Escuela Sabática

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Lección 12: Para el 22 de diciembre de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:  Efesios 5:23-27; Mateo 20:25-28; Tito 1:9; Mateo 16:19; Gálatas 6:1, 2; Mateo 28:18-20. PARA MEMORIZAR:  “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mat. 20:26, 27). [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 

Efesios 5:23-27; Mateo 20:25-28; Tito 1:9; Mateo 16:19; Gálatas 6:1, 2; Mateo 28:18-20.

PARA MEMORIZAR: 

“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mat. 20:26, 27).

Como adventistas del séptimo día, somos cristianos protestantes que creen que la salvación es solo por la fe en lo que Jesucristo ha logrado. No necesitamos una iglesia ni una jerarquía eclesiástica para recibir

los beneficios de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Lo que obtenemos de Cristo lo obtenemos directamente de él, como nuestro Sustituto en la Cruz y como nuestro Sumo Sacerdote mediador en el Santuario celestial.

No obstante, la iglesia es una creación de Dios; él la colocó aquí no como un medio de salvación, sino como un vehículo para ayudarnos a expresar y manifestar esa salvación al mundo. La iglesia es una organización que Jesús creó para la difusión del evangelio en el mundo. La organización es importante en la medida en que consolide y habilite la misión de la iglesia. Sin una organización eclesiástica, el mensaje de Jesús no podría comunicarse de manera efectiva a los demás. Los dirigentes de la iglesia también son importantes, ya que fomentan la unidad e ilustran el ejemplo de Jesús.

Esta semana estudiaremos por qué la organización de la iglesia es esencial para la misión y cómo puede fomentar la unidad de la iglesia.

 

CRISTO, LA CABEZA DE LA IGLESIA

Como ya vimos en una lección anterior, en el Nuevo Testamento se representa a la iglesia con la metáfora del cuerpo. La iglesia es el cuerpo de Cristo. Esta metáfora alude a varios aspectos de la iglesia y la relación entre Cristo y su pueblo. Como el cuerpo de Cristo, la iglesia depende de él para su existencia. Él es la cabeza (Col. 1:18; Efe. 1:22) y la fuente de la vida de la iglesia. Sin él no habría iglesia.

La iglesia también obtiene su identidad de Cristo, porque él es la fuente, el fundamento y el creador de sus creencias y enseñanzas. Sin embargo, la iglesia es más que estas cosas, más allá de la importancia que estas tengan para su identidad. Es Cristo y su Palabra, tal como se revela en las Escrituras, lo que determina qué es la iglesia. Por lo tanto, la iglesia obtiene su identidad y su significado de Cristo.

En Efesios 5:23 al 27, Pablo usa la relación entre Cristo y su iglesia para ilustrar el tipo de relación que debería existir entre el esposo y la esposa. ¿Cuáles son las ideas clave de esta relación entre Cristo y su iglesia?

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Aunque quizá dudemos del concepto de sumisión debido a cómo han abusado de él los dirigentes de otros siglos, no obstante la iglesia debe estar sujeta a la Cabeza, Cristo, y estar sujeta a su autoridad. Nuestro reconocimiento de Cristo como la cabeza de la iglesia nos ayuda a recordar a quién le pertenece nuestra lealtad suprema: al Señor mismo y a nadie más. La iglesia debe organizarse, pero esa organización siempre debe estar subordinada a la autoridad de Jesús, el verdadero líder de nuestra iglesia.

“La iglesia está edificada sobre Cristo como su fundamento; ha de obedecer a Cristo como su cabeza. No debe depender del hombre ni ser controlada por el hombre. Muchos sostienen que una posición de confianza en la iglesia les da autoridad para dictar lo que otros hombres deben creer y hacer. Dios no sanciona esta pretensión. El Salvador declara: ‘Todos vosotros sois hermanos’. Todos están expuestos a la tentación y a cometer errores. No podemos depender de ningún ser finito para ser guiados. La Roca de la fe es la presencia viva de Cristo en la iglesia. De ella puede depender el más débil, y los que se creen los más fuertes resultarán ser los más débiles, a menos que hagan de Cristo su eficiencia” (DTG 382, 383).

¿Cómo podemos aprender a depender de Cristo y no de un “ser finito”, que nos resulta tan fácil?

LIDERAZGO DE SERVICIO

Durante su ministerio con los discípulos, Jesús repetidas veces tuvo momentos en los que probablemente se sintió exasperado por la envidia por el poder que parecían tener. Los apóstoles parecían estar ansiosos por convertirse en poderosos líderes del reino de Jesús (Mar. 9:33, 34; Luc. 9:46). Incluso cuando los discípulos participaban de la Última Cena, estos sentimientos de dominación y supremacía eran tangibles entre ellos (Luc. 22:24).

Durante una de esas ocasiones, Jesús expresó claramente sus pensamientos con respecto al liderazgo espiritual entre su pueblo. ¿Qué principios de liderazgo aprendemos de la exhortación de Jesús en Mateo 20:25 al 28? ¿Cómo podemos manifestar este principio en nuestra vida y especialmente en nuestra iglesia?

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“En este pasaje conciso, Jesús nos presenta dos modelos de autoridad. El primero es la idea romana de autoridad. En este modelo, la élite se coloca jerárquicamente sobre los demás. Tienen el poder de tomar decisiones y de exigir sumisión de quienes están por debajo de ellas. Jesús claramente rechazó este modelo de autoridad cuando afirmó: ‘Mas entre vosotros no será así’. Al contrario, les presentó un modelo de autoridad asombrosamente nuevo a los discípulos, un completo rechazo o reversión del modelo jerárquico con el que estaban familiarizados” (D. Jankiewicz, “Serving Like Jesus: Authority in God’s Church”, p. 18). El concepto de autoridad que Jesús presenta en esta historia se basa en dos palabras clave: siervo (diakonos) y esclavo (doulos). En algunas versiones de la Biblia, la primera palabra, siervo, a menudo se traduce como “ministro”; y la segunda, como “siervo” o “esclavo”. Por lo tanto, ambas palabras pierden así gran parte de la fuerza de la intención de Jesús. Aunque Jesús no deseaba abolir todas las estructuras de autoridad, lo que deseaba enfatizar es que los líderes eclesiásticos deben ser antes que nada siervos y esclavos del pueblo de Dios. Sus cargos no son para ejercer autoridad sobre las personas ni dominarlas o lograr prestigio y reputación. “Cristo estaba estableciendo un reino sobre principios diferentes. Él llamaba a los hombres no a asumir autoridad, sino a servir, a que los fuertes sobrellevaran las flaquezas de los débiles. El poder, la posición, el talento y la educación colocaban a su poseedor bajo una obligación mayor de servir a sus semejantes” (DTG 504).

Lee Juan 13:1 al 20. ¿Qué ejemplo de liderazgo les dio Jesús a sus discípulos? ¿Qué intenta enseñarnos Jesús en este pasaje? ¿Cómo podemos manifestar este principio en todos nuestros actos con los demás, dentro y fuera de la iglesia?

CÓMO CONSERVAR LA UNIDAD DE LA IGLESIA

Lee 2 Timoteo 2:15 y Tito 1:9. Según los consejos de Pablo a Timoteo y a Tito, ¿qué tareas esenciales son responsabilidad de un dirigente y de un anciano de iglesia fiel?

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Observa cuánto énfasis pone Pablo en conservar la pureza de las doctrinas y las enseñanzas. Esto es fundamental para la unidad, especialmente porque se podría argumentar que, más que ninguna otra cosa, nuestras enseñanzas son las que unifican a nuestra iglesia. Una vez más, como adventistas, como personas de diferentes ámbitos de la vida, culturas y orígenes, nuestra unidad en Cristo se encuentra en nuestra interpretación de la verdad que Cristo nos ha dado. Si nos confundimos con estas enseñanzas, entonces solo habrá caos y división, especialmente a medida que nos acercamos al final.

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:1-4).

Con estas palabras, Pablo centra sus pensamientos inspirados en la segunda venida de Jesús y en el día del Juicio. El apóstol utiliza toda la autoridad dada por Dios (ver 1 Tim. 1:1) para darle a Timoteo este importante consejo. En el contexto de los últimos días, donde abundan las enseñanzas falsas y la inmoralidad va en aumento, Timoteo debe predicar la Palabra de Dios. Ese es el ministerio para el que ha sido llamado.

Como parte de su ministerio de la enseñanza, Timoteo debe convencer, reprender y exhortar. Estos verbos nos recuerdan la instrucción dada por las Escrituras (2 Tim. 3:16). Evidentemente, la obra de Timoteo es aplicar, enseñar e implementar lo que encuentra en las Escrituras, y hacerlo con paciencia y perseverancia. Las reprensiones duras y estrictas rara vez llevan a un pecador a Cristo. Al seguir lo que Pablo escribió, y al hacerlo bajo la conducción del Espíritu Santo y con una actitud de líder siervo, Timoteo sería una poderosa fuerza unificadora en la iglesia.

¿De qué forma práctica podemos ayudar a los dirigentes de nuestra iglesia a conservar la unidad en la iglesia? ¿Cómo podemos asegurarnos de ser siempre una fuerza a favor de la unidad y no de la desunión, incluso en medio de disputas?

LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA

Uno de los principales problemas de la organización eclesiástica es tener que ocuparse de la disciplina. De qué forma la disciplina ayuda a conservar la unidad de la iglesia a veces es un tema delicado y se puede malinterpretar fácilmente. Pero, desde una perspectiva bíblica, la disciplina eclesiástica se centra en dos aspectos importantes: la conservación de la pureza doctrinal y la conservación de la pureza de la vida y la práctica de la iglesia.

Como ya hemos visto, el Nuevo Testamento resalta la importancia de conservar la pureza de la enseñanza bíblica, a raíz de la apostasía y las enseñanzas falsas, particularmente en el tiempo del fin. Lo mismo se aplica a la conservación de la respetabilidad de la comunidad mediante la protección contra la inmoralidad, la deshonestidad y la depravación. Por esta razón, se dice que la Escritura es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16).

Lee Mateo 16:19; y 18:15 al 20. ¿Qué principios le dio Jesús a la iglesia en cuanto a disciplinar y amonestar a los que están en falta?

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La Biblia respalda el concepto de disciplina y la obligación de rendir cuentas en nuestra vida espiritual y moral. De hecho, una de las características distintivas de la iglesia es su santidad, o separación del mundo. Sin duda, en la Biblia encontramos muchos ejemplos de situaciones difíciles que requieren que la iglesia actúe de manera decisiva contra los comportamientos inmorales. Deben preservarse las normas morales en la iglesia.

¿Qué principios nos enseñan a seguir estos pasajes al abordar cuestiones difíciles en la iglesia? Mat. 7:1-5; Gál. 6:1, 2.

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No podemos negar la enseñanza bíblica sobre la necesidad de la disciplina eclesiástica. Sin eso, no podemos ser leales a la Palabra. Pero observa la cualidad redentora en muchas de estas amonestaciones. La disciplina debe ser tan redentora como sea posible. Además, debemos recordar que todos somos pecadores y que todos necesitamos de la gracia. Por lo tanto, al administrar disciplina, debemos hacerlo con humildad y con plena conciencia de nuestros propios defectos.

En nuestro trato con los que yerran, ¿cómo podemos aprender a actuar con una actitud más redentora que de castigo?

ORGANIZADOS PARA LA MISIÓN

Como hemos visto durante este trimestre (y no está mal reiterar), como iglesia nos hemos organizado y unido para hacer obra misionera. No somos simplemente un club social de personas afines que se reúnen para afianzarse mutuamente en lo que creen –aunque esto también puede ser importante. Nos reunimos para compartir con el mundo la verdad que nosotros mismos hemos llegado a amar.

En Mateo 28:18 al 20, Jesús les dio a sus discípulos las instrucciones finales para su misión en el mundo. Identifica las palabras clave del mandato de Jesús. ¿Qué implican estas palabras para la iglesia actual?

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La gran comisión de Jesús a sus discípulos incluye cuatro verbos clave: ir, discipular (hacer discípulos), bautizar y enseñar. De acuerdo con la gramática griega de estos versículos, el verbo principal se encuentra en la expresión “hacer discípulos”, y los otros tres verbos indican cómo se puede hacer esto. Los discípulos se hacen cuando los creyentes van a todas las naciones a predicar el evangelio, a bautizar gente y a enseñarle a guardar lo que dijo Jesús.

A medida que la iglesia responde a esta comisión, el Reino de Dios se expande, y cada vez se une más gente de todas las naciones a las filas de quienes aceptan a Jesús como Salvador. Su obediencia a los mandatos de Jesús de bautizarse y observar sus enseñanzas forma una nueva familia universal. Los nuevos discípulos también tienen la seguridad de la presencia diaria de Jesús, ya que ellos mismos hacen más discípulos. La presencia de Jesús es una promesa de la presencia de Dios. El Evangelio de Mateo comienza con el anuncio de que el propósito del nacimiento de Jesús se reduce a “Dios con nosotros” (Mat. 1:23) y termina con la promesa de la presencia continua de Jesús entre nosotros hasta la Segunda Venida.

“Cristo no dijo a sus discípulos que su trabajo sería fácil. [...] Les aseguró que él estaría con ellos; y que si ellos avanzaban con fe estarían bajo el escudo de la omnipotencia. Les ordeñó que fuesen valientes y fuertes; porque Uno más poderoso que los ángeles estaría en sus filas: el General de los ejércitos del cielo. Hizo amplia provisión para la prosecución de su obra, y asumió él mismo la responsabilidad de su éxito. Mientras obedecieran su palabra y trabajasen en comunión con él, no podrían fracasar” (HAp 24).

Medita en el significado de la promesa de la presencia de Jesús con su pueblo hasta la Segunda Venida. ¿Cómo debería afectarnos la realidad de esta promesa al tratar de cumplir con la comisión que nos ha dado Jesús?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee “Responsabilidad individual y unidad cristiana”, en Testimonios para los ministros, pp. 485-505; “Unidad en la diversidad” y “La disciplina en la iglesia”, en Obreros evangélicos, pp. 498-500 y 515-518, respectivamente.

“Los buenos principios de liderazgo se aplican en todo tipo de sociedades, incluida la iglesia. Sin embargo, el líder eclesiástico debe ser más que un líder. También debe ser siervo.

“Existe una contradicción evidente entre ser líder y ser siervo. ¿Cómo se puede liderar y servir al mismo tiempo? El líder ¿no ocupa un puesto de honor? ¿No es el que manda y espera que los demás le obedezcan? Entonces, ¿cómo es que ocupa la posición más baja de ser siervo, de recibir órdenes y cumplirlas?

“Para resolver la paradoja, debemos mirar a Jesús. Él representó magis- tralmente el principio de liderazgo de servicio. Toda su vida fue de servicio. Y, al mismo tiempo, fue el líder más grande que el mundo jamás haya visto” (A. Keough, Our Church Today: What It Is and Can Be, p. 106).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. Medita en la idea de un líder siervo. ¿Qué ejemplos podemos encontrar en el mundo secular?

2. Vuelve a leer Mateo 20:25 al 28. ¿Qué nos dice esto acerca de cómo entiende Dios el significado de la palabra grande (Mat. 20:26) en contraste con la forma en que el mundo entiende la palabra?

3. Si una de las tareas de los dirigentes eclesiásticos es preservar la unidad, ¿qué deberíamos hacer cuando fallan los líderes de la iglesia, cuando su humanidad les impide ser un ejemplo perfecto?

4. ¿Por qué es tan importante que administremos disciplina eclesiástica con un espíritu compasivo y de amor con los que yerran? ¿Por qué Mateo 7:12 siempre debe ser lo más importante en nuestra mente durante el proceso?

Resumen: Es esencial tener una buena organización eclesiástica para la misión de la iglesia y para la unidad de los creyentes. Cristo es la cabeza de la iglesia, y los líderes de la iglesia deben seguir su ejemplo mientras conducen al pueblo de Dios. La unidad se conserva mediante la enseñanza fiel de la Palabra de Dios y una vida de fidelidad a esa Palabra.

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