Ministerio de la Familia

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Amor Protector de Dios

Las personas amorosas nunca entristecen a los niños cuando les traicionan la confianza o dejan de protegerlas contra daños emocionales, espirituales o físicos.


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Adaptado de 1 Corintios 13, por Karen Holford

  • El amor es paciente. Las personas amorosas se acuerdan de que alguna vez fueron pequeñas y que los niños se desarrollan a ritmos diferentes. Esas personas permiten que los niños aprendan y crezcan a su propio ritmo. Protegen a los niños para que el mundo adulto, violento y sexualista no los agreda, y también protegen su inocencia.
  • O amor es bondadoso.  Las personas amorosas tratan a los niños con bondad. Cuidan de sus necesidades físicas de alimento, agua, ejercicios, calor, abrigo y seguridad. También cuidan de sus necesidades emocionales al incentivarlos, manifestar apreciación por ellos, aceptarlos, apoyarlos, y dándoles respeto y afecto. Además, cuidan de sus necesidades espirituales mostrándoles un cuadro verdadero de amor, perdón y compasión. Las personas amorosas hablan y actúan con amabilidad con los niños (Filipenses 4:5).
  • El amor es humilde.  Las personas amorosas honran a los niños por encima de sí mismos (Romanos 12:10) y las tratan con respeto, como príncipes y princesas del Reino de Dios.
  • O amor es cortés. Las personas amorosas respetan a los niños y no las destratan ni las rebajan. Solo les expresan palabras que edifican y animan (Efesios 4:29).
  • O amor es generoso y altruista. Las personas amorosas no usan a los niños para su provecho físico, sexual o emocional. Hacen siempre lo que es mejor para el niño y hasta están dispuestos a hacer sacrificios en favor de ellos (Juan 15:13).
  • El amor se goza en la verdad. La personas amorosas tratan a los niños como para dejarlos felices y seguras de manifestar esa alegría en otros. Estos no tienen secretos que los avergüencen, ni necesitan mentir con respecto a la manera en la que tratan a  los niños (Efesios 5:8-13).
  • El amor siempre protege. Las personas amorosas no hacen nada que perjudique el cuerpo de los niños o su bienestar emocional. No usan el castigo o la violencia física, no les gritan, no usan la crueldad ni las manipulaciones (1 Juan 4:18).
  • El amor siempre confía. Las personas amorosas creen en lo que les dicen los niños, incluso cuando las experiencias que relatan puedan ser sorprendentes. Aceptan lo que les dicen y buscan ayuda para darles protección y seguridad, incluso aunque eso signifique tener que alejarlas de la familia o los miembros de la iglesia (Salmo 10:16-18). El amor nunca falla.

Las personas amorosas nunca entristecen a los niños cuando les traicionan la confianza o dejan de protegerlas contra daños emocionales, espirituales o físicos. Mediante la demostración de constante amor altruista, los niños conocen a Dios el Padre, que nunca desampara (1 Juan 4:11, 12). Ayudan a los niños a protegerse. Enséñeles a los niños que nadie tiene derecho a herirlas. Enséñele a confiar y a actuar en caso de algún sentimiento o incomodidad. Los niños no deben ignorar esos sentimientos.

Enseñe a los niños a:

  1. Decir no, siempre, y también a gritar NO.
  2. A correr y a encontrar alguien de confianza en caso de no sentirse seguros con alguien.
  3. Siempre decir pare a una persona.
  4. Siempre contarle a alguien hasta que se sientan seguros.
  5. Infórmele al niño con quién hablar en caso de tener miedo o problemas específicos. Tal vez su iglesia pueda designar a alguien, o a algún coordinador de los departamentos infantiles de la Escuela Sabática para dedicarse a las necesidades de los niños. Debe ser alguien que esté dispuesto a escucharlos y abogar en su favor.
  6. Siempre que sea posible, asegurarse de que cada niño tenga acceso a un número de teléfono de ayuda. Muchas ciudades tienen un número designado para denuncia de malos tratos. Por favor, coloque carteles en la iglesia para divulgar esos números en las salas de los niños y también en los baños.
  7. Enséñele a los niños a orar rogando la presencia de Dios en cada situación.
  8. Enséñele a elegir tres adultos en los que pueden confiar y pedir ayuda. Para ayudar a las personas vulnerables podemos empezar por reconocer las responsabilidades que nos fueron confiadas por Dios de cuidar a los que están a  nuestro alrededor.

Crear una comunidad donde sea seguro hablar con respecto a nuestras luchas o necesidades, especialmente en lo que tiene que ver con la protección y los cuidados.
Transmitir la seguridad de que, cuando las personas hablan de sus vulnerabilidades, necesidades o de su esperanza de ser protegidos, se las tomará en serio y se tomarán medidas para ayudarlas. Si los niños hablan sobre sus temores o si cuentan que están siendo abusados, deben tener la seguridad de que se las tomará en serio.

Recordar que cada iglesia puede tener personas que hayan sufrido abuso en el pasado como también aquellos que pueden estar siendo víctimas en el presente.
Capacitar a cada persona para tener voz en la comunidad, incluso aunque sean niños.

Escuchar a los demás y  responder con el mismo amor y compasión del corazón de Dios. Estar dispuesto a tomar medidas apropiadas y a hacer algo positivo, práctico y defensivo cuando sea necesario. Ser proactivo y crear una comunidad en la iglesia donde las personas tengan buenos motivos para sentirse seguras, al crear un edificio donde haya espacio para los niños que sufran abuso. Por ejemplo, debe haber ventanas en cada puerta, salas que se mantengan cerradas y atenciosa mayordomía de los espacios durante las actividades de la iglesia.

Ofrecer capacitación a todos los miembros en los temas referidos a la protección de los niños. Divulgar el número telefónico y dirección de servicios confidenciales en la comunidad, destinados especialmente a los niños y adultos vulnerables, y ayudar a las personas necesitadas a encontrar buenos consejeros cristianos.
Desafiar las prácticas en nuestras comunidades que rebajan a las personas o que las mantienen un vulnerabilidad. Recomendar lugares donde las personas pueden buscar ayuda.

Niño amado o maltratado. ¿Qué nombre le damos a un acontecimiento cuando le roban la inocencia a un niño? ¿Y qué palabra usamos cuando un niño es tan maltratado que no tenemos palabras para describirlo?

¿Y qué decir de un niño al que se lo lanza a situaciones tan complicadas, que pierden la confianza en los padres y en sí mismo, cuando ve que utilizan su cuerpo de maneras que van mucho más allá de nuestra comprensión? ¿Y qué hay de aquellos que son abusados de una manera en la que ni los adultos lograrían aguantar? ¿Qué decir de un niño indefenso que es abandonado a su propia suerte, solo y con miedo?

¿Cree que la palabra “abuso” es muy pesada? ¡Yo creo que no!
Los niños no poseen ningún tipo de control sobre sí mismos. Están en este mundo por actos de otros, y muchas de esas personas no se preocupan por cuidar y proteger a los niños hasta que alcancen la madurez y puedan cuidar de sí mismos.

Gran parte de las personas sabe de los terribles problemas que afligirán a los niños en el futuro, debido a lo que haya sucedido con ellos en el pasado, pero otras parecen no saber y no quieren involucrarse. Y gente inocente pierde la oportunidad de vivir una vida digna.

Los abusos físicos incluyen comportamientos como: malas palabras, gritos, intimidaciones, rechazo, humor sarcásticos, ridiculización del niño, bromas pesadas, competiciones en las que se sabe que el niño perderá, hacer cosquillas hasta que el niño se quede sin aliento (tal vez usted no imagina que eso es abuso pero usted está colocando al niño en condiciones en las que no puede defenderse). Todo eso es abuso.

¿Y qué hay de los niños que son abandonados? Ese es otro tipo de abuso que, además de los malos tratos, deja al niño en un completo abandono y, a medida en que crece, crece también en ellos un inmenso vacío. El niño comienza a imaginar que no es importante para sus padres, que no tiene gracia como los demás niños y que no posee ningún valor para la sociedad, y mucho menos para Dios. Tal negligencia puede llevar al niño a ser víctima de los peores comportamientos destructivos, tales como el uso de drogas, alcohol, etc.

El Dr. Don Weatherburn, Director de la Unidad de Estadísticas Sobre Crimen en los EUA, dijo lo siguiente: “Los niños no nacen buenos y con excelentes motivaciones. El impulso natural a conseguir lo que quiere es adquirido y no heredado. La preocupación por los demás y por la propiedad de los otros es adquirida y no heredada. Si el niño no posee una fuerte conexión con sus padres, no logrará entender el valor y respeto por los demás”.

Identificar los comportamientos abusivos no es muy difícil, porque son actos provocados por alguien y las marcas, en su mayoría son visibles. Por otro lado, la negligencia sí es difícil de reconocer porque tiene que ver con palabras y acciones que deberían decirse y hacerse pero no suceden. Entonces, el problema no es tanto lo que se hace sino lo que no se hace.

Qué nos enseñan las Escrituras al respecto: Marcos 10:13-15:
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Jesús se preocupó por los niños. Tal vez ellos sean el grupo más vulnerable que tenemos en el mundo. Los discípulos rechazaron a las personas que traían niños a Cristo. ¿Qué significa eso? ¿Por qué lo hicieron?

En realidad, los discípulos creían que estaban ayudando a Jesús al mantener lejos de él cualquier cosa que representara “ruido”. Desgraciadamente, aún hoy, muchos se hallan listos para poner a los niños en esa categoría. “Ellos son solo ruido”. Hace poco vimos en los noticieros sobre unos secuestradores que mataron a un rehén, que era un niño, porque lloraba mucho y no lo aguantaron más.

Pero, cuando Jesús se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, se enojó. La palabra usada en el texto es “indignado”. Es obvio que se indignaría al presenciar tal comportamiento. ¿Cómo se siente usted al imaginar al amoroso Jesús indignado?

Siempre recordamos cuando Jesús fue al Templo y vio el tipo de comercio que se llevaba a cabo allí. Justificadamente, se enojó con aquel comercio sucio en las escalinatas del Templo. El lugar que decía estar separado para las actividades sagradas se había transformado en un comercio. Aquellos “religiosos” con seguridad merecieron el enojo de Jesús.

Pero, en nuestro texto vemos claramente a Jesús con “enojo” para con los discípulos, solo por el simple hecho de que ellos habían reprendido a las personas que traían niños a los pies del Maestro. Por lo tanto, Jesús les llamó la atención a los discípulos. Y también les dijo que no impidieran que los niños llegaran a él.
¿Somos diferentes hoy? ¿Será que no estamos prohibiendo o impidiendo que los niños crezcan con una autoestima excelente en el corazón, y que estén preparados para alcanzar éxito en la vida? Sin autovaloración, el niño se siente incapaz de quererse a sí mismo, a los padres e incluso a Dios. Sin esa fuerza en el corazón y la mente, el niño no está en condiciones de evaluar o corresponder al amor que los padres le dan.

Otro pasaje bíblico nos dice:
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

Educar a un niño en el camino que debe andar es hacer que se sienta digno del éxito y de la felicidad en la vida. Los padres que rebajan los sentimientos de dignidad de un niño, hacen que este pierda el deseo natural de mejores objetivos en la vida. El brillo de sus ojos se va cuando escucha palabras como “Eres un burro, no entiendes nada”. Otros, incluso llegan a decir “siento vergüenza de ti”.

Esos sentimientos negativos comienzan en la infancia y se llevan por el resto de la vida. Cuando un niño apaga la vela de su primer cumpleaños, ya puede estar sintiendo amado o maltratado.

Los compañeritos no escatiman en rebajos, principalmente porque no comprenden nada sobre el abuso o el maltrato, pero comprenderían si los padres los educaran en las casas. A ese comportamiento se le da el nombre de bullying, y consiste en poner apodos, burlarse del otro por cosas como la gordura, el color de la piel, el tamaño de los pies, de la cabeza, etc. Todo eso hace que el niño se sienta rebajado, lo que lo hace motivo de risas y burlas. En su interior se desarrolla un fuerte sentimiento de inferioridad, de que nunca conseguirá nada en la vida, ni siquiera pasar de año en la escuela.

Esos sentimientos de falta de aptitud se transmiten después a la educación de los propios hijos, a la familia (si algún día llega a tener uno) y al ambiente de trabajo. ¿Cómo es posible que eso suceda?

Eso ocurre con frecuencia, cuando no le prestamos la atención que deberíamos a los niños. Pensamos exactamente como los discípulos, que los niños no son importantes para Cristo; dejamos de brindarles oportunidades para que tengan una excelente educación y compañerismo. Ponemos problemas irreales y pesados delante de ellos para que los resuelvan. Establecemos expectativas que no son adecuadas para la edad y el crecimiento. Cortamos sus ganas de comunicarse con nosotros al decirle que no es momento para que hablen los niños. Actuamos de una manera en la iglesia y de otra diferente cuando estamos fuera de ella.

Debemos comprender que existen millones que quieren conocer a Jesús y no podemos impedírselo, especialmente a los niños.
¡Qué contraste entre Jesús y los discípulos! Ellos reprendían a los padres e impedían que los niños llegaran a Jesús. El Salvador las tomó en sus brazos y las bendijo.
Como cuerpo de Cristo, usted y yo podemos usar nuestros brazos para abrazar y nuestras palabras para bendecirlos, animarlos, hacerlos reír y orar con ellos. Además, podemos capacitar y dar orientación segura a muchos niños que anhelan conocer a Jesús.

Pr. Urias Chagas

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