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LA VIDA EN LA IGLESIA PRIMITIVA | Lección 3: Para el 21 de julio de 2018

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:  Hechos 2:42-46; 4:34, 35; 3:1-26; 4:1- 18; 5:1-11; 5:34-39.   PARA MEMORIZAR:  “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 

Hechos 2:42-46; 4:34, 35; 3:1-26; 4:1- 18; 5:1-11; 5:34-39.

 

PARA MEMORIZAR: 

“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hech. 2:46, 47).

El sentido de urgencia de la iglesia primitiva no podría haber sido más fuerte. La manera en que Jesús había respondido la pregunta sobre el establecimiento del reino mesiánico, que dejaba abierta la cuestión

del tiempo (Hech. 1:6-8), podía interpretarse como que todo dependía de la venida del Espíritu y de la culminación de la misión apostólica. Por ende, cuando llegó el Pentecostés, los primeros creyentes pensaban que todo se había cumplido: recibieron al Espíritu y compartieron el evangelio con todos aquellos con quienes se relacionaban.

La iglesia se desprendió de sus bienes materiales. Como percibían que el tiempo era corto, vendieron todo lo que tenían, y se dedicaron a la camaradería mientras seguían dando testimonio de Jesús, pero solo en Jerusalén. La vida comunitaria que establecieron, aunque era eficaz para ayudar a los pobres, pronto se volvió un problema, y Dios tuvo que intervenir para conservar la unidad de la iglesia. También empezaron a enfrentar oposición.

LA ENSEÑANZA Y LA CAMARADERÍA

Después del Pentecostés, Lucas modifica la narración enfocándola en una descripción general de la vida interna de la iglesia de Jerusalén. “Y per- severaban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42). Los cuatro puntos señalados parecen resumirse básicamente en la enseñanza y la camaradería. Según el versículo 46, la enseñanza se llevaba a cabo en el Templo, mientras que la camaradería se realizaba en las casas particulares.

El atrio del Templo estaba rodeado de porches techados que a menudo se usaban para la instrucción rabínica. El hecho de que los creyentes se hayan dedicado a aprender de los apóstoles muestra que el don del Espíritu no los condujo a una religión contemplativa, sino a un intenso proceso de aprendizaje bajo la conducción de los apóstoles, cuya enseñanza autorizada era autenticada por maravillas y señales (Hech. 2:43).

La comunión espiritual era otra marca distintiva de la piedad cristiana primitiva. Los creyentes estaban constantemente juntos, no solo en el Templo, sino también en sus hogares, donde compartían las comidas, celebraban la Santa Cena y oraban (Hech. 2:42, 46). Con esas celebraciones diarias, los cris- tianos primitivos expresaban su esperanza en el pronto regreso de Jesús, cuando su comunión con ellos sería restaurada en el reino mesiánico (Mat. 26:29).

Los hogares particulares desempeñaron un papel clave en la vida de la iglesia primitiva. Los creyentes todavía asistían a las ceremonias diarias del Templo (Hech. 3:1), y los sábados probablemente estaban en las sinagogas con sus hermanos judíos (Sant. 2:2), pero los elementos distintivos de la devoción cristiana se llevaban a cabo en los hogares.

Lee Hechos 2:44 y 45; 4:34 y 35. ¿Qué aspecto importante existía en la hermandad cristiana primitiva?

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Como creían que el fin estaba cerca, decidieron que sus posesiones mate- riales (su “propiedad privada”, para usar una expresión más actualizada), ya no eran tan importantes. Por lo tanto, les pareció apropiado hacer uso común de sus recursos materiales. No había motivo para preocuparse por el mañana, ya que el Mesías mismo proveería para sus necesidades en el reino mesiánico (Luc. 22:29, 30). Este uso compartido les permitió experimentar un sentido más profundo de unidad, además de llegar a ser un extraordinario ejemplo de generosidad cristiana.

¿Cuán generoso eres con lo que has recibido del Señor?

LA CURACIÓN DE UN COJO

 

En Hechos 3:1, Pedro y Juan fueron al Templo para el culto de oración de las tres. Esto indica el carácter esencialmente judío de la fe de la iglesia en este período temprano. Es decir, los apóstoles no iban al Templo solo para instruir o hacer nuevos conversos, sino porque Pedro y Juan eran judíos y, como tales, todavía seguían comprometidos con las tradiciones religiosas judías (Hech. 20:16; 21:17-26), al menos hasta ese momento. Allí realizaron un asombroso mi- lagro (Hech. 3:1-10), que le dio a Pedro la oportunidad de predicar otro sermón.

Lee Hechos 3:12 al 26. ¿Cuáles son algunos de los principales énfasis de Pedro en su sermón?

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Cinco puntos principales caracterizaban la predicación cristiana primitiva: Jesús era el Mesías sufriente (Hech. 3:18); Dios lo resucitó (Hech. 3:15); Jesús fue exaltado en el cielo (Hech. 3:13); vendrá otra vez (Hech. 3:20); y se precisa arrepentimiento para el perdón de los pecados (Hech. 3:19).

En muchos aspectos, este es el mismo mensaje que nosotros estamos lle- vando al mundo, aunque el contexto haya cambiado. Los apóstoles todavía estaban en un contexto judío, cuando en vez de cambiar de religión el pueblo simplemente tenía que “emigrar” del Antiguo Pacto al Nuevo. Como parte del pueblo de Dios, tenían que aceptar al Mesías y experimentar el nuevo naci- miento como resultado de una verdadera aceptación de Jesús.

En la actualidad, aunque la situación es diferente, el mensaje sigue siendo esencialmente el mismo: Cristo murió por nuestros pecados, resucitó y volverá. Por lo tanto, esto significa que podemos encontrar salvación en él. Incluso en el contexto del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, el Jesucristo cru- cificado, el Jesucristo resucitado y el Jesucristo que vuelve debe ser el centro de la proclamación de ese mensaje.

“Los adventistas del séptimo día deberían destacarse entre todos los que profesan ser cristianos en cuanto a levantar a Cristo ante el mundo. La pro- clamación del mensaje del tercer ángel exige la presentación de la verdad del sábado. Esta verdad, junto con las otras incluidas en el mensaje, ha de ser proclamada; pero el gran centro de atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado a un lado. Es en la cruz de Cristo donde la misericordia y la verdad se encuentran, y donde la justicia y la paz se besan. El pecador debe ser inducido a mirar al Calvario; con la sencilla fe de un niñito, debe confiar en los méritos del Salvador, aceptar su justicia, creer en su misericordia” (OE 164).

EL SURGIMIENTO DE LA OPOSICIÓN

El éxito de la iglesia no tardó en suscitar la oposición de algunos líderes de Jerusalén. El Templo de Jerusalén era administrado por el sumo sacerdote y sus colaboradores, que mayormente eran saduceos. El sumo sacerdote también era el presidente del concilio del Sanedrín, que en aquellos días estaba compuesto en su mayoría por saduceos y fariseos. Dado que los saduceos no creían en la resurrección, se sintieron muy molestos por el hecho de que Pedro y Juan enseñaran que Jesús había resucitado de entre los muertos. Los apóstoles fueron detenidos por los guardias del Templo y puestos bajo custodia hasta el día siguiente, cuando fueron llevados ante el Concilio (Hech. 4:1-7).

Lee Hechos 4:1 al 18. Cuando se les preguntó con qué autoridad habían estado actuando, ¿cómo respondió Pedro? ¿Cuál era el mensaje subyacente en lo dicho por Pedro que los líderes consideraban tan amenazante?

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El desafío a la autoridad, planteada por los dirigentes judíos, sugiere una preocupación por el poder. No obstante, Pedro declaró no solo que el milagro se había realizado en el nombre de Jesús, sino también que la salvación solo proviene de él. Los apóstoles estaban frente al máximo organismo judío; sin embargo, ellos estaban al servicio de una autoridad muy superior. Estos hombres eran pescadores galileos sencillos e indoctos; por lo que su valor y su elocuencia impactaron a los que estaban allí. Aunque los dirigentes no se dieron cuenta, la razón era que los apóstoles estaban llenos del Espíritu Santo, exactamente como Jesús había predicho (Mat. 10:16-20).

Sin poder negar el milagro (el hombre que fue sanado también estaba presente y todos lo podían ver), el Sanedrín les ordenó a los apóstoles que dejaran de predicar. Recelaban tanto el mensaje como la creciente popularidad del movimiento. Al no poder evaluar correctamente las evidencias, permitieron que los prejuicios y el deseo de autoprotección dominaran su accionar.

Las últimas palabras de Pedro están entre las gemas más preciosas del libro de Hechos: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hech. 4:19, 20).

Medita en el deseo de poder y en lo potencialmente peligroso que puede ser, en cualquier nivel y contexto. Como cristianos llamados a ser siervos, ¿por qué debemos ser cuidadosos con la atracción del poder?

ANANÍAS Y SAFIRA

 

No era obligatorio compartir los bienes en la iglesia primitiva. Es decir, no era una condición formal de afiliación. Sin embargo, indudablemente hubo varios ejemplos de generosidad voluntaria que inspiraron a toda la comunidad. Uno de esos ejemplos fue Bernabé (Hech. 4:36, 37), que desempeñará un papel importante más adelante en el libro.

Sin embargo, también hubo ejemplos negativos que amenazaron la unidad de la iglesia desde adentro, justo en un momento en que acababan de comenzar los ataques externos.

Lee Hechos 5:1 al 11. ¿Qué lecciones podemos extraer de esta historia?

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Aunque Lucas no nos da todos los detalles, evidentemente el problema fundamental de Ananías y Safira no era el intento de quedarse con el dinero sino la práctica del engaño dentro de la comunidad. Su pecado no fue resul- tado de un acto impulsivo sino de un plan cuidadosamente elaborado, un intento deliberado de “poner a prueba al Espíritu del Señor” (Hech. 5:9, NVI). No estaban obligados a vender su propiedad ni entregar el dinero a la iglesia. Por lo tanto, cuando se comprometieron a hacerlo, quizás estaban actuando solo en beneficio propio, tal vez incluso tratando de adquirir influencia entre los hermanos mediante lo que parecía ser un acto de caridad encomiable.

Esta posibilidad puede ayudar a explicar por qué Dios los castigó con tanta dureza. Aunque la vida comunitaria de la iglesia era resultado de la convicción de que Jesús estaba a punto de venir, un acto como el de Ananías y Safira en una etapa tan temprana podría desacreditar la importancia de la lealtad a Dios y convertirse en una mala influencia entre los creyentes. El hecho de que no se mencione que Ananías tuvo la oportunidad de arrepentirse, como en el caso de Safira (Hech. 5:8), quizá solo se deba a la brevedad del relato.

La conclusión es que, de principio a fin, ellos actuaron con iniquidad, y el pecado es un asunto serio a la vista de Dios (Eze. 18:20; Rom. 6:23), aunque no siempre lo castigue inmediatamente. Por cierto, el hecho de que a menudo se postergue el castigo debería recordarnos de continuo cuán misericordioso es Dios (2 Ped. 3:9).

¿Por qué debemos tener cuidado de no exceder los límites de la gracia, como hicieron estos dos miembros de la iglesia primitiva?

EL SEGUNDO ARRESTO

 

Si los apóstoles sirvieron como instrumentos para traer el juicio de Dios sobre el pecado, como en el caso de Ananías y Safira, también se podían prestar para traer la gracia de Dios sobre los pecadores. Su poderoso ministerio de curación (Hech. 5:12-16) era una evidencia tangible de que el Espíritu de Dios estaba obrando a través de ellos. Es asombroso que se creyera que incluso la sombra de Pedro podía sanar a la gente. El paralelismo más parecido en los evangelios es el de la mujer que se sanó al tocar la ropa de Jesús (Luc. 8:43, 44). Sin embargo, Lucas no dice que la sombra de Pedro realmente tuviese poder curativo, sino que la gente creía que era así. Con todo, aunque hubiese supers- ticiones populares de por medio, aun así Dios impartía su gracia.

No obstante, cuanto más se llenaban del Espíritu los apóstoles, y cuanto más se multiplicaban las señales y las maravillas, más celosos se ponían los dirigentes religiosos. Esto los llevó a arrestar a los apóstoles por segunda vez (Hech. 5:17, 18). Recién después de su escape milagroso (Hech. 5:19-24) y de otro discurso audaz de Pedro, en el que hizo hincapié en que debían “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29), algunas de las autoridades co- menzaron a considerar la posibilidad de que estuviesen obrando influencias sobrenaturales.

Lee Hechos 5:34 al 39. ¿Cómo intentó Gamaliel disuadir al Sanedrín de matar a los apóstoles?

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El Sanedrín estaba controlado por los saduceos, mientras que los fariseos formaban una minoría influyente. Gamaliel era fariseo y doctor de la Ley. Era tan respetado entre los judíos que se lo conocía como “Rabban” (“nuestro maestro”), en vez de simplemente “Rabbi” (“mi maestro”). Pablo fue uno de sus discípulos (Hech. 22:3).

Gamaliel trajo a la memoria que otros dos movimientos rebeldes en la historia reciente de Israel también habían atraído seguidores y habían cau- sado agitación. Sin embargo, los líderes fueron asesinados y sus seguidores se dispersaron por completo. La lección que extrajo fue que si el movimiento cris- tiano era de origen humano pronto desaparecería. Por otro lado, si se trataba de un movimiento divino, como decían los apóstoles, ¿qué esperanzas tenían ellos de poder resistirlo? El consejo de Gamaliel prevaleció. Los apóstoles fueron azotados y nuevamente se les ordenó que no hablasen en el nombre de Jesús.

¿Qué nos dice esta historia acerca de lo importante y útil que puede ser un buen con- sejo? ¿Cómo podemos aprender a ser más abiertos para pedir consejos incluso cuando quizá no necesariamente reflejen lo que queremos oír?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Somos mayordomos a quienes nuestro Señor ausente ha encomendado el cuidado de su familia de fe y sus intereses, que él vino a esta Tierra a atender. Ha regresado al cielo, dejándonos a nosotros a cargo, y espera que velemos y esperemos por su venida. Seamos fieles a nuestro cometido para que cuando venga de repente no nos halle durmiendo” (TI 8:44).

“La gente necesita ser impresionada con la santidad de sus votos y pro- mesas para la causa de Dios. Tales promesas no se consideraban por lo general tan obligatorias como un pagaré entre hombres. Sin embargo, ¿es menos sagrada y obligatoria una promesa porque es hecha a Dios? Porque le faltan algunos términos técnicos y no tiene valor legal, ¿descuidará el cristiano la obligación ante la cual ha comprometido su palabra? Ningún documento legal o pagaré es más obligatorio que una promesa hecha a la causa de Dios”.– “Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1.156.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. Entre muchas otras cosas, Jesús les dejó dos legados inmediatos a los discípulos: la expectativa de su pronto regreso y una misión mundial. ¿Cómo deberían impactar estos dos factores en nuestro sentido de misión y en el llamado a predicar el evangelio al mundo?

2. Alguien dijo una vez: “Debemos estar listos como si Jesús viniera hoy, pero continuar trabajando [en la misión de la iglesia] como si él se tardara otros cien años en venir”. ¿Qué consejo sabio encontramos en esta opinión y cómo podemos aplicarlo a nuestro llamado en la vida?

3. ¿Por qué la vida, la muerte, la resurrección y el retorno de Jesús deben ser el centro de todo lo que predicamos? O, visto de otro modo: ¿qué sentido tendría predicar sin estos acontecimientos?

4. ¿Qué debería enseñarnos la historia de Ananías y Safira sobre nuestra dificultad para conocer el corazón de los demás, ya sea para bien o para mal? 5. ¿Qué Gamalieles modernos conoces? O, quizá, ¿estás en condiciones de desempeñar ese papel en favor de los demás? En clase, compartan ejemplos de cuán bueno fue dar o recibir consejos sabios. ¿Qué lecciones podemos

aprender de estos relatos?

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