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Lección 8: EL ESPÍRITU SANTO Y LOS DONES DEL ESPÍRITU - 1º Trim 2017

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Corintios 12:4-7, 11; Efesios 11 4:7; 1 Corintios 12:14-31; Romanos 12:3-8; 1 Juan 4:1-3.   PARA MEMORIZAR: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:

1 Corintios 12:4-7, 11; Efesios 11 4:7; 1 Corintios 12:14-31; Romanos 12:3-8; 1 Juan 4:1-3.

 

PARA MEMORIZAR: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6).

Al irse a un largo viaje de negocios, un hombre dejó a su hijo a cargo del hogar, con una tarea específica que realizar. Pero el hijo pronto se percató de que su padre no había provisto los medios y las herramientas necesarios para llevar a cabo el trabajo. Frustrado, tuvo que dejarlo sin hacer.

De manera similar, cuando Jesús dejó a sus discípulos y ascendió al cielo, con su Padre, encargó a sus discípulos una tarea específica: predicar las buenas nuevas del evangelio al mundo. Y no los dejó desprovistos: les dio los medios necesarios para llevar a cabo lo que les mandó hacer, en su nombre y por medio del poder y la ayuda del Espíritu Santo. En 1 Corintios 1:4 al 7, Pablo agradece “por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, [...] de tal manera que nada os falta en ningún don”. Los dones espirituales son otorgados por medio del Espíritu Santo en Cristo para edificación de su iglesia.

Esta semana estudiaremos al Espíritu Santo como el dador soberano de los increíbles dones de Dios, y veremos la diferencia entre el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu.

19 de febrero

EL FRUTO DEL ESPÍRITU Y LOS DONES DEL ESPÍRITU

 

El fruto del Espíritu y los dones del Espíritu tienen el mismo Autor. Sin embargo, no son lo mismo. A nadie se le requiere manifestar un don del Espíritu, pero todos deberían manifestar el fruto del Espíritu. Los dones espirituales no necesariamente testifican de nuestra espiritualidad, pero el fruto del Espíritu, sí. Mientras que hay un solo fruto del Espíritu, hay muchos dones y algunos son mayores que otros.

 

Lee 1 Corintios 12:4 al 7, y 11. ¿Cuál es la esencia de lo que Pablo está enseñando aquí?

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Aunque todos los aspectos del fruto del Espíritu han sido diseñados por Dios para que sean visibles en la vida de sus seguidores, no todos los creyentes tienen el mismo don o los mismos dones. No hay ningún mandato que indique que todos deban tener un don en particular, tal como hablar en lenguas. Más bien Dios, en su soberanía, dota a sus creyentes de diferentes dones como él ve conveniente. Los dones del Espíritu son dados a fin de que podamos servir a otros y edificar el cuerpo de Cristo, su iglesia. Estos dones no son otorgados para nuestro propio placer ni gloria. Son dados para el avance de la causa de Dios.

Por lo tanto, los dones espirituales carecen de valor sin el fruto del Espíritu. Es interesante que, dentro del contexto de los dones espirituales, a menudo se hace referencia al amor. Inmediatamente después de 1 Corintios 12, viene la descripción suprema del amor, en el capítulo 13. Efesios 4:11 al 13 es seguido, en los versículos 15 y 16, por una referencia al amor. Los versículos siguientes a Romanos 12:3 al 8, donde se mencionan los dones del Espíritu, hablan acerca del amor (vers. 9, 10).

Después de todo, los dones son dones de gracia; es decir, son dones de amor. Son otorgados por amor y sirven al amor de Dios a fin de alcanzar a otras personas. Al amar a otros, estamos revelando el amor de Dios por ellos. Un Dios de amor omnisciente provee los medios para llevar a cabo lo que ha comisionado a su pueblo. Quizá, por eso, el amor es el don más grande de todos (1 Cor. 13:13).

 

       ¿Por qué el amor es tan central en todo lo que hacemos como cristianos? ¿De qué manera el amor, en cierto sentido, nos da “poder” para testificar?

20 de febrero

DIOS, EL SOBERANO DADOR DE LOS DONES ESPIRITUALES

 

No somos nosotros los que decidimos qué dones tener. La palabra griega para los dones del Espíritu es charismata; son dones de gracia, distribuidos y dados por Dios mismo. No los obtenemos por nuestro estatus, nuestra posición, nuestro honor, nuestra educación o nuestro desempeño espiritual. Son dones dados libremente por amor, a fin de que podamos cumplir la tarea que Dios nos ha asignado.

 

Lee Efesios 4:7. A menudo pensamos que el Espíritu Santo es el que otorga los dones espirituales. Sin embargo, el apóstol Pablo también conecta a Jesucristo con su distribución. ¿De qué manera está involucrado Jesús a la hora de otorgar dones?

 

Pablo dice que la gracia de Cristo se aseguró el derecho de entregarnos dones. Pero es el Espíritu Santo el que los distribuye a los miembros de la iglesia. Aquellos que han aceptado a Jesucristo como su salvador personal y creen en él serán equipados por el Espíritu Santo con dones espirituales “como él quiere” (1 Cor. 12:11). La distribución de los dones es decisión soberana de Dios.

Una habilidad innata, por sí sola, no es un don espiritual. Los dones espirituales no son lo mismo que los talentos naturales que una persona puede haber desarrollado por medio de educación intensa. Muchos no cristianos son bendecidos con talentos providenciales. Aunque toda cosa buena y todo don perfecto, básicamente, provienen de Dios (Sant. 1:17), él ha decidido equipar a sus creyentes con dones especiales a fin de bendecir las vidas de otros cristianos y de edificar su iglesia. Dios también puede utilizar un talento natural con ese propósito cuando la persona reconoce que aun ese talento, en última instancia, proviene de Dios y, luego, con oración y sumisión, dedica ese talento a la obra de Dios.

 

¿Qué dice Pablo a sus lectores, en 1 Corintios 12:14 al 31, acerca de la distribución de los dones? ¿Por qué esta perspectiva es tan importante para entender el modo en que funcionan los dones espirituales en la iglesia?

 

El Espíritu Santo es el que distribuye los dones según su sabiduría y voluntad. Debido a que nos ama y sabe mejor que nadie cómo podemos servirlo eficientemente, no necesitamos ser envidiosos de otros y de sus dones. Envidiar dones ajenos es una señal de ingratitud hacia Dios y de que dudamos de su sabiduría al distribuir sus dones.

 

¿Qué dones ha otorgado Dios a los miembros de tu iglesia? ¿Qué mensaje puedes obtener del hecho de que diferentes personas tienen distintos dones?

21 de febrero

EL PROPÓSITO DE LOS DONES ESPIRITUALES

 

Lee Romanos 12:3 al 8; y Efesios 4:8 al 12. ¿Cuál es el propósito de los dones espirituales que Dios nos da?

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Los dones espirituales fueron dados claramente para el servicio, y no para nuestra santificación. No son trucos milagrosos que satisfacen nuestra curiosidad, ni tampoco son otorgados como antídoto para el aburrimiento. A menudo pensamos en los dones del Espíritu Santo en términos de suplir nuestras necesidades espirituales, o con el fin de darnos poder en nuestro caminar con Dios. El resultado es una visión de los dones del Espíritu Santo que está centrada más en el cristiano que en Cristo. Está más enfocada en nosotros que en Dios. Cuando intentamos recuperar la perspectiva centrada en Dios de los dones espirituales, nos damos cuenta de que los dones que Dios da cumplen múltiples propósitos divinos: son otorgados para la edificación de la iglesia y fomentar su unidad (Efe. 4:12-16). Son dados para continuar el ministerio de la iglesia encomendado por Dios (vers. 11, 12). Y, en última instancia, son dados para glorificar a Dios (1 Ped. 4:10, 11).

Esta es la razón por la cual los dones nunca son otorgados para complacernos a nosotros mismos. Son para edificación de los demás (1 Ped. 4:10; 1 Cor. 14:12, 26). Son dados para proporcionar ganancia espiritual y edificación para la iglesia entera. Es una tragedia cuando los dones de Dios, que se supone que deberían fomentar la unidad en la iglesia, son mal utilizados y solo algunos individuos se ven beneficiados. Cuando esto ocurre, algunas personas reciben prominencia indebida; lo que, a su vez, fomenta la desunión y da lugar a divisiones.

Demasiado a menudo pensamos en los dones espirituales únicamente en términos de habilidad y de talentos. Mientras que estos están involucrados en los dones espirituales, deberíamos recordar que, al otorgar un don espiritual, el Espíritu Santo siempre da una tarea o ministerio específicos que lo acompañan (1 Ped. 4:10). De modo que se podría decir que los dones espirituales son ciertas capacidades dadas sobrenaturalmente por Dios, por medio del Espíritu Santo. Estos dones capacitan a la persona para un tipo especial de servicio que edificará a la iglesia y son necesarios a fin de alcanzar ese objetivo.

 

       ¿Por qué piensas que un propósito primario de los dones es la unidad de la iglesia? ¿De qué manera los creyentes con diferentes dones pueden apuntar a la unidad de la iglesia? ¿Qué debe ocurrir para que los diferentes dones sean una bendición en vez de una fuente de división?

22 de febrero

EL DON, ANTES Y AHORA

 

Lee 1 Corintios 14:1. Compara las diferentes listas en 1 Corintios 12:7 al 11, y 27 al 31; Romanos 12:3 al 8; y Efesios 4:11 y 12. Esos dones ¿fueron dados únicamente a los creyentes del Nuevo Testamento? ¿Por qué también hoy están disponibles?

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Hay algunos cristianos que piensan que los dones espirituales mencionados en el Nuevo Testamento estaban restringidos a la época de Jesús y los apóstoles. Argumentan que, con la muerte del primer apóstol, los dones espirituales especiales también han desaparecido de la iglesia. Para sustentar esa posición, citan 1 Corintios 13:10, donde el apóstol Pablo afirma que “cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará”. Sí, vendrá el tiempo en el que los dones cesarán. Pero cesarán únicamente cuando lo perfecto haya llegado, es decir, cuando ya no veamos como por un vidrio oscuro, sino cara a cara, cuando Jesús regrese. La Biblia nos dice que los dones espirituales son dados para edificación de la iglesia (1 Cor. 12:28). Pablo amonesta a los creyentes: “desead ardientemente los dones espirituales” (1 Cor. 14:1; BA). Son necesarios para el bienestar del cuerpo. En ausencia de cualquier evidencia bíblica de que Dios los ha abolido, debemos entender que el propósito de Dios es que permanezcan hasta que la iglesia haya culminado su misión y Cristo haya regresado a la tierra.

La obra de Dios será completada al fin del tiempo con poder y fortaleza mucho mayores que los inicios. Mientras la iglesia sea llamada a preparar al mundo para la segunda venida de Cristo, Dios no dejará que los miembros de la iglesia queden sin ayuda para cumplir su misión. No obstante, estos dones nunca sustituirán la Biblia, ni ocuparán el mismo lugar que ella. Más bien, son un cumplimiento de la promesa bíblica de capacitar a los creyentes a fin de que puedan edificar el cuerpo de Cristo y preparar al mundo para el pronto regreso de Jesús.

 

       Lee Efesios 4:11 al 13, especialmente el versículo 13, que dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. ¿Qué nos dice esto acerca de la necesidad presente de los dones en la iglesia?

23 de febrero

EL ESPÍRITU SANTO Y EL DON DEL DISCERNIMIENTO

 

Lee 1 Corintios 12:10, y 14:29; y 1 Juan 4:1 al 3. ¿Por qué es importante el don del discernimiento?

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Aunque hay dones espirituales genuinos en la iglesia, la Biblia también nos advierte en cuanto a no creer a todo espíritu, sino más bien probar a los espíritus por su conformidad con las Escrituras y su congruencia, y si exaltan a Jesús como el Señor. Es necesario el “discernimiento de espíritus” (1 Cor. 12:10), porque no todo lo que pretende ser de Dios proviene realmente de él. Se nos advierte de que hay poderes demoníacos buscando engañar a la iglesia, y que hay imitaciones diabólicas de los dones genuinos del Espíritu, tales como falsas enseñanzas, falsas profecías, visiones mentirosas, dones de lenguas falsos, poderes de sanidad ocultos, maravillas y señales engañosas, etc.

Algunos que aceptan la validez de los dones espirituales aun hoy, sin embargo, les han dado un énfasis especial en algunos dones espirituales y han otorgado prominencia injustificada a la presencia de señales y maravillas especiales. Es interesante que Pablo menciona el don del discernimiento inmediatamente después de referirse al don de “hacer milagros” y el don de “profecía”, y antes de mencionar el don de lenguas (1 Cor. 12:10).

A fin de preservar a la iglesia en la verdad y la unidad, y para salvaguardar a los miembros de seguir a falsos profetas y ser engañados por falsas señales y milagros, Dios da a la iglesia el don del discernimiento. La madurez bíblica, el conocimiento y la fidelidad a la Palabra de Dios, en fe y práctica, son necesarios para hacer evaluaciones apropiadas. La base para todo discernimiento, sin embargo, debe ser la Palabra de Dios. Únicamente al probar todo según la Palabra, podemos estar seguros si lo que estamos escuchando o viendo es verdaderamente del Señor o si proviene, más bien, de otra fuente.

“Quien haga de la operación de milagros la prueba de su fe, encontrará que Satanás puede, mediante una variedad de engaños, realizar maravillas que pasarán por milagros genuinos. [...] No dejéis que transcurran los días ni que se pierdan las preciosas oportunidades de buscar al Señor de todo corazón, y con toda la mente y el alma. Si no aceptamos la verdad con amor, podemos encontrarnos entre aquellos que verán realizarse milagros por el poder de Satanás en estos últimos días, y que creerán en ellos. Muchas cosas extrañas pasarán por milagros maravillosos, pero deberían considerarse como engaños inventados por el padre de la mentira. [...] Habrá personas que, sometidas a la influencia de los espíritus malignos, realizarán milagros” (MS 2:60, 61).

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee El conflicto de los siglos, pp. 501-506, 579-587.

Algunos se preguntan: “¿Por qué no vemos hoy los mismos tipos de milagros que se veían en los tiempos bíblicos, tales como curaciones milagrosas?” En primer lugar, sí escuchamos historias de milagros. Y, ciertamente, algunas personas los han visto con sus propios ojos. En segundo lugar, cuando leemos la Biblia, nos da la impresión de que los milagros ocurrían de forma constante. Pero nos parece así solamente porque el Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos a escribir acerca de eventos que eran cruciales en el establecimiento de la iglesia primitiva, y estos eventos a menudo incluían milagros. Podríamos imaginarnos que, en la mayoría de los casos y la mayor parte del tiempo, las cosas en aquel entonces eran igual que ahora: las personas aprendían de la Palabra de Dios y, luego, respondían al Espíritu Santo. Por último, Elena de White escribió: “La forma como Cristo obró consistió en predicar la Palabra y en aliviar los sufrimientos mediante obras milagrosas de curación. Pero se me ha dicho que hoy no podemos obrar en la misma forma, porque Satanás ejercerá su poder realizando milagros. Los siervos de Dios de hoy no podrían obrar mediante milagros, porque se realizarán obras espurias de curación que se harán pasar por divinas. Por esta razón, el Señor ha designado un método mediante el cual su pueblo debe llevar a cabo la obra del sanamiento físico, combinándolo con la enseñanza de la Palabra. Deben establecerse sanatorios y, con estas instituciones, deben relacionarse obreros capaces de llevar a cabo una obra médica misionera genuina. Así se rodeará con una influencia protectora a aquellos que acudan a los sanatorios en busca de tratamiento” (MS 2:62).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Cuál es la diferencia entre el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu?
  2. ¿De qué manera la comprensión de que los dones son otorgados por un Dios amante y sabio puede ayudarnos a apreciar los diversos dones en nuestra iglesia?
  3. ¿Por qué las señales y sanaciones milagrosas no son en sí mismas una guía segura para determinar la verdad? ¿Qué necesitamos junto con ellas?
  4. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). ¿Qué amonestación crucial se nos da aquí? ¿Cuán “alto” debería ser el concepto que tenemos de nosotros mismos?
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