Lección 05: Para el 03 de noviembre de 2018
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hechos 1:12-14; Hechos 2:5-13; Apocalipsis 14:12; Hechos 2:42-47; Hechos 4:32-37; Hechos 5:1-11; 2 Corintios 9:8-15. PARA MEMORIZAR: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42). La unidad de la iglesia es [...]
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Hechos 1:12-14; Hechos 2:5-13; Apocalipsis 14:12; Hechos 2:42-47; Hechos 4:32-37; Hechos 5:1-11; 2 Corintios 9:8-15.
PARA MEMORIZAR:
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42).
La unidad de la iglesia es el resultado de una experiencia compartida en Jesús, quien es la verdad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Los vínculos sólidos de confraternidad se forjan en una experiencia espiritual común. Los primeros adventistas tuvieron esa experiencia en el movimiento millerita. Su experiencia común en 1844 unió sus corazones mientras buscaban una explicación para su chasco. Esta experiencia dio a luz a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la verdad sobre el Juicio preadvenimiento y todo lo que implica.
La experiencia de la iglesia primitiva es un testimonio del poder de la Biblia, la oración y la comunión para promover unidad y armonía entre creyentes de orígenes diferentes. Esa misma experiencia todavía es posible hoy.
“No hay nada que sustituya al cristiano para la concreción del vínculo espiritual que lo une con otros creyentes y con el Señor. [...] Jesucristo primero atrae a un alma a sí mismo, pero luego siempre une a esa alma con otros creyentes en su cuerpo, la iglesia” (R. G. Rayburn, O Come, Let Us Worship, p. 91).
DÍAS DE PREPARACIÓN
En las últimas horas que pasó con los discípulos antes de su muerte, Jesús les prometió que no los dejaría solos. Enviaría a otro Consolador, el Espíritu Santo, para acompañarlos en su ministerio. El Espíritu los ayudaría a recordar muchas cosas que Jesús había dicho y hecho (Juan 14:26), y los guiaría a descubrir más verdades (Juan 16:13). En el día de su ascensión, Jesús renovó esta promesa: “Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. [...] Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hech. 1:5, 8). El poder del Espíritu Santo se derramaría para permitir que los discípulos fueran testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la Tierra (Hech. 1:8).
Lee Hechos 1:12 al 14. ¿Qué hicieron los discípulos durante este período de diez días?
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Podemos imaginar estos diez días como un período de intensa prepara- ción espiritual, una especie de retiro durante el cual estos discípulos com- partieron sus recuerdos de Jesús, sus obras, sus enseñanzas y sus milagros. “Perseveraban unánimes en oración y ruego” (Hech. 1:14).
“Mientras los discípulos esperaban el cumplimiento de la promesa, hu- millaron sus corazones con verdadero arrepentimiento, y confesaron su incredulidad. Al recordar las palabras que Cristo les había hablado antes de su muerte, entendieron más plenamente su significado. Fueron traídas de nuevo a su memoria verdades que habían olvidado, y las repetían unos a otros. Se reprocharon a sí mismos el haber comprendido tan mal al Sal- vador. Como en procesión, pasó delante de ellos una escena tras otra de su maravillosa vida. Cuando meditaban en su vida pura y santa, sentían que no habría trabajo demasiado duro, ni sacrificio demasiado grande, si tan solo pudiesen ellos atestiguar con su vida la belleza del carácter de Cristo. ¡Oh, si tan solo pudieran vivir de nuevo los tres años pasados, pensaban ellos, de cuán diferente modo procederían! Si solo pudieran ver al Señor de nuevo, cuán fervorosamente tratarían de mostrar la profundidad de su amor y la sinceridad de la tristeza que sentían por haberlo apenado con palabras o actos de incredulidad. Pero se consolaron con el pensamiento de que estaban perdonados. Y resolvieron que, hasta donde fuese posible, expiarían su incredulidad confesándolo valientemente delante del mundo [...]. Poniendo aparte toda diferencia, todo deseo de supremacía, se unieron en estrecho compañerismo cristiano” (HAp 29, 30).
DE BABEL AL PENTECOSTÉS
Los días de preparación espiritual, después de la ascensión de Jesús, culminaron en los eventos de Pentecostés. El primer versículo nos dice que en ese día, justo antes de que se derramara el Espíritu Santo sobre los discípulos, estaban todos juntos, “unánimes”, en un mismo lugar (Hech. 2:1).
En el Antiguo Testamento, el Pentecostés era la segunda de las tres fiestas principales a las que todos los varones israelitas tenían la obligación de asistir. Se celebraba cincuenta días (en griego, pentekoste, quincuagésimo día) después de la Pascua. Durante esa fiesta, los hebreos le presentaban a Dios las primicias de su cosecha estival como ofrenda de acción de gracias.
Es probable que para la época de Jesús la fiesta de Pentecostés incluyera también una celebración de la entrega de la Ley en el Monte Sinaí (Éxo. 19:1). Por lo tanto, aquí vemos la importancia continua de la Ley de Dios como parte integrante del mensaje cristiano relacionado con Jesús, cuya muerte ofrece el perdón a todos los que se arrepienten de su transgresión. No es de extrañar que uno de los textos concluyentes con respecto a los últimos días se relacione con la Ley y el evangelio: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12).
Además, así como en el Monte Sinaí cuando Moisés recibió los Diez Mandamientos (Éxo. 19:16-25; Heb. 12:18), en este Pentecostés sucedieron muchos fenómenos extraordinarios: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:2-4).
Lee Hechos 2:5 al 13. ¿Cuál es el significado de este acontecimiento?
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Pentecostés debía ser una fiesta alegre, una fiesta de acción de gracias al Señor por sus bondades. Quizás esta sea la razón de la falsa acusación de embriaguez (Hech. 2:13-15). El poder de Dios se evidencia especialmente en el milagro de hablar en diversos idiomas y entenderlos. Los judíos de todo el Imperio Romano que fueron a Jerusalén para esta fiesta oyeron el mensaje de Jesús, el Mesías, en sus propios idiomas.
De una manera única, el Pentecostés ayuda a revertir la dispersión de la familia humana original y la formación de grupos étnicos, que comenzó decididamente en la Torre de Babel. El milagro de la gracia comienza la reunificación de la familia humana. La unidad de la iglesia de Dios a escala global testifica de la naturaleza de su Reino como la restauración de lo que se perdió en Babel.
CONFRATERNIDAD
En respuesta al sermón de Pedro y su llamado al arrepentimiento, unas tres mil personas tomaron la decisión de aceptar a Jesús como el Mesías y el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento a Israel. Dios estaba obrando en el corazón de todas estas personas. Muchos habían oído hablar de Jesús desde muy lejos y quizá viajaron a Jerusalén con la esperanza de verlo. Algunos tal vez vieron a Jesús y oyeron sus mensajes de salvación, pero no habían asumido el compromiso de seguirlo. En Pentecostés, Dios intervino milagrosamente en la vida de los discípulos y los utilizó como testigos de la resurrección de Jesús. Ahora comprendían que, en el nombre de Jesús, la gente puede obtener el perdón de sus pecados (Hech. 2:38).
Lee Hechos 2:42 al 47. ¿Qué actividades realizaban los primeros seguidores de Jesús como comunidad? ¿Qué creó esta increíble confraternidad?
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Es notable que la primera actividad de esta comunidad de nuevos cre- yentes fuese instruirse en las enseñanzas de los apóstoles. La instrucción bíblica es una forma importante de facilitar el crecimiento espiritual de los nuevos creyentes. Jesús había dado la comisión a sus discípulos para ense- ñarles “todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:20). Guiada por los após- toles, esta nueva comunidad dedicó tiempo a aprender todo lo relacionado con Jesús. Probablemente oyeron hablar de la vida y el ministerio de Jesús; de sus enseñanzas, parábolas y sermones; y de sus milagros, todo explicado como el cumplimiento de las Escrituras hebreas en los escritos proféticos.
También dedicaron tiempo a orar y a partir el pan. Se desconoce si el partimiento del pan es una alusión directa a la Cena del Señor o simplemente se refiere a que participaban juntos de las comidas, como parece indicar Hechos 2:46. La mención de una comunión fraternal infiere que esta nueva cofradía dedicaba tiempo a estar junta, en forma regular, tanto en el templo de Jerusalén, que todavía servía como centro de sus devociones y adoración, como en sus hogares. Comían y oraban juntos. La oración es un elemento vital de una comunidad de fe, y es primordial para el crecimiento espiritual. Esta nueva comunidad dedicaba tiempo a la adoración. Se nos dice que “perseveraban” en estas actividades que realizaban.
Esta fraternidad hizo buenas relaciones con otros de Jerusalén. Los nuevos creyentes “ten[ían] favor con todo el pueblo” (Hech. 2:47). La obra del Espíritu Santo en su vida causó una gran impresión en quienes los rodeaban y sirvió como un testimonio poderoso de la verdad de Jesús como el Mesías.
LA GENEROSIDAD Y LA CODICIA
Una de las consecuencias naturales de la comunión de los seguidores de Jesús fue el apoyo mutuo entre ellos: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hech. 2:44, 45).
Este uso compartido de bienes en común no era un requisito de la comu- nidad, sino una consecuencia voluntaria de su amor mutuo en la comunión que experimentaban. También es una expresión concreta de su unidad. Este apoyo mutuo continuó por algún tiempo, y en Hechos 4 y 5 se nos dan más detalles al respecto. También es un tema que encontramos en otros lugares del Nuevo Testamento, como veremos a continuación.
En este contexto se menciona a Bernabé por primera vez. Parece ser una persona rica que poseía tierras. Luego de vender su propiedad para beneficio de la comunidad, les entregó el dinero a los apóstoles (Hech. 4:36, 37). Se presenta a Bernabé como un ejemplo para seguir.
Lee Hechos 4:32 al 37; 5:1 al 11. Compara el comportamiento y la actitud de Bernabé con el de Ananías y Safira. ¿En qué estuvo mal esta pareja?
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Además de su pecado de mentir al Espíritu Santo, estas personas también mostraron avaricia y codicia. Tal vez ningún pecado puede destruir la fraternidad y el amor con mayor rapidez que el egoísmo y la codicia. Si Bernabé sirve de ejemplo positivo del espíritu de fraternidad de la iglesia primitiva, Ananías y Safira simbolizan todo lo contrario. Lucas es honesto al compartir esta historia de gente menos virtuosa de la comunidad.
En los Diez Mandamientos (Éxo. 20:1-17), el último mandamiento, sobre la codicia, es diferente de los demás. Mientras que los demás mandamientos hablan de acciones que transgreden visiblemente la voluntad de Dios para con la humanidad, el último mandamiento tiene que ver con lo que está oculto en el corazón. El pecado de la codicia no es una acción, sino un proceso mental. La codicia (y su compañero, el egoísmo) no es un pecado visible, sino una condición de la naturaleza pecaminosa. Se hace visible solo cuando se manifiesta en acciones egoístas, como lo que se evidenció aquí con Ananías y Safira. En cierto sentido, el último mandamiento es la raíz del mal que se manifiesta en los hechos condenados por todos los otros mandamientos. Su codicia los expuso a la influencia de Satanás, lo que los llevó a mentirle a Dios; esto no difiere de lo que la codicia también llevó a hacer a Judas.
RECUERDEN A LOS POBRES
La puesta en común de los recursos personales a menudo era una expresión tangible de unidad en la iglesia primitiva. La generosidad que se describe en los primeros capítulos del libro de Hechos prosigue cuando Pablo invita a las iglesias que fundó en Macedonia y Acaya a hacer una contribución para los pobres de Jerusalén (ver Hech. 11:27-30; Gál. 2:10; Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1-4). Ese regalo se convierte en una expresión tangible del hecho de que las iglesias, que se componen principalmente de creyentes gentiles, cuidan y aman a sus hermanos de ascendencia judía en Jerusalén. A pesar de las diferencias culturales y étnicas, forman un solo cuerpo en Cristo y atesoran el mismo evangelio. El hecho de compartir con los necesitados no solo revela la unidad que ya existía en la iglesia, sino también fortalece esa unidad.
Lee 2 Corintios 9:8 al 15. Según Pablo, ¿cuál será el resultado de la generosidad demostrada por la iglesia de Corinto?
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La experiencia de la unidad en la iglesia primitiva nos muestra lo que todavía podemos lograr hoy. No obstante, la unidad no ocurrió sin un compromiso intencional por parte de todos los creyentes. Los dirigentes de la comunidad primitiva consideraban que era su ministerio fomentar la unidad en Cristo. Así como el amor entre el esposo, la esposa y los hijos es un compromiso que debe fomentarse intencionalmente todos los días, también lo es la unidad entre los creyentes. La unidad que tenemos en Cristo se promueve y se hace visible de varias maneras.
Los elementos obvios que fomentaron esta unidad en la iglesia primitiva fueron la oración, la adoración, la comunión, una visión común y el estudio de la Palabra de Dios. No solo captaron su misión de predicar el evangelio a todas las naciones, sino también se dieron cuenta de que tenían una responsabilidad de amor y cuidado mutuo. Su unidad se manifestó en su generosidad y apoyo mutuo dentro de sus propias cofradías locales; y en términos más amplios, entre las comunidades de la iglesia, aunque había largas distancias que las separaban.
“Su benevolencia testificaba que no habían recibido en vano la gracia de Dios. ¿Qué podía producir semejante liberalidad sino la santificación del Espíritu? En ojos de los creyentes y de los incrédulos, era un milagro de la gracia” (HAp 277).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee “Pentecostés”, en Los hechos de los apóstoles, pp. 29-37.
“Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al evangelio eran ‘de un corazón y de un alma’. Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión a ellos confiada; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba a su amor por el dinero y sus bienes. Sus obras mostraban que tenían a las almas de los hombres por más preciosas que las riquezas terrenales.
“Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la vida. Aquellos cuyo corazón está lleno del amor de Cristo seguirán el ejemplo de aquel que por amor a nosotros se hizo pobre con el fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios con el fin de que sus semejantes puedan oír el evangelio, las verdades proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes” (HAp 58).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Vuelve a leer los factores de la lección de esta semana que ayudaron a crear la unidad que experimentó la iglesia primitiva. ¿Cómo podemos, como iglesia actual, hacer cosas similares? Es decir, ¿de que carecemos, en contraste con lo que estaba ocurriendo entre los creyentes en ese entonces?
2. Estas iglesias primitivas del Nuevo Testamento que dieron una ofrenda generosa para ayudar a los pobres de Jerusalén, ¿en qué medida son un ejemplo de lo que debemos hacer hoy? ¿Y en cuanto a otras cuestiones sociales? ¿Cómo pueden participar las iglesias locales en sus comunidades para aliviar la pobreza y satisfacer otras necesidades básicas?
3. ¿Qué lecciones podemos extraer de la triste historia de Ananías y Safira? ¿Cuál es la importancia de la frase que se encuentra en Hechos 5:5 y 5:11 acerca del “gran temor” que vino sobre la iglesia debido a estas dos muertes?
Resumen: La iglesia primitiva experimentó un rápido crecimiento porque los discípulos de Jesús se prepararon intencionalmente para el de- rramamiento del Espíritu Santo prometido. Su comunión y su fe común fueron los medios utilizados por el Espíritu Santo con el fin de preparar sus corazones para el Pentecostés. Después del Pentecostés, el Espíritu Santo continuó transformando esta nueva comunidad, como se evidencia en su generosidad entre ellos y en el rápido crecimiento de la iglesia.