultura de placer que siempre está buscando más. Las personas tienen hambre por la distracción. Y exactamente en este lugar es donde surge la pornografía como alternativa, ofreciendo un mundo de excitación sexual para las mentes aburridas.

El pecado siempre quiere humillar y degradar a las personas hasta el punto en el que ya no se reconozcan como hijos e hijas de Dios. Destruir a la familia es parte de los planes del enemigo y, desgraciadamente, ha sido una estrategia exitosa.

No hay nada en toda la creación con más valor que los seres humanos. No hay mensaje más central en los evangelios que la muerte y la resurrección de Cristo. La relación entre el marido y la mujer es una demostración de la relación entre Cristo y su iglesia. El sexto está intrínsecamente unido al matrimonio. La única expresión correcta del sexo es dentro de esa unión que representa el grado de intimidad que Cristo espera en su relación con su pueblo.

La pornografía es la violación del evangelio. La pureza de la relación sexual apunta a la pureza del amor que el Salvador tiene por cada ser humano. Cualquier camino diferente a ese es manchar el sentido puro y sublime que Dios espera para el ser humano.

Somos responsables de nuestras elecciones. La escritora Elena de White declara: “Satanás no tiene el poder de forzar a los tentados para que se vuelvan transgresores. No hay excusa para el pecado” (Testimonios para la iglesia, t.4, p. 616).

Nadie está irremediablemente preso del pecado. Dios puede ayudarlo a salir de donde está. Haga su parte, alejándose de las áreas que lo tientan, busque ayuda y confíe en la fuerza que viene de lo alto para no destruir su familia, que es un regalo de Dios.

Rafael Rossi es teólogo y director de Comunicación de la iglesia adventista en ocho países sudamericanos.

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