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LOS RESULTADOS DE LA MAYORDOMÍA | Lección 13: Para el 31 de marzo de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Timoteo 3:1-9; Ezequiel 14:14; Filipenses 4:4-13; Proverbios 3:5; 1 Pedro 2:11, 12; Mateo 7:23; 25:21. PARA MEMORIZAR: “Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Timoteo 3:1-9; Ezequiel 14:14; Filipenses 4:4-13; Proverbios 3:5; 1 Pedro 2:11, 12; Mateo 7:23; 25:21.

PARA MEMORIZAR:

“Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (1 Ped. 2:12).

Como mayordomos, debemos vivir como testigos del Dios al que servimos; esto significa que debemos ejercer una poderosa influencia sobre los que nos rodean, una influencia para el bien.

Por lo tanto, nuestra historia no debe aislarse del mundo que nos rodea, sino que tenemos el privilegio de mostrarles una mejor manera de vivir a los que no saben lo que hemos recibido. La mayordomía es el acto de bene ciarse al asumir el llamado de Dios a llevar una vida piadosa. Dios nos da la habilidad de llevar una vida diferente a cualquier otro estilo de vida en la tierra (2 Cor. 6:17), y es algo que los demás deben notar y por lo que incluso deberían sentir curiosidad. Por eso, se nos dice: “Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Ped. 3:15).

Esta lección final analizará los bene cios personales, los resultados espirituales, los resultados exitosos, nuestra in uencia y la clave del contentamiento en la vida del mayordomo, sabiendo que todo se reduce a esto: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).

LA MAYORDOMÍA Y LA PIEDAD

La piedad es un tema vasto. Los piadosos llevan un estilo de vida santo (Tito 1:1), y se asemejan a Cristo por tener una actitud de devoción y realizar actos que a él le agradan (Sal 4:3; Tito 2:12). La piedad es la evidencia de la verdadera religión y recibe la promesa de la vida eterna. Ningún tipo de losofía, riqueza, fama, poder o nacimiento privilegiado ofrece una promesa así.

Lee 2 Timoteo 3:1 al 9. ¿Qué es lo que Pablo advierte que está directa­mente relacionado con la vida de un fiel mayordomo?

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El libro de Job brinda una descripción del carácter y las acciones de Job. Ilustra cómo se revela una vida piadosa, incluso mediante el sufrimiento. También muestra cuánto odia Satanás ese estilo de vida. Incluso Dios reconoce que no había otros como Job en su calidad de fe y estilo de vida (Job 2:3).
“Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Aquí vemos a un hombre cuya fe no era solo una expresión de palabras o rituales religiosos, aunque eso era parte de su vida (Job 1:5). El temor de Dios se manifestó en toda una vida de piedad, incluso en medio de pruebas horribles. Ser piadosos no signi ca que seamos perfectos, sino que reflejamos la perfección en nuestra propia esfera.

Lee Ezequiel 14:14. ¿Qué dice este versículo que da testimonio del ca­ rácter de estos hombres? ¿Qué tienen ellos en común que debiera verse en todos nosotros?

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La mayordomía, en realidad, es una expresión de una vida piadosa. Los mayordomos eles no solo tienen forma de piedad. Son piadosos; y esta piedad se revela en su forma de vida, en la manera en que se encargan de las cosas que su Dios les ha confiado. Su fe se expresa no solo en lo que hacen, sino también en lo que no hacen.

EL CONTENTAMIENTO

“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11). Si debemos contentarnos cual­ quiera sea la situación en la que nos encontremos, ¿de dónde procederá esa alegría?

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Al escribirle a Timoteo, Pablo describe a un grupo desagradable de personas “que toman la piedad como fuente de ganancia” (1 Tim. 6:5). ¿Qué mejor descripción que esta podría haber para algunos mercachi es televisivos actuales? Hacen mucho dinero diciéndoles a sus oyentes que, si tan solo son eles (y esa “ delidad” incluye nanciar su ministerio), entonces serán ricos. La equiparación de la riqueza con la fidelidad es solo otra manifestación del materialismo, pero bajo el disfraz del cristianismo.
El hecho es que la piedad no tiene nada que ver con la riqueza. Si fuese así, a algunas de las personas más desagradables del mundo habría que considerarlas piadosas porque también son algunas de las más ricas. No obstante, Pablo refutó esto al decir que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Tim. 6:6). La piedad con el contentamiento cualquiera sea la circunstancia en la que uno se encuentre es la mejor clase de riqueza, porque la gracia de Dios es mucho más valiosa que el bene cio económico. Por esto, deberíamos estar contentos con tener “sustento y abrigo” (1 Tim. 6:8). En definitiva, más allá de cuánto tengamos, siempre habrá más cosas que podremos conseguir si somos propensos a pensar de esa manera.
“El contentamiento en todas las situaciones es un gran arte, un misterio espiritual. Este se aprende, y se aprende como un misterio. [...] El contentamiento cristiano es esa actitud espiritual dulce, interior, silenciosa y compasiva del espíritu, que se somete libremente a las sabias y paternales disposiciones de Dios en cada situación y se deleita en ellas. [...] Es un cofre de ungüento precioso, y muy reconfortante y útil para los corazones atribulados, en condiciones y tiempos convulsionados” (J. Burroughs, The Rare Jewel of Christian Contentment [La singular joya del contentamiento cristiano], pp. 1, 3).

Lee Romanos 8:28; Hebreos 13:5; y Filipenses 4:4 al 13. ¿Qué podemos encontrar en estos versículos que nos ayude a vivir felices?

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LA CONFIANZA

Lee Proverbios 3:5. ¿Qué mensaje vital hay aquí para nosotros, especialmente en la última parte, sobre no “apoyarnos” en nuestra propia inteligencia? (Ver también Isa. 55:9; 1 Cor. 4:5; 13:12.)

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La consigna y el propósito de los mayordomos de Dios es “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Prov. 3:5).
Por supuesto, comúnmente es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Cuántas veces, quizá, creemos intelectualmente en Dios, y en su amor y cuidado para con nosotros, y sin embargo nos preocupamos de más por algo que estamos afrontando? A veces, el futuro puede parecer muy aterrador, al menos en nuestra imaginación.
Entonces, como mayordomos, ¿de qué modo aprendemos a con ar en Dios? Al avanzar por fe y obedecer al Señor en todo lo que hacemos ahora. La confianza es una acción de la mente que no se agota con el uso; al contrario, cuanto más con emos en el Señor, más aumentará nuestra confianza. Vivir como mayordomos fieles es una manera de expresar nuestra con anza en Dios. Esta con anza es el fundamento y la fuerza motriz del mayordomo, y se hace visible en lo que hacemos.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón”. La frase “tu corazón” siempre se usa figurativamente en la Biblia. Significa que nuestras decisiones provienen de un yo moral interior que constituye lo que somos (Mat. 22:37). Esto incluye nuestro carácter, nuestras motivaciones y nuestras intenciones; la esencia misma de nuestro ser.
Es más fácil confiarle a Dios las cosas que no podemos controlar. En ese sentido, no tenemos otra opción que confiar en él. La verdadera confianza “del corazón”, en cambio, se da cuando tenemos que tomar una decisión con respecto a algo que sí podemos controlar, y es nuestra confianza en Dios lo que nos motiva a decidir de un modo u otro.
Los apóstoles ilustran así el confiar en Dios con todo el corazón: “Eran por naturaleza tan débiles e impotentes como cualquiera de los que están ahora en la Obra, pero ponían toda su con anza en el Señor. Tenían riquezas, pero consistían ellas en la cultura de la mente y el alma; y esta puede tenerla todo aquel que dé a Dios el primero, el último y el mejor lugar en todo” (OE 25).

Es cierto que es más fácil con ar en Dios cuando no podemos manejar la situación. Pero ¿qué pasa con lo sí que podemos controlar? ¿Qué decisiones necesitas tomar para que tu con anza en Dios determine qué camino escoger?

NUESTRA INFLUENCIA

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efe. 5:8). Pablo describe la transformación del corazón como lo que se ve públicamente: cuando “andamos en luz” (1 Juan 1:7; Isa. 30:21), nuestro testimonio diario de la mayordomía controlada será una luz poderosa en un mundo oscuro.
Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Nosotros reflejamos la luz de Dios mediante un carácter estable en nuestro comportamiento público cotidiano.

¿De qué formas manifestamos nuestra mayordomía a fin de que la gloria sea para Dios? ¿Cómo influyen nuestras acciones en los demás? Mat. 5:16; Tito 2:7; 1 Ped. 2:11, 12.

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La mayordomía tiene que ver con la administración de las posesiones de Dios, pero va más allá de esta responsabilidad. Nuestra mayordomía se despliega frente a nuestras familias, nuestras comunidades, el mundo y el universo (1 Cor. 4:9). La mayordomía que forjamos en nuestras ocupaciones también demuestra el efecto que tienen en nuestra vida los principios del Reino. Y así podemos in uir sobre los demás. Revelamos a Cristo mediante la bondad y la moralidad, lo que cuenta con la aprobación del Creador.
Nuestra ética laboral también debe estar en consonancia con nuestros valores de mayordomía. Nuestra ocupación es un escenario en el que se manifiesta la mayordomía del justo. “Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (Sal. 37:6). La influencia de un mayordomo, incluso en su lugar de trabajo o en su vocación, no se pone “en un lugar escondido o [se] cubr[e] con un cajón” (Luc. 11:33), sino que se la ve como a una ciudad asentada sobre una colina (Mat. 5:14). Cuando vivamos deliberadamente de este modo en el hogar y en el trabajo, influiremos en la mente y el corazón de los que nos rodean.
“Todo en la naturaleza tiene su tarea señalada y no se queja del lugar que ocupa. En las cosas espirituales, todo hombre y toda mujer tienen su propia vocación. El interés que Dios requiere será proporcional al capital concedido de acuerdo con la medida del don de Cristo. [...] Ahora es el momento para que usted mani este esa habilidad de carácter de manera que pueda desarrollar un verdadero valor moral; y tiene el privilegio de hacerlo. Cristo tiene derecho a su servicio. Entréguese a él de todo corazón” (CDCD 241).

Tu ética de trabajo ¿qué tipo de influencia les revela a quienes trabajan contigo o a quienes te ven en casa? ¿Qué clase de mensaje les transmites acerca de tu fe?

LAS PALABRAS QUE QUEREMOS (Y QUE NO QUEREMOS) OÍR

Somos extranjeros y peregrinos en la tierra, ya que el cielo perfecto, bello y pací co es nuestro destino nal (Heb. 11:13, 14). Mientras tanto, tenemos que vivir aquí. La cosmovisión cristiana, especialmente según se revela en el gran con icto, no admite bandos neutrales. O vivimos para Dios o vivimos para el enemigo. “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). Cuando él venga, se revelará en forma clara e inequívoca de qué lado estamos.

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En algún momento después de que Cristo regrese, los que decían se­ guirlo oirán una de dos frases. ¿Cuáles son esas frases y qué significa cada una de ellas?

Mat.25:21___________________________________________________________________________________________________________

Mat.7:23____________________________________________________________________________________________________________

Las palabras de Cristo “hiciste bien” (Mat. 25:21, NVI) son las más agradables y satisfactorias que un mayordomo escuchará en toda su vida. Nos daría una alegría indescriptible la expresión de incondicional aprobación divina respecto de nuestros intentos de administrar sus posesiones, por haber hecho lo mejor de nuestra parte según nuestras habilidades, sabiendo de antemano que nuestra salvación no tiene su origen en las obras que hacemos para Cristo, sino en las obras que él hace por nosotros (ver Rom. 3:21; 4:6).
La vida de un mayordomo el es un re ejo de la fe que ya tiene. El intento de salvación por obras se re eja en las palabras de quienes trataban de justificarse ante Dios por sus obras (ver Mat. 7:21, 22). Mateo 7:23 muestra cuán inútil es en realidad la auto justificación.
“Cuando los seguidores de Cristo devuelven lo suyo al Señor, acumulan tesoros que se les darán cuando oigan las palabras: ‘Bien, buen siervo y fiel [...] entra en el gozo de tu Señor’ ” (DTG 481).
Al fin y al cabo, la mayordomía es llevar una vida en la que los dos mandamientos mayores, el amor a Dios y el amor a nuestro prójimo, son la motivación y la fuerza motriz de todo lo que hacemos.

¿Qué también refleja tu vida, y la mayordomía manifestada en ella, estos dos mandamientos mayores?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Cristo vino a este mundo para revelar el amor de Dios. Sus seguidores deben continuar la obra que él comenzó. Esforcémonos por ayudarnos y fortalecernos mutuamente. La búsqueda del bien de los demás es el camino por el que puede hallarse la verdadera felicidad. El hombre no obra contra sus propios intereses cuando ama a Dios y a sus semejantes. Cuanto más desprendido sea su espíritu, tanto más feliz será, porque está cumpliendo el propósito de Dios para él” (CMC 27).

“Cuando hay vida en una iglesia, esta se mani esta en aumento y creci- miento. Hay también un intercambio constante, tomando y dando, recibiendo y devolviendo al Señor lo que es suyo. Dios imparte a cada verdadero creyente luz y bendición, y el creyente las imparte a su turno a otros, en la obra que hace por el Señor. Al dar de lo que recibe, aumenta su capacidad para recibir. Hace lugar para una nueva provisión de gracia y verdad. Recibe una luz más clara y un mayor conocimiento. La vida y el crecimiento de la iglesia dependen de este dar y recibir. El que recibe, pero que nunca da, pronto deja de recibir. Si la verdad no uye de él hacia otros, pierde su capacidad para recibir. Debemos impartir los bienes del cielo si queremos recibir nuevas bendiciones” (CMC 40).

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. ¿En qué medida el hecho de con ar en el Señor causa satisfacción? ¿Qué se necesita para con ar en Dios con todo nuestro corazón en lo intelectual? 2 Corintios 10:5. ¿Por qué nos resulta tan fácil decir “que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Rom. 8:28, NVI), pero tan difícil creerlo? Es decir, ¿por qué decimos que con amos en Dios y en realidad con amos en él intelectualmente y, sin embargo, tenemos tanto miedo del futuro?

2. En clase, háganse esta pregunta y después comparen las respuestas: “En hasta 25 palabras, ¿cuál es tu de nición de mayordomía?” Luego, pregúntense: “En hasta 25 palabras, ¿por qué la mayordomía es una parte importante de la vida del cristiano?”

3. Vuelve a leer Mateo 7:21 al 23. ¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué estas personas dicen lo que hacen? ¿Qué revelan sus palabras sobre sí mismos? ¿De qué forma podemos asegurarnos de que no caeremos en la misma clase de autoengaño, aun cuando procuramos ser buenos mayordomos, aun cuando intentamos vivir una vida de fe y obediencia, aun cuando tratamos de hacer buenas obras en nombre de Dios?

4. Tendemos a pensar en la in uencia cristiana solo a nivel individual. Pero ¿qué en cuanto al nivel de tu iglesia local? ¿Qué tipo de influencia tiene tu iglesia en general en la comunidad?

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