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Lección 03: Para el 20 de octubre de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:  Juan 17:1-26; 1 Juan 5:19; Juan 13:18-30; Juan 5:20-23; Marcos 9:38-41; Apocalipsis 18:4; 1 Juan 2:3-6. PARA MEMORIZAR: “Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 

Juan 17:1-26; 1 Juan 5:19; Juan 13:18-30; Juan 5:20-23; Marcos 9:38-41; Apocalipsis 18:4; 1 Juan 2:3-6.

PARA MEMORIZAR:

“Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20, 21).

 

El Evangelio de Juan brinda una ventana a las preocupaciones de Jesús mientras su traición y su muerte se cernían. En cinco capítulos cruciales (Juan 13-17) recibimos las últimas instrucciones de Jesús, que culminan
con lo que algunos han denominado su “oración sumosacerdotal” (Juan 17). “Es una designación apropiada, ya que nuestro Señor, en esta oración, se consagra para el sacrificio en el que simultáneamente es sacerdote y víctima. Al mismo tiempo, es una oración de consagración en nombre de aquellos por quienes se ofrece el sacrificio: los discípulos que estaban presentes en el aposento alto y los que posteriormente aceptarían la fe a través del tes-
timonio de ellos” (F. F. Bruce, The Gospel of John, p. 328).
En el núcleo de esta oración está la preocupación de Jesús por la unidad
entre sus discípulos y por los que más adelante creerían en él: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos” (Juan 17:9, 10).
Ningún debate significativo sobre la unidad de la iglesia puede ser cabal sin prestar cuidadosa atención a esta oración. ¿Por qué y por quién oraba Jesús? ¿Qué significa su oración para nosotros hoy?
JESÚS ORA POR SÍ MISMO
La oración sumosacerdotal se divide en tres partes. En primer lugar, Jesús ora por sí mismo (Juan 17:1-5), luego por sus discípulos (Juan 17:6-19) y finalmente por quienes más adelante creerían en él (Juan 17:20-26).
Lee Juan 17:1 al 5. ¿Cuál es la esencia de su oración y qué significa para nosotros?

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Jesús intercede primero por sí mismo. En acontecimientos anteriores del Evangelio de Juan, Jesús indicó que aún no había llegado su hora (Juan 2:4; 7:30; 8:20). Pero ahora sabe que llegó la hora de su sacrificio. Ha llegado el momento de la conclusión dramática de su vida terrenal, y él necesita fuerzas para culminar su misión. Es tiempo de orar.
Jesús glorificará a su Padre haciendo su voluntad, incluso si eso significa que deba soportar la Cruz. Su aceptación de la Cruz no es una especie de fatalismo; de hecho, es más bien la manera en que ejerce la autoridad que el Padre le ha dado. Él no murió como mártir, sino que glorificó voluntaria- mente a su Padre al cumplir la razón de su encarnación: su muerte sacrificial en la Cruz por los pecados del mundo.

¿Qué es la vida eterna según Juan 17:3? ¿Qué significa conocer a Dios?

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Ante todo, Jesús nos dice que la vida eterna consiste en conocer personalmente a Dios. Esto no es salvación por obras ni por conocimiento, sino que es la experiencia de conocer al Señor por lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz. Este conocimiento se canaliza a través de una relación personal con el Padre. Nuestra tendencia humana es limitar el conocimiento a hechos y detalles, pero aquí Jesús apunta a algo más profundo y satisfactorio: una relación personal con Dios. El primer advenimiento de Jesús también tuvo el propósito de guiar a la humanidad en su búsqueda de un conocimiento más significativo y salvífico de Dios, y de la unidad mutua a la que conducirá ese conocimiento.

¿Cuál es la diferencia entre conocer a Dios y conocer a Dios personalmente? ¿Qué experiencias has tenido que te hayan ayudado a conocer a Dios?

JESÚS ORA POR SUS DISCÍPULOS

Lee Juan 17:9 al 19. ¿Por qué motivos ora específicamente Jesús en relación con sus discípulos?

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A continuación, Jesús ora por sus discípulos, quienes corren el grave peligro de perder su fe en los días venideros, cuando él ya no esté con ellos en carne y hueso. Por lo tanto, los consagra al cuidado de su Padre.
Jesús pide que Dios los proteja en el mundo. En este sentido, Jesús no ora por el mundo, porque sabe que es intrínsecamente opuesto a la voluntad del Padre (1 Juan 5:19). Pero, debido a que el mundo es el lugar donde servirán los discípulos, Jesús ora para que puedan ser preservados del mal en el mundo. Jesús está preocupado por el mundo; de hecho, él es su Salvador. Pero la difusión del evangelio está ligada al testimonio de aquellos que irán a predicar las buenas nuevas. Por eso, Jesús necesita interceder por ellos para que el maligno no los derrote (Mat. 6:13).
No obstante, un discípulo ha sido derrotado. Previamente esa noche, Jesús había mencionado que uno de ellos había decidido traicionarlo (Juan 13:18-30). Aunque Jesús se refiere al hecho de que las Escrituras habían pre- dicho la traición de Judas (Sal. 41:9), este no era víctima del destino. Durante la Santa Cena, Jesús lo interpeló con un gesto de amor y amistad (Juan 13:26-30). “En ocasión de la cena de Pascua, Jesús demostró su divinidad revelando el propósito del traidor. Incluyó tiernamente a Judas en el servicio hecho a los discípulos. Pero no fue oída su última súplica de amor” (DTG 667).
Al saber que la envidia y los celos podían dividir a los discípulos, como había sucedido en ocasiones anteriores, Jesús ora por su unidad. “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11). Esa unidad está más allá de cualquier logro humano. Solo puede ser el resultado y el regalo de la gracia divina. La unidad de ellos se fundamenta en la unidad del Padre y del Hijo, y esta unidad es un prerrequisito indispensable para un servicio eficaz en el futuro.
La santificación o consagración de los discípulos en la verdad también es indispensable para el servicio. La obra de la gracia de Dios en el corazón de los discípulos los transformará. Pero, si han de dar testimonio de la verdad de Dios, ellos mismos deben ser transformados por esa verdad.

¿Qué significa no “esta[r] en el mundo”? ¿Qué hay en nosotros, en nuestra vida y en nuestra forma de vivir que hace que no seamos de este mundo?

“POR LOS QUE HAN DE CREER EN MÍ”

Después de haber orado por sus discípulos, Jesús amplió su oración e incluyó a “los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20).

Lee Juan 17:20 al 26. ¿Cuál era el mayor deseo de Jesús para quienes más adelante creerían en el mensaje del evangelio? ¿Por qué es tan importante que esta oración se cumpla?

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Como el Padre y el Hijo son uno, Jesús oró para que los futuros creyentes también fuesen uno. En algunos lugares del Evangelio de Juan, Jesús se refirió a la unidad del Padre y del Hijo. Nunca actúan independientemente el uno del otro, sino que están siempre unidos en todo lo que hacen (Juan 5:20-23). Comparten un amor común por la humanidad caída hasta tal punto que el Padre estuvo dispuesto a dar a su Hijo por el mundo, y el Hijo estuvo dispuesto a dar su vida por ello también (Juan 3:16; 10:15).

La unidad a la que Jesús se refiere en esta oración es una unidad de amor y propósito, como la que existe entre el Padre y el Hijo. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Manifestar esta unidad en amor confirmará públicamente su relación con Jesús y con el Padre. “La exhibición de su unidad auténtica debe propor- cionar un testimonio convincente de la verdad del evangelio” (A. J. Kösten- berger, John, Baker Exegetical Commentary on the New Testament, p. 498).

Así es como el mundo sabrá que Jesús es el Salvador. En otras palabras, esta unidad por la que Jesús oró no puede ser invisible. ¿Cómo puede con- vencerse el mundo de la veracidad del evangelio si no puede ver el amor y la unidad entre el pueblo de Dios?

“Dios está conduciendo a un pueblo para que se coloque en perfecta unidad sobre la plataforma de la verdad eterna. [...] Dios quiere que sus hijos lleguen todos a la unidad de la fe. La oración de Cristo, precisamente antes de su crucifixión, pedía que sus discípulos fuesen uno, como él era uno con el Padre, para que el mundo creyese que el Padre lo había enviado. En esta, la más conmovedora y admirable oración, extendida a través de los siglos hasta nuestros días, sus palabras son: ‘Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos’ (Juan 17:20).

“¡Cuán fervorosamente deben tratar de contestar esta oración en su vida los que profesan seguir a Cristo!” (TI 4:21).

¿Qué estamos haciendo en nuestra vida y en nuestra iglesia para ayudar a alcanzar el tipo de unidad que se presenta aquí? ¿Por qué es primordial que cada uno de nosotros tenga cierto grado de muerte al “yo” si queremos que nuestra iglesia esté unida como debería?

LA UNIDAD ENTRE CRISTIANOS

Lee Marcos 9:38 al 41; y Juan 10:16. ¿Qué nos enseña la respuesta de Jesús al apóstol Juan acerca del exclusivismo y los prejuicios sobre quién es un verdadero seguidor de Jesús?

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Los adventistas del séptimo día suelen interpretar que la oración de Jesús, de Juan 17, se aplica a la unidad de su confesión eclesiástica. Debemos estar unidos como iglesia para cumplir con nuestra misión de compartir el mensaje de los tres ángeles. En este aspecto, casi no hay discusiones.

Pero ¿qué sucede acerca de la unidad con los demás cristianos? ¿Cómo debemos relacionarnos con ellos a la luz de lo que Jesús pidió en oración?

Sin lugar a dudas, creemos que Dios tiene personas fieles en otras iglesias además de la nuestra. La Biblia también aclara que Dios tiene a sus fieles incluso en Babilonia: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apoc. 18:4).

Al mismo tiempo, según el libro de Apocalipsis, existe mucha apostasía entre los que profesan el nombre de Cristo y, en los últimos días, muchos cristianos falsos se unirán entre sí y con el Estado para provocar la perse- cución representada gráficamente en Apocalipsis 13:1 al 17. Por lo tanto, los adventistas siempre han sido muy cuidadosos al participar en llamados a la unidad con otras iglesias, como se observa en el Movimiento Ecuménico.

Entonces, ¿cómo deberíamos relacionarnos con otras confesiones re- ligiosas? Elena de White escribió lo siguiente: “Cuando el agente humano somete su voluntad a la voluntad de Dios, el Espíritu Santo impresionará los corazones de aquellos a quienes ministra. Me ha sido mostrado que no debemos rehuir a las obreras de la Unión Pro Temperancia de Mujeres Cristianas. Uniéndonos con ellas en defensa de una total abstinencia no cambiamos nuestra posición en cuanto a la observancia del séptimo día, y podemos demostrar nuestro aprecio por su posición en cuanto al tema de la temperancia. Al abrir la puerta e invitarlas a unirse con nosotros en el asunto de la temperancia, nos aseguraremos su ayuda en lo que atañe a la temperancia; y ellas, al unirse con nosotros, oirán nuevas verdades, las cuales el Espíritu Santo está esperando impresionar en sus corazones” (MB 170).

Aunque esta cita estaba abordando un problema específico en un mo- mento específico, proporciona principios que podemos seguir con respecto a cómo nos relacionamos con los demás cristianos.

En primer lugar, podemos trabajar con ellos sobre la base de intereses sociales comunes. En segundo lugar, si nos unimos a ellos, debemos hacerlo de una manera que no comprometa nuestras creencias o prácticas. En tercer lugar, podemos y debemos usar esta “unidad” para compartir con los demás las preciosas verdades con las que hemos sido bendecidos.

UNA FE QUE SE COMPARTE CON AMOR

En Juan 17:3, Jesús dijo que la vida eterna es conocer a Dios. Lee 1 Juan 2:3 al 6. ¿Qué significa conocer a Dios? ¿Cómo demostramos que conocemos a Dios en nuestra vida diaria?

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En general, si bien la sociedad actual se dice respetuosa de la ley, estas mismas personas a menudo minimizarán la obligación bíblica de guardar los mandamientos de Dios. Algunos incluso argumentan que la gracia de Dios elimina los mandamientos de Dios. Pero esa no es la enseñanza bíblica: “Guardar los mandamientos no es una condición para conocer a Dios sino una señal de que conocemos a Dios/Jesús y que lo amamos. Por lo tanto, el conocimiento de Dios no es solo un conocimiento teórico, sino también conduce a la acción” (E. Mueller, The Letters of John, p. 39). Jesús mismo enfatizó: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. “El que tiene mis man- damientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:15, 21). “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:2, 3).

Lee Juan 13:34, 35. ¿Qué mandamiento nuevo les dio Jesús a sus discípulos y cómo se relaciona con la idea de unidad entre los seguidores de Jesús?

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El mandamiento de amar al prójimo no era nuevo en sí; se lo puede en- contrar en las instrucciones que Dios le dio a Moisés (Lev. 19:18). Lo nuevo es el mandato de Jesús para que sus discípulos se amaran unos a otros como él los amaba. El ejemplo de Jesús de amor abnegado es la nueva ética para la comunidad cristiana.

¡Qué maravillosa norma se nos ha presentado! La vida de Jesús había sido una demostración práctica del amor en acción. La obra de la gracia es un servicio continuo de amor y de esfuerzo abnegado. Podemos imaginar que la vida de Cristo fue una manifestación incesante de amor y abnegación por el bien de los demás. El principio que impulsaba a Cristo debe impulsar a su pueblo en todas sus relaciones. Qué testimonio más poderoso sería ese amor para el mundo. Y qué fuerza poderosa para nuestra unidad podría brindar ese amor también.

¿Cómo podemos aprender a reflejar la clase de amor abnegado por los demás que reflejó Jesús?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee “Estados Unidos en la profecía”, en El conflicto de los siglos, pp. 437-440.

“Aunque la Iglesia Adventista del Séptimo Día es una iglesia mundial con muchas iglesias locales, los adventistas no pretenden ser la iglesia uni- versal de Cristo. La iglesia universal es más amplia que cualquier confesión religiosa. Es visible e invisible dado que está compuesta por quienes creen en Jesús y lo siguen. Esta cuestión teológica en particular se intensifica si tomamos en consideración la apostasía entre los cristianos, que el libro del Apocalipsis aborda en forma conmovedora. La iglesia pura de Apocalipsis 12 contrasta con la ‘ramera’ de Apocalipsis 17, Babilonia, la gran ciudad, que a su vez contrasta con la esposa del Cordero, la Ciudad Santa, o la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. En el siglo I, la iglesia universal quizás haya sido bastante visible. Es mucho más difícil y complejo de verla, por ejemplo, durante la Edad Media.

“Por lo tanto, los adventistas no limitan el concepto de la verdadera iglesia de Dios a su confesión religiosa, ni lo extienden automáticamente a otras iglesias cristianas. La verdadera iglesia de Dios está integrada por quienes realmente creen en él. Dios los conoce. Por otro lado, los adventistas sostienen que son el remanente visible y especial de Dios del tiempo del fin, de Apocalipsis 12:17 y los capítulos 12 al 14. Este remanente tiene un carácter tanto local como universal (Apoc. 2:24; 12:17)” (E. Mueller, “The Universality of the Church in the New Testament”, p. 37).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. ¿Por qué el cumplimiento de Juan 17 es tan importante para nosotros? La oración de Jesús ¿qué revela sobre su deseo para nuestra iglesia actual? 2. Tu iglesia local ¿ha trabajado con otros cristianos sobre ciertos temas? ¿Qué tan bien les fue? ¿Cómo podemos trabajar con ellos, en el momento apropiado, sin comprometer ninguna de las verdades que hemos recibido? 3. ¿Qué implicaciones hay en la siguiente declaración y cómo podemos hacerla realidad entre nosotros? “Si el profeso pueblo de Dios recibiese la luz tal cual brilla sobre ellos de su Palabra, alcanzarían esa unidad por la cual oró Cristo, [...] ‘la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz’. Dice: Hay ‘un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de

vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo’ (Efe. 4:3-5)” (CS 377).

Resumen: La oración sumosacerdotal de Jesús en Juan 17 es un re- cordatorio de que él todavía se preocupa por la unidad de la iglesia en la actualidad. Su oración debería ser nuestra, y debemos buscar formas de consolidar nuestra fe en la Palabra de Dios. El amor por los demás también debe caracterizar nuestras relaciones con todos, incluidos otros cristianos, más allá de nuestras diferencias teológicas.

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