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LAS MARCAS DE UN MAYORDOMO | Lección 06: Para el 10 de febrero de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 11:8-12; Romanos 4:13, 18-21; Mateo 6:24; Hebreos 9:14; 1 Juan 5:2, 3; Lucas 16:10-12. PARA MEMORIZAR: “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado el” (1 Cor. 4:1, [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 11:8-12; Romanos 4:13, 18-21; Mateo 6:24; Hebreos 9:14; 1 Juan 5:2, 3; Lucas 16:10-12.

PARA MEMORIZAR:

“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado el” (1 Cor. 4:1, 2).

A los mayordomos se los conoce por su estilo, o por su marca distintiva, al igual que se conoce a los comerciantes por sus logos o marcas registradas. De hecho, muchas se han vuelto famosas y se convirtieron en una marca de valor comercial.

La marca de un mayordomo cristiano es un re ejo del amor de Cristo gracias a la relación que tiene con él. Cuando vivimos y practicamos los rasgos de Cristo, nuestra vida revelará nuestra marca. Nuestra marca es la marca de Cristo; nuestra identidad se mezcla con la suya (1 Cor. 6:17).

Esta semana nos dedicaremos a identi car los rasgos de carácter de los mayordomos de Dios que componen su marca registrada. Estos rasgos nos inspiran a anhelar el regreso de Jesús y a hacer la obra que se nos ha con ado como eles mayordomos de su verdad. Cada característica describe una relación cada vez más profunda que podemos tener con Aquel que vino a buscar y salvar a los perdidos. Cuanto más se estudien estas cualidades, se arraigarán con mayor profundidad en nuestra vida. El carácter de amor de Dios, en toda su dinámica, se convertirá en nuestra marca y tendrá una in uencia en cada aspecto de nuestra vida, hoy y por la eternidad.

LA FIDELIDAD

“Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado el” (1 Cor. 4:2). Luchar y ganar “la buena batalla de la fe” (1 Tim. 6:12) es primordial para un mayordomo el. Dios es “ el” y nosotros también debemos llegar a serlo gracias a que él obra en nosotros. Ser el signi ca mantenerse rme del lado correcto, especialmente en el fragor de las batallas espirituales.
Seguramente vendrán con ictos espirituales entre el bien y el mal, lo bueno o lo malo. Ellos son parte de la lucha de la fe. La decisión que marca a los mayordomos en cada situación es la de ser el. Si amas las riquezas, asegúrate de permanecer el a Dios y a lo que dice acerca de los peligros del amor al dinero. Si anhelas la fama, mantente rme a lo que dice la Palabra de Dios sobre la humildad. Si luchas con pensamientos lujuriosos, mantente el a las promesas de santidad. Si quieres poder, sé el a lo que Dios dice en cuanto a ser siervo de todos. La decisión de ser el o in el a menudo se toma en una fracción de segundo, aun cuando las consecuencias pueden ser eternas.

Lee Hebreos 11:8 al 12, y 17 al 19; y Romanos 4:13, y 18 al 21. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la importancia de ser eles?
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En hebreo, “ el” signi ca con ar. La misma raíz hebrea nos proporciona la palabra “amén”, y en realidad signi ca ser “sólido” o “ firme”. Fidelidad signi ca que hemos sido probados y que seguimos rmemente comprometidos con el plan de Dios.
Al prepararse para hablar ante el emperador, el reformador Martín Lutero “leyó la palabra de Dios, repasó sus escritos y trató de redactar su respuesta de una forma adecuada [...]. Se acercó a las Sagradas Escrituras [...] y con emoción colocó su mano izquierda sobre el libro sagrado, y levantando su derecha hacia el cielo, juró permanecer el al evangelio y confesar libremente su fe, aunque tuviese que sellar su testimonio con su sangre” (J. H. Merle d’Aubigné, History of the Reformation [Historia de la Reforma], p. 260).

Lee Apocalipsis 2:10. ¿Qué debieran signi car para nosotros las pala­ bras que hablan de ser “ eles hasta la muerte” en nuestro andar cotidiano con el Señor?

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LA LEALTAD

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24). ¿Qué nos enseña este versículo sobre la importancia suprema de la lealtad a Dios?

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El hecho de saber que el nombre de Dios signi ca “celoso” (Éxo. 34:14) debe darnos un toque de clarín para ser leales. La lealtad a un Dios “celoso” es la lealtad en el amor. En la lucha de la fe, la lealtad nos ayuda a definir quiénes somos y nos anima a seguir en la batalla.
Nuestra lealtad es importante para Dios (1 Rey. 8:61). No es un contrato que trata de prever todas las contingencias, ni es solo una lista de reglas, sino más bien la expresión visible de nuestras creencias personales, de nuestra fe y de nuestro compromiso.

Lee 1 Crónicas 28:9. ¿Qué nos enseña este versículo sobre la importan­cia de la lealtad?

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No obstante, donde hay lealtad existe la posibilidad de traición. La lealtad, como el amor, debe ofrecerse libremente, o no es verdadera lealtad. En la guerra, a veces las tropas de primera línea se ven obligadas a quedarse a luchar; de lo contrario, sus o ciales darían la orden de fusilarlos. Estos hombres quizá cumplan con su deber, pero no necesariamente por lealtad. Esa no es la clase de lealtad que Dios nos pide.
Observa a Job. Él no previó los eventos catastróficos que destruirían a su familia, sus posesiones y su salud. Podría haber perdido la confianza, el amor y el compromiso, pero su lealtad a Dios era una decisión inquebrantable de moralidad. Con honestidad y sin miedo a alabar públicamente a Dios, pronunció las famosas palabras: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Su delidad ante el desastre es la esencia de la lealtad, e ilustra muy bien a los mayordomos leales.

Hazte esta pregunta: ¿Cuán leal soy con el Señor, que murió por mí? ¿De qué manera podría revelar mejor esa lealtad?

UNA CONCIENCIA LIMPIA

Hay muchas cosas preciosas que podemos poseer: la salud, el amor, los amigos, una familia maravillosa; todas ellas son bendiciones. Pero quizás una de las más importantes de todas sea una conciencia limpia.

Lee Hebreos 10:19 al 22; y 1 Timoteo 4:1 y 2. ¿Qué significa tener una “mala conciencia” y una conciencia “cauterizada”?

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Nuestra conciencia funciona como un monitor interno de nuestra vida externa. La conciencia necesita unirse a una norma elevada y perfecta: la ley de Dios. Dios escribió su ley en el corazón de Adán, pero el pecado casi lo borró, no solo en él, sino en sus descendientes. Solo quedaban fragmentos de la ley. “[Los gentiles] muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia” (Rom. 2:15, NVI). Jesús venció donde Adán fracasó porque la ley de Dios estaba “en medio de [su] corazón” (Sal. 40:8).

¿Cuál es nuestra única solución para una conciencia mala, según Pablo? (Ver Heb. 9:14.)

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“Ha de entrarse al aposento de la conciencia lleno de telarañas. Las ven- tanas del alma han de ser cerradas hacia la tierra y abiertas de par en par hacia el cielo a n de que los brillantes rayos del Sol de justicia tengan libre acceso a ella [...]. La mente ha de ser mantenida limpia y pura a n de que pueda distin- guir entre el bien y el mal” (MCP 1:335). Cuando la ley de Dios se haya inscrito en el corazón del creyente (Heb. 8:10), y el creyente trate de seguir esa ley por fe, probablemente el resultado será una conciencia limpia.

Si alguna vez has luchado contra la tensión de una conciencia culpable, sabes lo terrible que puede ser su presencia continua, que nunca te dará alivio. ¿Cómo pue- de liberarte de la maldición de una conciencia culpable el hecho de jar tu vista en Jesús y su muerte en la cruz por ti y por tu pecado?

LA OBEDIENCIA

Abel se arrodilló obedientemente ante su altar, sosteniendo la ofrenda del cordero como Dios le ordenó. Caín, por otra parte, se arrodilló furiosamente ante su altar sosteniendo la fruta. Ambos llevaron ofrendas, pero solo uno de los hermanos fue obediente a la orden de Dios. El cordero muerto fue aceptado, pero los frutos de la tierra fueron rechazados. Ambos hermanos comprendían el signi cado y las instrucciones en cuanto a la ofrenda de sacri cios, pero solo uno obedeció lo que el Señor había ordenado (Gén. 4:1-5).
“La muerte de Abel fue la consecuencia de que Caín rechazara el plan de Dios en la escuela de la obediencia, para ser salvado por la sangre de Jesucristo simbolizado por las ofrendas ceremoniales que lo señalaban. Caín no aceptó el derramamiento de sangre, que simbolizaba la sangre de Cristo que debía ser derramada por el mundo” (“Comentarios de Elena G. de White”, CBA 6:1.109).
La obediencia comienza en la mente. Implica el delicado proceso de aceptar mentalmente la responsabilidad de ejecutar mandatos de una autoridad superior. La obediencia deriva de una relación con una gura de autoridad y de la voluntad de obedecer a esa gura. En el caso de nuestra relación con Dios, nuestra obediencia es una acción voluntaria y amorosa que moldea nuestro comportamiento a las obligaciones morales. La obediencia a Dios debe ser tan específica como él lo indique, y no solo como pensamos que es o deseamos que sea. El caso de Caín es un ejemplo perfecto de alguien que hace las cosas a su manera en lugar de hacer lo que Dios pide.

Lee 1 Juan 5:2 y 3; y Romanos 1:5; y 10:16 y 17. ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de lo que significa la obediencia para el cristiano, que es salvo por la fe sin las obras de la ley?

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No obedecemos para ser salvos; obedecemos porque ya somos salvos. La obediencia es la declaración práctica de una fe moral. Samuel le dijo a Saúl: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Sam. 15:22).

¿Qué quiso decir Samuel con “obedecer es mejor que los sacrificios”? ¿Qué debiera decirnos eso como cristianos que podría ayudarnos a no caer en el falso evangelio de la gracia barata?

LA CONFIABILIDAD

Lee Lucas 16:10 al 12. ¿Qué nos enseña esto acerca de ser digno de confianza? ¿Por qué este rasgo es tan importante para un mayordomo fiel?

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Este principio de confiabilidad se ve en toda la Biblia. Por ejemplo, en un relato, a cuatro jefes de la guardia de los levitas se les con ó la protección del Santuario del Antiguo Testamento durante la noche. Debían cuidar las habitaciones llenas de tesoros y tener las llaves para abrir las puertas cada mañana (1 Crón. 9:26, 27). Se les dio esta tarea porque se los consideraba dignos de confianza.
Ser digno de con anza es una característica de un buen mayordomo. Esto signi ca que los mayordomos confiables entienden el significado profundo de su rol; entienden que Dios es digno de con anza, y persiguen el mismo objetivo (Deut. 32:4, 1 Rey. 8:56).
La con abilidad implica un conjunto de rasgos de carácter maduros. Este es el nivel más elevado de carácter y competencia que una persona puede alcanzar a la vista de los espectadores. Re ejar el carácter de Dios significa que harás lo que dices, sin importar las circunstancias ni quienes te presionen para que hagas otra cosa (2 Rey. 12:15).
Los monarcas de dos reinos mundiales consideraron que Daniel era digno de con anza. Su reputación durante toda su vida como consejero confiable que, sin temor, brindaba sabiduría y verdad a los reyes se contraponía abiertamente con la de los adivinos y los magos de la corte. La confiabilidad es la joya de la corona de la ética; exhibe nuestros principios morales en su forma más pura. Esta cualidad en un mayordomo no surge de la noche a la mañana, sino que viene con el tiempo al ser el incluso en las cosas pequeñas.
Los demás perciben nuestra confiabilidad. Nos respetan y confían en nosotros porque saben que no nos dejamos in uenciar fácilmente por las opiniones, las modas ni la adulación. Por lo tanto, ser digno de con anza es una demostración del desempeño del carácter en toda responsabilidad llevada a cabo en la tierra, el campo de experimentación para el cielo. “Debemos ser mayordomos eles y dignos de con anza del Reino de Cristo para que las personas que tienden hacia la vida mundana puedan tener una verdadera representación de las riquezas, la bondad, la misericordia, la ternura y la cortesía del Reino de Dios” (TI 6:193).

Piensa en alguien a quien conozcas personalmente que sea digno de con anza. ¿Qué puedes aprender de esa persona que te ayudaría a ser más confiable también?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Siempre ha sido el proyecto de Satanás desviar la mente de la gente de Jesús hacia el hombre y destruir la responsabilidad individual. Satanás fracasó en su propósito cuando tentó al Hijo de Dios; pero tuvo un enorme éxito cuando se dirigió a los hombres caídos. El cristianismo se corrompió” (PE 213).

Con Cristo en el centro de nuestro ser, estamos abiertos a su conducción. Como resultado, la fe, la lealtad, la obediencia, una conciencia limpia, la confiabilidad y la responsabilidad individual se revelarán en nuestra vida. Así, como mayordomos, alcanzamos la plenitud en las manos de Dios (Sal. 139:23, 24).

La responsabilidad individual es un principio bíblico esencial. Mientras estuvo en la tierra, Jesús respondía individualmente ante el Padre (Juan 8:28). Nosotros somos responsables de toda palabra ociosa (Mat. 12:36). “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Luc. 12:48). Sin embargo, la mayor amenaza para la responsabilidad individual es la tendencia a transferir nuestras responsabilidades a los demás. “Mantengamos en mente el hecho de que la propiedad que se nos ha con ado para ser invertida no es nuestra. Si fuera, podríamos reclamar el derecho de disponer de ella a nuestro antojo; podríamos delegar nuestra responsabilidad sobre los otros, y dejar con ellos nuestra mayordomía. Pero esto no se puede hacer, porque el Señor nos ha hecho individualmente sus mayordomos” (TI 6:169).

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. Analiza las distintas marcas de un mayordomo que estudiamos esta semana: la responsabilidad individual, la con abilidad, la obediencia, la lealtad, una conciencia limpia y la delidad. ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿En qué medida la negligencia en un aspecto conduciría a descuidar los demás? O, ¿cómo podría la rme adhesión en un aspecto llevar a la adhesión en los demás?

2. Piensa de qué modo las promesas del evangelio pueden ayudar a quienes están luchando con una conciencia culpable. ¿Qué promesas pueden reclamar? 3. A menudo consideramos que el concepto de “lealtad” es bueno en sí y de por sí. Pero, ¿siempre es así? ¿Cómo se podría ser leal a alguien o a algo que no es bueno? ¿Por qué, entonces, el concepto de “lealtad” debe entenderse siempre en un contexto especí co para ver si esta lealtad es buena o sin fundamento?

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