Lección 10: Para el 08 de diciembre de 2018
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Timoteo 4:11; Filemón 1-25; 2 Corintios 10:12-15; Romanos 5:8-11; Efesios 4:26; Mateo 18:15-17. PARA MEMORIZAR: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10). Como hemos visto, incluso después del Pentecostés, [...]
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
2 Timoteo 4:11; Filemón 1-25; 2 Corintios 10:12-15; Romanos 5:8-11; Efesios 4:26; Mateo 18:15-17.
PARA MEMORIZAR:
“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10).
Como hemos visto, incluso después del Pentecostés, la relación entre los creyentes a veces era tensa. El Nuevo Testamento registra repetidos ejemplos de la forma en que los dirigentes de la iglesia y los miembros
individuales manejaban esos desafíos. Estos principios son extremadamente valiosos para la iglesia actual. Revelan los resultados positivos que pueden surgir cuando utilizamos los principios bíblicos para enfrentar los conflictos y preservar nuestra unidad en Cristo.
En la lección de esta semana, nos enfocaremos en el restablecimiento de las relaciones y en cómo las relaciones humanas impactan nuestra unidad en Cristo. El ministerio del Espíritu Santo implica acercar a las personas a Dios y a los demás. Incluye derribar las barreras en nuestra relación con Dios y con los demás. En resumen, la mayor demostración del poder del evangelio no es necesariamente lo que la iglesia dice, sino cómo vive la iglesia.
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Sin este amor, todo lo que digamos sobre la unidad de la iglesia quedará en la nada.
AMISTAD RESTAURADA
Pablo y Bernabé trabajaban juntos dando testimonio de Jesús. Pero tuvieron un desacuerdo sobre si podían confiar en alguien tan temeroso como Juan Marcos (Hech. 15:36-39). Los peligros potenciales de predicar el evangelio hicieron que Juan Marcos en un momento abandonara a Pablo y a Bernabé, y regresara a casa (Hech. 13:13).
“Esta deserción indujo a Pablo a juzgar desfavorable y aun severamente por un tiempo a Marcos. Bernabé, por otro lado, se inclinaba a excusarlo por causa de su inexperiencia. Anhelaba que Marcos no abandonase el mi- nisterio, porque veía en él cualidades que lo habilitarían para ser un obrero útil para Cristo” (HAp 138).
Aunque Dios usó a todos estos hombres, los problemas entre ellos de- bían resolverse. El apóstol que predicaba de la gracia necesitaba conceder la gracia a un joven predicador que lo había decepcionado. El apóstol del perdón necesitaba perdonar. Juan Marcos creció bajo la tutoría positiva de Bernabé (Hech. 15:39) y, finalmente, el corazón de Pablo aparentemente se conmovió por los cambios.
¿Cómo revelan las cartas de Pablo a Timoteo y a la iglesia de Colosas su renovada relación con Juan Marcos y una nueva confianza en este joven predicador? Col. 4:10, 11; 2 Tim. 4:11.
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Aunque los detalles de la reconciliación de Pablo con Juan Marcos quizá sean imprecisos, el registro bíblico es claro. Juan Marcos llegó a ser uno de los compañeros de confianza del apóstol. Pablo recomendó a Juan Marcos como un colaborador a la iglesia de Colosas. Al final de su vida, Pablo le recomendó encarecidamente a Timoteo que llevara a Juan Marcos con él a Roma porque le era “útil para el ministerio” (2 Tim. 4:11). El ministerio de Pablo se vio enriquecido por el joven predicador, a quien obviamente había perdonado. La barrera entre ellos se había quebrado, y pudieron trabajar juntos en la causa del evangelio. Más allá de los problemas que hubo entre ellos, y aunque Pablo creyera que su actitud anterior hacia Juan Marcos tenía sus razones, ahora todo había quedado atrás.
DE ESCLAVO A HIJO
Mientras estaba encarcelado en Roma, Pablo conoció a un esclavo fugitivo llamado Onésimo, que había huido de Colosas a Roma. Pablo descubrió que conocía personalmente al amo de Onésimo. La Epístola a Filemón es el llamado personal de Pablo a su amigo para restaurar su relación con el esclavo fugitivo.
Las relaciones eran importantes para Pablo. El apóstol sabía que las relaciones rotas son perjudiciales para el crecimiento espiritual y la unidad de la iglesia. Filemón era un dirigente de la iglesia de Colosas. Si albergaba amargura hacia Onésimo, esta teñiría su testimonio cristiano y el testimonio de la iglesia ante la comunidad no creyente.
Lee Filemón 1 al 25. ¿Qué principios importantes sobre las relaciones restauradas podemos encontrar aquí? Recuerda, la palabra clave es principios.
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A simple vista, es sorprendente que Pablo no hablara más enérgicamente contra los flagelos de la esclavitud. Pero la estrategia de Pablo fue mucho más eficaz. El evangelio, idealmente, derriba todas las distinciones de clase (Gál. 3:28; Col. 3:10, 11). El apóstol envió a Onésimo con Filemón, no como un esclavo, sino como su hijo en Jesús y como el “hermano amado” de Filemón en el Señor (File. 16).
Pablo sabía que los esclavos fugitivos tenían un futuro sombrío. Podrían ser detenidos en cualquier momento. Estaban condenados a una vida de indigencia y pobreza. Pero ahora, como hermano de Filemón en Cristo y obrero voluntario, Onésimo podría tener un futuro mejor. Podría tener comida, alojamiento y trabajo asegurados con Filemón. La restauración de una relación rota podría marcar una diferencia dramática en su vida. Se convirtió en un “amado y fiel hermano” y colaborador de Pablo en el evangelio (Col. 4:9). Pablo fue tan ferviente, tan firme en su deseo de reconciliación entre ellos, que estuvo dispuesto a pagar de su bolsillo cualquier problema financiero que pudiera surgir de lo sucedido entre los dos creyentes en Jesús.
DONES ESPIRITUALES PARA LA UNIDAD
Como vimos en una lección anterior, la iglesia de Corinto tenía problemas serios. ¿Qué principios describe Pablo en 1 Corintios 3:5 al 11; 12:1 al 11; y 2 Corintios 10:12 al 15; para la sanidad y la restauración, que son tan vitales para la unidad de la iglesia?
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En estos pasajes, el apóstol describe principios vitales para la unidad de la iglesia. Señala que Jesús utiliza diferentes obreros para llevar a cabo diversos ministerios en su iglesia, aunque cada uno de ellos trabaja unido para edificar el Reino de Dios (1 Cor. 3:9).
Dios nos llama a cooperar, no a competir. Dios dota a cada creyente para que coopere al servicio del cuerpo de Cristo y de la comunidad (12:11). No hay dones mayores o menores. Todos son necesarios en la iglesia de Cristo (vers. 18-23). Los dones que recibimos de Dios no son para exhibirlos egoístamente, y el Espíritu Santo los concede para el servicio en la propagación del evangelio.
Toda comparación con los demás es imprudente, porque nos hará sentir desanimados o arrogantes. Si pensamos que los demás son muy “superiores” a nosotros, nos sentiremos abatidos cuando nos comparemos con ellos y nos desanimaremos fácilmente en cualquier ministerio en el que estemos. Por otro lado, si pensamos que nuestro trabajo para Cristo es más efectivo que el de los demás, nos sentiremos orgullosos, que es el último sentimiento que cualquier cristiano debería albergar.
Ambas actitudes paralizan nuestra efectividad para Cristo y la comunión que tenemos entre nosotros. Al trabajar dentro de la esfera de influencia que Cristo nos ha dado, encontraremos gozo y contentamiento en nuestra testificación a favor de Cristo. Nuestra obra complementará los esfuerzos de otros miembros, y la iglesia de Cristo hará grandes progresos para el Reino.
EL PERDÓN
¿Qué es el perdón? El perdón ¿ justifica el comportamiento de alguien que nos ha hecho un daño terrible? Mi perdón ¿depende del arrepentimiento del ofensor? ¿Qué pasa si la persona con la que estoy enojado no merece perdón?
¿Cómo nos ayudan los siguientes pasajes a comprender la naturaleza bíblica del perdón? Rom. 5:8-11; Luc. 23:31-34; 2 Cor. 5:20, 21; Efe. 4:26.
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Cristo tomó la iniciativa de reconciliarnos con él. “La bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado” (Rom. 2:4, NTV). En Cristo, fuimos reconciliados con Dios mientras aún éramos pecadores. Nuestro arrepentimiento y nuestra confesión no generan reconciliación. La muerte de Cristo en la Cruz, sí. Nuestra parte es aceptar lo que él hizo por nosotros.
Es verdad que no podemos recibir las bendiciones del perdón hasta que confesemos nuestros pecados. Esto no significa que nuestra confesión produzca el perdón en el corazón de Dios. El perdón estaba en su corazón todo el tiempo. La confesión, en cambio, nos permite recibirlo (1 Juan 1:9). Esta es de vital importancia, no porque cambie la actitud de Dios hacia nosotros, sino porque cambia nuestra actitud hacia él. Cuando nos sometemos al poder de convicción del Espíritu Santo para arrepentirnos y confesar nuestro pecado, somos transformados.
El perdón también es vital para nuestro bienestar espiritual. El hecho de no perdonar a alguien que nos ha causado daño, por más que no merezca el perdón, puede lastimarnos más a nosotros que a la otra persona. Si alguien te ha herido y el dolor se encona en tu interior porque no puedes perdonar, estás permitiéndole que te lastime aún más. ¡Con cuánta frecuencia esos sentimientos y ese dolor son causa de divisiones y tensiones en la iglesia! El daño no resuelto entre los miembros de iglesia daña la unidad del cuerpo de Cristo.
El perdón libera al otro de nuestra condena porque Cristo nos ha liberado de su condenación. No justifica el comportamiento de los demás hacia nosotros. Podemos reconciliarnos con alguien que nos ha agraviado, porque Cristo nos reconcilió consigo mismo cuando lo perjudicamos. Podemos perdonar porque somos perdonados. Podemos amar porque somos amados. El perdón es una decisión. Podemos elegir perdonar a pesar de las acciones o las actitudes de la otra persona. Este es el verdadero espíritu de Jesús.
LA RESTAURACIÓN Y LA UNIDAD
Lee Mateo 18:15 al 17. ¿Qué tres pasos nos indica Jesús para ayudarnos a resolver conflictos cuando otro miembro de la iglesia nos hace daño? ¿Cómo debemos aplicar estas palabras en nuestras situaciones contemporáneas?
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El deseo de Jesús al dar el consejo de Mateo 18 es mantener los conflictos interpersonales dentro de la iglesia en un grupo lo más reducido posible. Su intención es que las dos personas involucradas resuelvan el problema entre sí. Por eso, Jesús declara: “Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mat. 18:15). A medida que aumenta el número de personas involucradas en un conflicto entre dos personas, se pueden generar más contiendas y la comunión de los demás creyentes se puede ver muy afectada. La gente toma partido, y todo está listo para la batalla. Pero, cuando los cristianos intentan resolver sus diferencias en privado, y con el espíritu de amor cristiano y de comprensión mutua, se crea un clima de reconciliación. La atmósfera es adecuada para que el Espíritu Santo obre en ellos mientras se esfuerzan por resolver sus diferencias.
En ocasiones, las exhortaciones personales para la resolución de conflictos son infructuosas. En estos casos, Jesús nos invita a llevar a uno o dos más con nosotros. Este segundo paso en el proceso de reconciliación siempre debe seguir al primer paso. El objetivo es unir a las personas, no separarlas más. Los que se suman a la parte ofendida no pretenden hacer valer sus argumentos ni unirse para culpar al otro. Se unen con amor y compasión cristianos como consejeros y compañeros de oración para participar en el proceso de reunir a dos personas separadas.
Hay ocasiones en que no funciona ninguno de los intentos por resolver el problema. En este caso, Jesús nos instruye que presentemos el tema ante la iglesia. Sin duda no está hablando de interrumpir el culto de adoración del sábado por la mañana con una cuestión de conflicto personal. El lugar apropiado para plantear el problema, si los primeros dos pasos no han ayudado a reconciliar a las dos partes, es la reunión de la Junta directiva de la iglesia. Nuevamente, el propósito de Cristo es la reconciliación. No es culpar a una parte y exonerar a la otra.
“No permitan que el resentimiento madure hasta convertirse en malignidad. No dejen que la herida se infecte, y reviente en palabras envenenadas, que contaminarán las mentes de aquellos que las oigan. No permitan que pensamientos de amargura continúen llenando su mente y la de ustedes. Vayan a su hermano y háblenle del asunto con humildad y sinceridad” (OE 516).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee “Cómo se alcanza el perdón”, en Palabras de vida del gran Maestro, pp. 190-197; El discurso maestro de Jesucristo, pp. 105-108.
“Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en su alma, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una jota o tilde” (MS 1:206).
“Si [queremos] subsistir en el gran Día del Señor, con Cristo como nuestro Refugio y nuestra Fortaleza, debemos abandonar toda envidia y contienda por la supremacía. Debemos destruir completamente la raíz de estas cosas impías para que no puedan surgir de nuevo a la vida. Debemos ponernos plenamente del lado del Señor” (EUD 195).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee Colosenses 3:12 al 17. Analiza las cualidades cristianas que el apóstol Pablo incentiva a la iglesia de Colosas a buscar. ¿Por qué estas cualidades son la base de la resolución de conflictos? ¿Cómo nos guían para llevar a cabo los principios que Jesús nos presenta en Mateo 18:15 al 18?
2. Repasa Colosenses 3:12 al 17 y las enseñanzas que se encuentran en estos versículos. ¿Por qué estas cosas son tan esenciales para la unidad de la iglesia?
3. Si observamos a nuestra iglesia, es decir, a la Iglesia Adventista del Séptimo Día como un todo, ¿qué es lo que más nos impide lograr el tipo de unidad que se necesita para alcanzar el mundo? ¿Son nuestras enseñanzas y doctrinas? Por supuesto que no. Eso es exactamente lo que Dios nos ha dado para proclamar al mundo. Tal vez el problema esté únicamente en nosotros, en nuestras relaciones interpersonales, en nuestros celos mezquinos, en nuestras disputas, en nuestro egoísmo, en nuestro deseo de supremacía y muchas otras cosas. ¿Por qué debes suplicar para que el poder del Espíritu Santo produzca los cambios que deben darse en ti antes de ver a toda la iglesia unida?
Resumen: El evangelio de Jesucristo gira en torno a la sanidad y la transformación. Y, cuando estas se producen, no pueden dejar de afectar nuestra relación con los demás. La Biblia nos proporciona principios poderosos y ejemplos de cómo podemos tener relaciones buenas e íntimas con los demás, incluso en un mundo de pecado.