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Lección 3: LA DIVINIDAD DEL ESPÍRITU SANTO - 1º Trim 2017

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hechos 5:1-4; 1 Corintios 2:10, 11; Isaías 63:10-14; Tito 3:4-6; Romanos 8:11; 1 Pedro 1:2. PARA MEMORIZAR: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Cor. 13:14).   A lo largo de la Biblia, la deidad [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hechos 5:1-4; 1 Corintios 2:10, 11; Isaías 63:10-14; Tito 3:4-6; Romanos 8:11; 1 Pedro 1:2.

PARA MEMORIZAR:

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Cor. 13:14).

 

A lo largo de la Biblia, la deidad de Dios el Padre es dada por sentado. Encontramos esta verdad expresada tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Es una de las verdades más cruciales y fundacionales de las muchas que encontramos en la Palabra de Dios.

La deidad de Jesús también es afirmada en muchos lugares en las Escrituras, especialmente, por supuesto, en el Nuevo Testamento, tanto en los evangelios como en las epístolas.

Sin embargo, la deidad del Espíritu Santo es enseñada en términos más sutiles. Puede ser inferida a partir de varias declaraciones bíblicas indirectas. Aquí debemos comparar versículo con versículo a fin de estudiar cuidadosamente lo que Dios ha revelado en su Palabra acerca del Espíritu Santo. Al hacerlo, no deberíamos afirmar menos que lo que afirma la Escritura y tampoco deberíamos “pensar más de lo que está escrito” (1 Cor. 4:6). Este tema requiere una actitud humilde dispuesta a aprender; no deberíamos hacer de nuestro razonamiento humano acerca de Dios el estándar según el cual el Espíritu Santo debe ser entendido. Más bien, deberíamos aceptar y testificar lo que las Escrituras afirman, sin importar cuán difíciles de comprender plenamente puedan ser algunos de los conceptos.

15 de enero

EL ESPÍRITU SANTO Y DIOS

 

La Biblia no presenta una descripción sistemática de la divinidad del Espíritu Santo. Más bien encontramos pistas interesantes que indican que los escritores bíblicos consideraban al Espíritu Santo como igual a Dios. Hay varios pasajes bíblicos en los que la misma actividad es atribuida a Dios y, luego, también al Espíritu Santo.

 

       Lee Hechos 5:1 al 4. ¿Qué podemos concluir acerca de Dios y el Espíritu Santo a partir de las palabras de Pedro a Ananías?

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Si el Espíritu Santo no fuera Dios, entonces Pedro habría estado hablando aquí de una manera muy descuidada y engañosa. El aspecto interesante acerca de la naturaleza del Espíritu Santo, sin embargo, es el hecho de que el apóstol Pedro coloca a Dios y al Espíritu Santo en el mismo nivel. En el versículo 3, le pregunta a Ananías por qué le ha mentido al Espíritu Santo, y continúa al final del versículo 4: “No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Pedro, claramente, iguala al Espíritu Santo con Dios. Su argumento es que Ananías no solamente estaba mintiéndole a los apóstoles, sino a Dios mismo. Mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios. El Espíritu Santo es Dios. Pedro lo expresa aquí muy claramente.

¿Por qué el castigo por lo que hicieron estas dos personas fue tan duro?

Debemos recordar que los creyentes de la iglesia primitiva en Hechos eran “de un corazón y un alma” (Hech. 4:32). Esta unidad era producto del Espíritu Santo, y esta es la razón por la cual compartían libre y voluntariamente lo que poseían. Mentir con respecto a lo que compartían era negar la unidad de la comunidad y negar al Espíritu que sustentaba esa unidad y la hacía posible.

Por esta razón, la mentira de Ananías y su esposa falsificó la obra divina y la presencia del Espíritu Santo en la comunidad de la iglesia temprana. Una deshonestidad tan grande hacia Dios es destructiva e impide que el Espíritu de Dios pueda trabajar de manera efectiva en las vidas de los creyentes. Dios desea que lo sirvamos indivisamente. Debido a que la naciente comunidad de fe estaba en un momento crucial de su existencia, Dios utilizó consecuencias drásticas para asegurarse de que la nueva iglesia trabajara en unísono y fidelidad el uno con el otro y estuviera dispuesta a dejarse guiar por su Espíritu.

 

       Piensa cuán fácilmente Ananías y Safira podrían haber justificado su pecado: “Después de todo, ¿acaso no hemos vendido nuestra propia propiedad y hemos dado un poco a la iglesia? ¿Cuál es el problema si nos guardamos un poco?” ¿Qué debería decirnos esta historia acerca de cuán cuidadosos debemos ser en cuanto a cómo justificamos nuestras acciones?

16 de enero

LOS ATRIBUTOS DIVINOS DEL ESPÍRITU SANTO

 

En varios pasajes bíblicos se describe al Espíritu Santo con atributos divinos.

 

¿Qué actividades y características del Espíritu Santo son mencionadas en los siguientes pasajes bíblicos, y que pueden ser atribuidas solamente a Dios?

 

1 Corintios 2:10 y 11; compara con Isaías 40:13 y 14.

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Salmo 139:7.

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Hebreos 9:14; compara con 1 Timoteo 6:16. __________________________________________________________________

 

Lucas 1:35, y Romanos 15:19; compara con Salmo 104:30.

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En su examinación de la sabiduría de Dios, Pablo argumenta que es el Espíritu Santo el que nos da a conocer esta sabiduría. Los “iguales se conocen” es el razonamiento que Pablo utiliza aquí en su argumento. Solamente uno que es igual a Dios puede saber las cosas profundas de Dios (1 Cor. 2:10, 11). Nadie puede conocer a Dios como lo hace el Espíritu, pues este conoce a Dios desde adentro, de una manera que alguien de afuera no puede. El Espíritu Santo, de hecho, es omnisciente.

La presencia del Espíritu es la presencia de Dios. Si no puedo huir a un lugar donde no esté el Espíritu de Dios, entonces es omnipresente (compara con Sal. 139:7).

El Espíritu Santo es considerado eterno (Heb. 9:14). Según la Biblia, ¿cuántos seres eternos hay? Solamente Dios es eterno (1 Tim. 6:16). Si el Espíritu es llamado eterno, entonces debe ser Dios.

El Espíritu Santo también es todopoderoso. En Lucas 1:35 las frases “el Espíritu Santo” y “el poder del Altísimo” son construcciones sinónimas. Aquí se refieren a un milagro de primera magnitud, la concepción virginal. En Romanos 15:19, el apóstol Pablo reconoce que este ministerio se realizó “con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios”. Por supuesto, el Espíritu Santo puede realizar milagros divinos.

Jesús también dice que la blasfemia contra el Espíritu es imperdonable (Mat. 12:31, 32; Mar. 3:28, 29). Esto es incomprensible a menos que el Espíritu sea divino.

Pero, quizás la obra más asombrosa del Espíritu Santo es su habilidad de cambiar las mentes y los corazones humanos. Es el Espíritu Santo el que obra un nuevo nacimiento espiritual (Juan 3:5-8). Él tiene el poder para lograr algo que solamente Dios puede hacer.

17 de enero

PISTAS BÍBLICAS

 

En la Biblia, existen varias referencias al Espíritu Santo que son intercambiables con referencias a Dios.

 

Lee Isaías 63:10 al 14, y compáralo con Números 14:11 y Deuteronomio 32:12. ¿A quién se estaba refiriendo el escritor en estos pasajes, y qué nos dice esto acerca de la divinidad del Espíritu Santo?

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En Isaías 63:10, las personas se rebelaron y contristaron al Espíritu Santo. Sin embargo, el registro paralelo encontrado en Números 14:11, afirma que “Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?”. Y en Deuteronomio 32:12, se nos dice que “Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño”. Evidentemente, los escritores bíblicos veían a Dios y al Espíritu Santo a la par en esto.

En 2 Samuel 23:2, leemos: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí”; mientras que la declaración paralela del versículo 3 dice: “El Dios de Israel [...] me habló”. Una vez más, la conclusión de este paralelismo bíblico es que el Espíritu Santo es considerado como igual a Dios.

 

Compara 1 Corintios 3:16 y 17, con 6:19 y 20; y 1 Corintios 12:11, con 12:28. ¿De qué manera las referencias al Espíritu Santo y a Dios son utilizadas indistintamente en estos pasajes? ¿Qué se atribuye a Dios y al Espíritu Santo de igual forma?

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En 1 Corintios 3:16 y 17, Pablo utiliza un lenguaje similar a 1 Corintios 6:19 y 20. Para el apóstol Pablo, que el Espíritu Santo habite en una persona es equiparado a que Dios more en ella. Al igualar la expresión “templo de Dios” con “templo del Espíritu Santo”, Pablo señala que el Espíritu Santo es Dios.

En 1 Corintios 12:11, Pablo escribe que es el Espíritu Santo el que distribuye los dones espirituales a cada creyente. Unos pocos versículos después, en 1 Corintios 12:28, se nos dice que es Dios quien lo hace. El mensaje básico es claro: el Espíritu Santo realiza la misma acción que Dios está haciendo, evidencia poderosa de que el Espíritu Santo es igual a Dios.

 

       Lee una vez más Números 14:11. ¿De qué formas se puede aplicar esto a nosotros hoy? Piensa en las maneras milagrosas en que Dios ha obrado en nuestra iglesia. Piensa en todas las evidencias que nos ha dado para creer. ¿Cómo podemos asegurarnos de no estar haciendo hoy lo mismo que hizo el pueblo de Dios hace miles de años?

18 de enero

LA OBRA DIVINA DEL ESPÍRITU SANTO

 

El Espíritu Santo lleva a cabo ciertas tareas, que la Biblia atribuye únicamente a Dios. Es activo en la obra divina de la creación, y es igualmente activo en la obra que Dios realiza de recrear a los pecadores.

 

Lee Tito 3:4 al 6. ¿De qué manera Pablo describe el involucramiento del Espíritu Santo en el proceso de recreación?

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El Espíritu Santo es mencionado junto con “Dios nuestro Salvador” (Tito 3:4) en el contexto del lavamiento de la regeneración (bautismo) y de nuestra renovación espiritual (3:5). Es el agente de nuestro nuevo nacimiento. El Espíritu renueva nuestro corazón; despierta nuestro deseo de seguir a Cristo. Es el Espíritu de vida (Rom. 8:2). Es el que santifica a los pecadores y transforma su carácter. Nos ayuda a ser obedientes a Jesucristo, quien nos salvó. Solamente un ser divino es capaz de llevar a cabo cosas tan maravillosas.

 

Compara Isaías 6:8 al 10, con Hechos 28:25 al 27. ¿A quién atribuyen los escritores bíblicos la comunicación divina?

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Por otro lado, hay varios pasajes bíblicos en los que se dice que Dios es el que habla y en los que otros escritores bíblicos declaran que el Espíritu Santo es el que habla. Es el Espíritu el que nos impartió sobrenaturalmente las Escrituras (2 Ped. 1:21), algo que en otros pasajes es atribuido a la inspiración de Dios (2 Tim. 3:16). Impartir las Escrituras es otra tarea divina del Espíritu.

 

¿Qué enseña Romanos 8:11 sobre la divinidad del Espíritu Santo?

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La Biblia declara que el Espíritu Santo resucitó a Jesús de entre los muertos y que el mismo Espíritu también nos resucitará a nosotros. Solamente Dios tiene el poder para resucitar personas de los muertos. Por lo tanto, el Espíritu Santo es Dios.

 

¿Qué cambios puedes realizar que te ayudarán a estar más abierto a la dirección del Espíritu Santo? Es decir, ¿qué prácticas pueden estar impidiendo que disciernas claramente la dirección del Espíritu en tu vida?

19 de enero

LA IMPORTANCIA DE SU DIVINIDAD

 

¿Qué se perdería si el Espíritu Santo no fuera Dios? Lo que significaría para la salvación y la adoración si el Espíritu Santo no fuera plenamente Dios, es serio. La Biblia nos dice que el Espíritu es responsable por la regeneración de los creyentes. Habita en nosotros y nos llena. Renueva nuestro pensar y cambia nuestro carácter. Tiene el poder para resucitar y hace a los seguidores de Cristo como es Dios: santo. Si el Espíritu Santo no es Dios, ¿cómo podemos estar seguros de que no solo puede hacer cualquiera de estas cosas, sino que puede hacerlas de tal manera que sean aceptables ante Dios?

 

Lee 1 Pedro 1:2; 2 Corintios 13:14; y Mateo 28:18 y 19. El hecho de que el Espíritu Santo sea mencionado junto con Dios el Padre, y con Jesucristo, su hijo, en el bautismo y en bendiciones ¿qué nos dice acerca del lugar del Espíritu Santo en la adoración a Dios?

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La divinidad del Espíritu Santo nos ayuda a relacionarnos con él de maneras apropiadas que lo reconocen por quien realmente es. Su divinidad es la presuposición para una espiritualidad centrada en Dios. La iglesia del Nuevo Testamento, sin dudar, menciona al Espíritu Santo al lado de los otros dos miembros de la Deidad. El Espíritu Santo ocupa el mismo nivel y posición que el Padre y el Hijo en el acto del bautismo. Éste tiene una importancia espiritual intensa y es una ordenanza de adoración profunda. Lo que es cierto en el acto del bautismo es igualmente verdadero en la bendición apostólica. Es una invocación de adoración en la que el Espíritu Santo es alabado al igual que el Padre y el Hijo. Las tres personas de la Deidad son mencionadas lado a lado y son ratificados de igual manera.

El Espíritu Santo es confirmado como un objeto propio de adoración en el Nuevo Testamento, no solamente en la bendición y en el bautismo apostólicos, sino también en el requerimiento constante de que dependemos de él para toda bendición espiritual y de que debemos obedecerlo como nuestro Maestro y Santificador divino. ¿Es importante que el Espíritu Santo sea Dios? Sí, muy importante. Si sabemos quién es él verdaderamente, y reconocemos y aceptamos su divinidad, honraremos su trabajo y dependeremos de él para nuestro propio crecimiento personal y nuestra santificación.

 

       Piensa en lo que significa que el Espíritu Santo, Dios mismo, esté trabajando en tu vida. ¿Qué grandes promesas encontramos aquí para nosotros al saber que es Dios quien está obrando a fin de transformarnos en lo que podemos ser para él? ¿Por qué esta es una verdad elevadora y reafirmadora?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee “Falsedades concernientes a la divinidad”, El evangelismo, pp. 445-448.

 

Tal como hemos visto esta semana, la evidencia bíblica de la divinidad del Espíritu Santo es muy convincente. El Espíritu Santo es Dios. Pero, recuerda: al reflexionar sobre el Espíritu, estamos abordando un misterio divino. Reiteramos este punto: de la misma manera en que no podemos explicar plenamente a Dios y su naturaleza, debemos resistir la tentación de hacer de nuestra comprensión humana la norma según la cual pensamos cómo debería ser Dios. La verdad va mucho más allá del entendimiento humano, especialmente cuando esa verdad trata sobre la naturaleza de Dios mismo.

Al mismo tiempo, la fe en la divinidad del Espíritu Santo significa más que solamente aceptar la enseñanza básica de la Trinidad. Incluye la dependencia y la confianza en la obra salvífica de Dios, tal como es comisionada por el Padre y llevada a cabo por medio del Hijo en el poder del Espíritu. “No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo [...]. La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro” (HAp 42, 43).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, cierta vez escribió: “Las cosas de las cuales no podemos decir nada deben ser pasadas por alto en silencio”. Aunque el contexto en el que lo dijo era bastante diferente de lo que escribió Elena de White en la cita transcripta más arriba, el principio es el mismo. Piensa: ¿Por qué es mejor guardar silencio sobre ciertos aspectos de Dios y de las verdades espirituales en general, que no han sido reveladas por la Inspiración?
  2. A veces, es útil reflexionar sobre una posición teológica determinada, planteando la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si esa propuesta no fuera cierta?” Por ejemplo: “¿Qué se perdería si Cristo no fuese divino?” Con respecto al Espíritu Santo, reflexiona sobre la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si el Espíritu Santo no fuera plenamente Dios?”
  3. ¿Qué nos dice la siguiente cita en un nivel práctico? “El Espíritu Santo, quien debe colmarnos de su poder, no es una influencia vaga ni una fuerza mística. Es una persona divina, a quien debe recibirse con profunda humildad, veneración y obediencia. Por lo tanto, no es una cuestión de que nosotros obtengamos más de él, sino de que él ha de tener más de nosotros; sí, ha de poseernos totalmente”.—LeRoy Edwin Froom, La venida del Consolador, p. 153.
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