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Lienzo de animales inmundos - LES 2Trimestre #11 (Lunes)

El cielo abierto (verso 11). Esto indica que la visión y su mensaje eran de Dios (cf. cap. 7: 56). Algo. "Una cosa" (BJ). Gr. skéuos, "vasija", "tiesto", palabra empleada para describir muchos tipos de utensilios. Aquí es un término general que describe algún tipo de recipiente.  Atado. La evidencia textual se inclina (cf. p. […]


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El apóstol Pedro y la sábana, lienzo de animales inmundos

El apóstol Pedro y la sábana, lienzo de animales inmundos

El cielo abierto (verso 11).

Esto indica que la visión y su mensaje eran de Dios (cf. cap. 7: 56). Algo.
"Una cosa" (BJ). Gr. skéuos, "vasija", "tiesto", palabra empleada para describir muchos tipos de utensilios. Aquí es un término general que describe algún tipo de recipiente.  Atado. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "era bajado de las cuatro puntas". En el griego se habla de "los cuatro comienzos del lienzo", y lógicamente se entiende que son sus puntas. Parece que lo que el apóstol vio fue un lienzo extendido que bajaba sostenido por sus cuatro puntas, lo que podría compararse con los cuatro extremos o puntos cardinales del cielo abierto.

De todos los cuadrúpedos (verso 12).

En la visión había toda clase de animales, tanto los que eran permitidos comer a los judíos como los que les eran prohibidos, pero los comían los gentiles.

Mata y come (verso 13).

Pedro tenía hambre, y lo que su apetito lo impulsaba a hacer fue confirmado por una voz del cielo. Pedro se negó a comer por causa de su conciencia; aún no había aprendido que la distinción entre judío y gentil había sido eliminada en Cristo (Gál. 3: 28-29). Y es evidente que Pedro no lo aprendió plenamente ni aun después de esta visión, pues más tarde en Antioquía procedió hipócritamente, y Pablo tuvo que reprenderlo en forma pública (Gál. 2:9-21).

Señor, no (verso 14).

La enfática negación de Pedro aun ante la orden del cielo, concuerda bien con su carácter (cf. Mat. 16: 22; Juan 13: 8). Esta exclamación suya recuerda la de Ezequiel cuando vio a Israel comiendo alimentos inmundos (cap. 4: 14). Abstenerse de las carnes inmundas era una de las características más resaltantes de los judíos, y una distinción a la cual se ceñían rigurosamente. Este había sido uno de los problemas básicos entre judíos y sirios durante la guerra de los Macabeos (2 Mac. 6: 18-31), y por cumplirlo los judíos más fieles habían estado dispuestos a sacrificar sus vidas.

Sin embargo, la distinción entre animales limpios e inmundos, presentada claramente en Lev. 11, era anterior a la nación judía. Esta distinción fue establecida por Dios y respetada por Noé cuando supervisó la entrada de los animales en el arca (Gén. 7: 2; cf. cap. 8: 20). La alimentación original del hombre se componía de frutas, cereales y leguminosas (Gén. 1: 29).

Antes que la carne se añadiera a este régimen alimentarlo (Gén. 9: 2-3), ya se había presentado claramente la distinción entre animales limpios e inmundos; por lo tanto, no tiene una base sólida la posición de que la prohibición de los alimentos inmundos fue quitada cuando la ley ceremonial judía terminó en la cruz. En la visión de Pedro estas restricciones alimentarias se referían en forma simbólica a las distinciones que hacían los judíos, entre ellos y los gentiles, y a la abrogación de esas distinciones. Esta diferencia era lo que se estaba destacando en ese momento (ver com. Gén. 9: 3; Lev. 11; Hech. 10: 15; Nota Adicional de Lev. 11).

Común

El uso de la palabra "común" para referirse a lo "impuro" según la ley mosaica, reflejaba la actitud judía hacia los gentiles. Se consideraba que todos los que no eran judíos eran gente "común" que estaba excluida del pacto de Dios. Las prácticas de esos parias espirituales, diferentes de las del pueblo escogido, eran llamadas "comunes" y como estas cosas "comunes" eran generalmente las que prohibía la ley, todas las costumbres o actos prohibidos se denominaban "comunes". Cuando las manos de una persona estaban ceremonialmente impuras también se las llamaba "manos comunes" (en Mar 7: 2 literalmente en griego, "inmundas&quot:).

Lo que Dios limpió (verso 15).

Nótese que en la visión todos los animales -limpios e inmundos- estaban en un mismo nivel, pues se los había hecho descender del cielo en un mismo lienzo. Representaban una mezcla general, de la cual ninguna parte debía llamarse "común o inmunda". Al interpretar la visión, debe reconocerse que aunque fue dada cuando Pedro sintió verdadera hambre (vers. 10), sin embargo no tenía nada que ver con comida sino con personas. Pedro debía llegar a sentir hambre por las almas de las personas de toda raza y lugar Después de haber aprendido esta lección, al menos en parte, Pedro declaró: "Me ha mostrado Dios 249 que a ningún hombre llame común o inmundo" (vers. 28). Los gentiles, a quienes solía considerarse "inmundos", estaban aguardando el ministerio espiritual de Pedro. El no debía vacilar en brindarles ese ministerio. Ya no debían ser considerados "inmundos".

El cielo está cerca del buscador de almas.

En el capítulo décimo de los Hechos tenemos otro ejemplo más de la ministración de los ángeles celestiales, que dio como resultado la conversión de Cornelio y de los suyos. Léanse estos capítulos [8-10], y présteselas especial atención. En ellos vemos que el cielo está mucho más cerca del cristiano que se ocupa de la obra de salvar almas de lo que muchos suponen.

También debiéramos aprender de ellos la lección del aprecio de Dios por cada ser humano, y que cada uno debiera tratar a su prójimo como a uno de los instrumentos escogidos del Señor para la realización de su obra en la tierra (MS 17, 1908).
1-4 (Fil. 4: 18).

La oración y las limosnas como fragante incienso.

[Se cita Hechos 10: 1-4.] Es una distinción maravillosa que un hombre en esta vida sea alabado por Dios como lo fue Cornelio. ¿Y cuál fue el motivo de esa aprobación? "Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios".
Ni la oración ni las limosnas tienen en sí mismas virtud alguna para que el pecador sea aceptable ante Dios. La gracia de Cristo, mediante su sacrificio expiatorio, es lo único que puede renovar el corazón y hacer nuestro servicio aceptable delante de Dios. Esa gracia había conmovido el corazón de Cornelio. El Espíritu de Cristo había hablado a su alma; Jesús lo había atraído, y él había cedido a esa atracción. Sus oraciones y limosnas no fueron obligadas o a la fuerza; no era un precio que él buscaba pagar para asegurarse el cielo, sino el fruto del amor y de la gratitud a Dios.

Una oración tal, que procede de un corazón sincero, asciende como incienso delante del Señor, y las ofrendas para su causa y las dádivas para los necesitados y los que sufren son un sacrificio que le agrada. Por eso las ofrendas de los hermanos filipenses que tendrían las necesidades del apóstol Pablo mientras estuvo preso en Roma, se dice que fueron "olor fragante, sacrificio acepto agradable a Dios".

La oración y las ofrendas se vinculan íntimamente: son la expresión de amor a Dios y a nuestros prójimos; son la expresión de los dos grandes principios de la ley divina: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. . . Y. . . amarás a tu prójimo como a ti mismo". De modo que aunque nuestras ofrendas no pueden hacernos aceptables delante de Dios ni pueden ganarnos su favor, sí son una evidencia de que hemos recibido la gracia de Cristo; son una prueba de la sinceridad de nuestra profesión de amor (RH 9-5-1893). 1-6 (Heb. 1: 14).

Ángeles ministradores toman nota de cada individuo.

El mismo vigilante santo que dice, yo conozco a Abrahán, también conocía a Cornelio, y envió a su ángel con un mensaje para el hombre que había recibido y aprovechado toda la luz que Dios le había dado. El ángel dijo: "Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro". Después se dan las indicaciones específicas: "Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa, junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas". De ese modo procede el ángel del Señor para relacionar a Cornelio con el agente humano mediante el cual podría recibir mayor luz. Estudiad cuidadosamente todo el capítulo y ved la sencillez de todo este episodio. Después tomad en cuenta que el Señor conoce a cada uno de nosotros por nombre, y exactamente dónde vivimos, y el espíritu que nos mueve, y cada acto de nuestra vida. Los ángeles ministradores están pasando por las iglesias tomando nota de nuestra fidelidad en el deber que nos corresponde individualmente (Carta 20a, 1893).

Los que buscan con fervor no son dejados en tinieblas.

Aquí se nos da la positiva evidencia de que el Señor no deja en las tinieblas a los que siguen toda la luz que se les da, sino que envía a sus ángeles para que se comuniquen con ellos. Cornelio vivía de acuerdo 1060 con las Escrituras del Antiguo Testamento, y el Señor envió a un mensajero para decirle qué hacer.

Dios podría haber dado a Cornelio toda la instrucción que necesitaba mediante el ángel, pero ése no era su plan. Su propósito era relacionar a Cornelio con los que habían estado recibiendo conocimiento de lo alto, cuya obra era impartir ese conocimiento a los que buscaban la luz. Dios siempre trata así a los suyos. Cornelio obedeció la instrucción que se le dio: Se unió con la iglesia, y llegó a ser útil e influyente colaborador con Dios (MS 67, 1900).

Dios usa a sus agentes señalados.

[Se cita Hechos 10: 1-4.] El ángel no le dio la luz que podría haberle dado, sino que lo orientó para que pudiera relacionarse con uno que podría presentarle una preciosa verdad. . . [Se cita Hechos 10:5-6.]

Cornelio obedeció implícitamente la instrucción, y el mismo ángel fue a Pedro y le dio sus instrucciones. Este capítulo [Hech. 10] contiene un abundante y precioso consejo para nosotros, y debiéramos estudiarlo con humilde atención. Cuando el Señor tiene sus agentes señalados por medio de los cuales da ayuda a las almas, y los hombres no prestan atención a esos agentes y se niegan a recibir ayuda de ellos, y deciden que desean ser enseñados directamente por Dios, el Señor no les concede su deseo. El hombre que adopta este criterio está en peligro de aceptar las voces de extraños y de ser conducido por senderos falsos.

Tanto Cornelio como Pedro fueron instruidos en lo que debían hacer, y obedecieron el mensaje del ángel. Cornelio reunió a su casa para escuchar el mensaje de luz procedente de Pedro. Si hubiese dicho: no deseo ser enseñado por un hombre, el ángel de Dios lo hubiera abandonado a su suerte; pero Cornelio no procedió así (RH 10-10-1893).

Muchos hoy día son como Cornelio.

Muchos hay que proceden ahora como Cornelio. Viven de acuerdo con la luz que han recibido, y Dios les habla así como habló a Cornelio, y por medio de sus agentes señalados hace que reciban la verdad que penetra en corazones buenos y honrados. Dios se revela a los que se están esforzando por formar caracteres que él puede aprobar. Las oraciones de los temerosos de Dios, de los que reconocen sus obligaciones para con él, son escuchadas y contestadas.

El Señor tiene especialmente en cuenta a los que caminan en la luz que les ha dado, que testifican mediante sus hechos de que están tratando de honrar a Dios. Desea presentar la perla de gran precio mediante un Pedro, y mediante un Cornelio y su familia muchas almas serán conducidas a la luz (RH 8-8-1899).

Debido a las admirables obras de Dios, Cornelio fue inducido a relacionar su vida enérgica y fiel con los discípulos de Cristo. Así será también en los últimos días. Muchos estimarán la sabiduría de Dios por encima de cualquier ventaja terrenal y obedecerán la Palabra de Dios, como la norma suprema. Los tales serán conducidos hasta una gran luz. Llegarán al conocimiento de la verdad, y procurarán presentar esta luz de verdad delante de aquellos de sus conocidos que, como ellos mismos, tienen anhelo de la verdad. Así se convierten en diligentes portadores de luz para el mundo. Como están dominados por el amor de Dios, persuadirán a otros, y aprovecharán cada oportunidad para invitarlos e instarles a que vengan y vean la belleza de la verdad y entreguen sus capacidades para el adelanto de la obra (MS 97, 1898).

Algunos que figuran entre los comerciantes y los príncipes (gobernantes) decidirán obedecer la verdad. Los ojos de Dios han estado sobre los tales mientras procedían de acuerdo con la luz que tenían, manteniendo su integridad. Cornelio... mantuvo su vida religiosa caminando estrictamente de acuerdo con la luz que había recibido. Dios tenía sus ojos sobre él, y le envió un ángel con un mensaje. El mensajero celestial pasó por alto a los que tenían justicia propia; pero vino a Cornelio y lo llamó por nombre (MS 97, 1898).

Mucho se dice acerca de nuestro deber para con los pobres descuidados. ¿No debiera prestarse alguna atención a los ricos descuidados? Muchos consideran que los de esta clase no tienen esperanza, y hacen poco para abrir los ojos de los que -cegados y deslumbrados por el resplandor de la gloria terrenal- no piensan en la eternidad. Miles de ricos han ido a la tumba sin ser amonestados. Pero aunque parezcan ser indiferentes, entre los ricos hay muchas almas agobiadas.

Las riquezas y los honores mundanales no pueden satisfacer el alma. Entre los ricos muchos anhelan alguna seguridad divina, alguna esperanza espiritual. Muchos anhelan 1061 algo que ponga fin a la monotonía de su vida sin rumbo, Muchos que están en cargos públicos sienten su necesidad de algo que no tienen. Entre ellos hay pocos que van a la iglesia, pues creen que reciben poco beneficio. La enseñanza que oyen no toca el corazón.

¿No los exhortaremos de un modo especial? Dios llama a obreros fervientes y humildes que deseen llevar el Evangelio a las clases encumbradas. No es por medio de una relación casual u ocasional como los ricos, apegados al mundo, pueden ser atraídos a Cristo. Hombres y mujeres saturados del Espíritu Santo, que no desfallezcan ni se desanimen, deben hacer esfuerzos personales decididos (RH 64-1911).

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