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Lección 13: Para el 29 de diciembre de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:  Juan 14:1-3; Isaías 11:1-10; Apoca- lipsis 21:1-5; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 22:1-5; Isaías 35:4-10. PARA MEMORIZAR: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13). Una de las mayores promesas de la Biblia es la del regreso [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 

Juan 14:1-3; Isaías 11:1-10; Apoca- lipsis 21:1-5; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 22:1-5; Isaías 35:4-10.

PARA MEMORIZAR:

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13).

Una de las mayores promesas de la Biblia es la del regreso de Jesús. Sin eso, no tenemos nada, porque nuestras esperanzas se centran en esa promesa y lo que significa para nosotros. Cuando Cristo regrese en

las nubes del cielo, todo lo que es terrenal, temporal y hecho por el hombre desaparecerá. Después del milenio en el cielo, esta Tierra con sus guerras, hambres, enfermedades y tragedias será hecha nueva y se convertirá en la morada de todos los redimidos, que finalmente se reunirán con su Señor.

La esperanza en la Segunda Venida es un tema destacado en el Nuevo Testamento, y durante siglos los cristianos han anhelado el cumplimiento de esta promesa. Nosotros, como adventistas del séptimo día, también anhelamos su regreso. De hecho, el nombre mismo proclama esa esperanza.

En esta lección final, contemplaremos esta promesa y lo que significa para la unidad de los cristianos. Nuestra unidad en Cristo a menudo se ve desafiada por nuestras limitaciones y debilidades humanas. Pero ya no necesitaremos buscar soluciones a nuestra fragmentación, porque no habrá fragmentación. En el Segundo Advenimiento, seremos uno con el Señor, reunidos definitivamente para formar una familia restaurada.

 

LA CERTEZA DEL REGRESO DE CRISTO

Juan 14:1 al 3 es la promesa más conocida sobre la segunda venida de Jesús. ¿Qué te dice esta promesa sobre el tipo de vida que tendrán los redimidos en la Tierra Nueva?

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Los primeros cristianos llamaban “esperanza bienaventurada” al regreso de Cristo (Tito 2:13). Esperaban que todas las profecías y las promesas de la Escritura se cumplieran en la Segunda Venida, ya que es el verdadero objetivo de la peregrinación cristiana. Todos los que aman a Cristo esperan con ansias el día en que puedan encontrarse cara a cara con él. Sus palabras en esos versículos sugieren cercanía e intimidad, que compartiremos no solo con Jesús, sino también entre nosotros.

Los cristianos creen en esta promesa porque la Biblia nos garantiza su cumplimiento. Tenemos esta seguridad porque creemos en las palabras de Jesús: “Vendré otra vez” (Juan 14:3). Así como la primera venida de Cristo estaba profetizada, así también se predice la Segunda Venida, incluso en el Antiguo Testamento. Antes del Diluvio, Dios le dijo al patriarca Enoc que la venida del Mesías en gloria pondría fin al pecado. Profetizó: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Jud. 14, 15).

Mil años antes de que Jesús viniera a esta Tierra, el rey David también profetizó que la venida del Mesías reuniría al pueblo de Dios: “Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio” (Sal. 50:3-5).

La segunda venida de Jesús está estrechamente relacionada con su primer advenimiento. Las profecías que predijeron su nacimiento y su ministerio (por ejemplo, Gén. 3:15; Miq. 5:2; Isa 11:1; Dan. 9:25, 26) son el fundamento de nuestra esperanza y confianza en las promesas sobre la Segunda Venida. Cristo “se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. [...] Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Heb. 9:26, 28).

¿De qué manera puedes obtener esperanza y consuelo, incluso ahora mismo, de la promesa de la Segunda Venida?

LA PROMESA DE LA RESTAURACIÓN

Lee Isaías 11:1 al 10. ¿Qué promesa recibió Israel, y qué dice sobre la morada eterna de los redimidos?

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La Biblia comienza con la historia de la creación de la Tierra (Gén. 1, 2). Es una descripción de un mundo hermoso y armonioso confiado a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Un mundo y un hogar perfectos para la raza humana, a quien Dios creó. Los últimos dos capítulos de la Biblia también hablan de la creación, por parte de Dios, de un mundo perfecto y armonioso para la humanidad redimida (Apoc. 21, 22), pero esta vez es más preciso hablar de recreación, es decir, la restauración de la Tierra de los estragos del pecado.

En muchos lugares, la Biblia declara que este hogar eterno de los redimidos será un lugar real, no una fantasía ni un sueño imaginario. Los redimidos podrán ver, oír, oler, tocar y sentir una nueva experiencia, una nueva vida. La profecía de Isaías 11 es un hermoso pasaje que predice la venida del Mesías, quien creará una nueva era. Él pondrá fin a toda violencia y marcará el comienzo de una paz eterna. El reinado de Dios en esta Tierra Nueva establecerá la armonía universal.

Lee Apocalipsis 21:1 al 5. ¿Qué desaparecerá para siempre como resultado de esta nueva armonía?

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Elena de White escribió sobre lo que les espera a los redimidos:

“Y al transcurrir los años de la eternidad, ofrecerán más ricas y gloriosas revelaciones de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la felicidad aumentarán. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, más admirarán su carácter. Al revelarles Jesús las riquezas de la redención y las sorprendentes realizaciones logradas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos latirán con más ferviente devoción, y tañerán las arpas de oro con mano segura. Y entonces diez mil veces diez mil y miles de millares de voces se unirán para incrementar el poderoso coro de alabanza” (HR 453).

¿De qué manera podemos entender el carácter de Dios incluso ahora? Vivir en armonía y unidad con los demás ¿en qué medida revela algo sobre el carácter y la naturaleza de Dios, incluso ahora?

LA RESURRECCIÓN Y EL RESTABLECIMIENTO DE LAS RELACIONES

Desde los primeros días de la iglesia, la promesa del regreso de Cristo ha sostenido el corazón del pueblo fiel de Dios, tal vez más que cualquier otra cosa, especialmente durante las pruebas. Más allá de sus espantosas luchas, más allá de sus pesares y dolor inconsolables, tenía la esperanza del regreso de Cristo y todas las maravillosas promesas que contiene la Segunda Venida.

Lee 1 Tesalonicenses 4:13 al 18. ¿Qué promesas están incluidas en este pasaje? ¿Qué nos dicen sobre la esperanza del restablecimiento de las relaciones?

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La segunda venida de Cristo afectará a toda la humanidad de manera profunda. Un aspecto importante del establecimiento del Reino de Dios es la reunión de los escogidos. “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:31). Al momento de esta reunión, los justos muertos resucitarán y recibirán la inmortalidad (1 Cor. 15:52, 53). “Los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tes. 4:16). Este es el momento que todos hemos estado esperando. Los resucitados se reunirán con quienes han estado anhelando su presencia y su amor. Así es como Pablo se regocija en este acontecimiento: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:55).

No son los cuerpos enfermos, envejecidos y desfigurados que descendieron a la tumba los que resucitan, sino cuerpos nuevos, inmortales y perfectos, que ya no están marcados por el pecado que causó su decadencia. Los santos resucitados experimentan el cumplimiento de la obra de res- tauración de Cristo, que refleja la imagen perfecta de Dios diseñada en la Creación (Gén. 1:26; 1 Cor. 15:46-49).

Al momento del segundo advenimiento de Jesús, cuando los redimidos muertos resuciten, los justos que estén vivos en la Tierra serán transformados, y también recibirán cuerpos nuevos y perfectos. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53). Entonces, estos dos grupos de redimidos, los justos resucitados y transformados, “seremos arrebatados juntamente [...] en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:17).

En nuestra era científica, incluso algunos cristianos tratan de encontrar una explicación natural para todo, hasta los “milagros”. ¿Qué nos enseña la promesa de la resurrección acerca de por qué solo los actos sobrenaturales de Dios pueden salvarnos?

UNA TIERRA NUEVA PARA LOS REDIMIDOS

“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17). Tanto Isaías como Juan (Apoc. 21:1) vieron en visión la Tierra Nueva prometida.

Analiza la descripción de Juan de la fabulosa ciudad de los redimidos, la Nueva Jerusalén, en Apocalipsis 21:2 y 9 al 27. ¿Qué implican estos versículos sobre la unidad y la armonía que existirán en esta ciudad?

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Lee Apocalipsis 22:1 al 5. El río de la vida que fluye desde el Trono de Dios y el árbol de la vida que se extiende sobre él son otras dos características importantes de la nueva ciudad. ¿Cuál será su propósito en la Tierra Nueva?

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En la Nueva Jerusalén, Cristo restaurará el árbol de la vida, al que Adán perdió acceso por su transgresión (Gén. 3:22-24). El acceso a este árbol es una de las promesas para los vencedores (Apoc. 2:7). El hecho de que produzca doce clases de frutas, una nueva clase cada mes (Apoc. 22:2), puede sugerir una razón por la que en la Tierra Nueva “de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová” (Isa. 66:23). La referencia a “la sanidad de las naciones” también subraya la intención de Dios de eliminar todas las barreras entre la gente y de restaurar a la humanidad a su propósito original: restaurar a todos los pueblos, tribus y naciones en una familia indivisa que viva en armonía y paz, unidos para darle gloria a Dios.

“ ‘La sanidad de las naciones’ se refiere figurativamente a la eliminación de todas las barreras y separaciones nacionales y lingüísticas [...]. Las hojas del árbol de la vida sanan las brechas entre las naciones. Las naciones ya no son ‘gentiles’, sino que están unidas en una familia como el verdadero pueblo de Dios (cf. 21:24-26). Lo que Miqueas anticipó siglos antes se está cumpliendo ahora: ‘No alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente’ (Miq. 4:3, 4; cf. Isa. 2:4). Allí, a orillas del río de la vida, cada uno de los redimidos ‘invitará a su vecino a sentarse’ (Zac. 3:10,NVI) con él bajo el árbol de la vida. El poder sanador de las hojas del árbol curará todas las heridas: raciales, étnicas, tribales o lingüísticas, que han desgarrado y dividido a la humanidad por siglos” (R. Stefanovic, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, p. 593).

LA VIDA EN LA TIERRA NUEVA

Lee Isaías 35:4 al 10; y 65:21 al 25. ¿Cuán diferente será entonces la vida de la que tenemos en la actualidad?

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Varias veces en el libro de Isaías leemos sobre algo nuevo: “cosas nuevas” (42:9; 48:6), “un nuevo cántico” (42:10), “cosa nueva” (43:19), “un nombre nuevo” (62:2). Lo novedoso en el capítulo 65 es un nuevo orden de cosas. Hay paz y armonía entre todas las criaturas de Dios. Las maldiciones del Pacto para las tierras por la desobediencia y la rebelión (ver Lev. 26:14-17; Deut. 28:30) serán anuladas para siempre, porque el pecado ya no existirá. Habrá abundancia de bendiciones, casas para habitar y comida para disfrutar.

¿Cómo será la vida en un lugar tan hermoso? Algunos se preguntan si podremos reconocer a nuestros amigos y familiares, después de que nuestros cuerpos reciban la inmortalidad y sean completamente restaurados a la imagen de Dios. Después de la resurrección de Cristo, sus discípulos pudieron reconocerlo. María reconoció su voz (Juan 20:11-16). Tomás reconoció la apariencia física de Jesús (Juan 20:27, 28). Los dos discípulos de Emaús reconocieron sus gestos en la mesa (Luc. 24:30, 31, 35). Por consiguiente, si nuestro cuerpo se asemejará al cuerpo resucitado de Jesús, ciertamente podremos reconocernos mutuamente, y podemos vislumbrar una eternidad de relaciones restauradas. Podemos suponer con certeza que continuaremos relacionándonos con aquellos que conocemos y amamos, y que estén allí con nosotros.

“Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que Dios mismo implantó en el alma se ejercitarán de la manera más verdadera y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a ‘toda la familia en los cielos y en la tierra’ (Efe. 3:15), todo eso constituye la felicidad de los redimidos” (CS 656).

“Por tanto, no desmayamos [...]. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Cor. 4:16-18). ¿Cómo podemos, en un mundo que es tan temporal, tan fugaz, aprender a aferrarnos a lo invisible y eterno?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee “He aquí yo vengo pronto”, en Consejos para la iglesia, pp. 645-653; “El regreso de Cristo”, en Eventos de los últimos días, pp. 275-282; “Una atmósfera celestial”, en La Segunda Venida y el cielo, pp. 97-106.

“La resurrección y la ascensión de nuestro Señor constituyen una evidencia segura del triunfo de los santos de Dios sobre la muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo está abierto para quienes lavan las vestiduras de su carácter y las emblanquecen en la sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre como representante de la familia humana, y allí llevará Dios a los que reflejan su imagen para que contemplen su gloria y participen de ella con él.

“Hay mansiones para los peregrinos de la Tierra. Hay vestiduras, coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en el mundo venidero. Entonces las cosas difíciles de entender hallarán explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestra mente finita discernía solo confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el Amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado del Ser que hace que todas las cosas obren conjuntamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante de gloria” (CPI 652).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. Aunque otros cristianos (no todos) creen en la Segunda Venida literal de Jesús, ¿qué tiene de especial la esperanza adventista en la segunda venida de Cristo?

2. Dos peces estaban nadando cuando uno le dijo al otro: “¿Cómo está el agua?” El otro pez respondió: “¿Qué es el agua?” El hecho es que podemos acostumbrarnos tanto a las cosas que no nos damos cuenta de cuán generalizadas son. Por ejemplo, ¿cómo podemos, como seres nacidos en pecado, llenos de pecado, que vivimos en un mundo pecaminoso, comprender cabalmente cuán maravillosa será nuestra nueva existencia en los cielos nuevos y la Tierra Nueva? ¿Por qué, más allá de las limitaciones, deberíamos tratar de imaginar cómo será?

3. No cabe duda de que en la Tierra Nueva viviremos en unidad con todos. ¿Qué podemos hacer ahora mismo que nos ayude a prepararnos para esa experiencia?

Resumen: La Biblia habla con certeza del momento en que esta Tierra será recreada y los estragos del pecado serán borrados para siempre. Por fin la humanidad será restaurada a su propósito original, y todos vivirán en armonía. Nuestra unidad espiritual actual en Cristo, aunque ahora no la alcancemos plenamente, en aquel entonces será una realidad vívida y eterna.

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