Escuela Sabática

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Lección 5: EL BAUTISMO Y DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO - 1º Trim 2017

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 1:8; Efesios 5:18; Hechos 13:52; Lucas 11:8-10; Hechos 5:32; Gálatas 5:16-26. PARA MEMORIZAR: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Como cristianos, debemos ser llenos del Espíritu [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:

Marcos 1:8; Efesios 5:18; Hechos 13:52; Lucas 11:8-10; Hechos 5:32; Gálatas 5:16-26.

PARA MEMORIZAR:

“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Como cristianos, debemos ser llenos del Espíritu Santo. Sin él, nuestro testimonio carecerá de poder y nuestra vida cristiana no será más que una carga. Puede ser que tengamos conocimiento, talento y elocuencia pero, sin el Espíritu, no podemos experimentar la vida como Dios desea que lo hagamos. No tendremos la seguridad de la salvación y no conoceremos el gozo que viene de servir a nuestro Señor. Seremos cristianos en nombre únicamente, y un cristiano solo de nombre no es un verdadero cristiano.

Jesús, sin embargo, desea que vivamos la vida a pleno. Desea darnos vida como debe ser, una vida que es satisfactoria y significativa porque está enraizada en la Fuente de toda vida: Jesucristo. Él es el Creador de toda vida y el único camino a la vida eterna. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Esta plenitud es posible únicamente al estar unido a él; y esto puede suceder solamente por medio de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Esta semana estudiaremos lo que la Biblia dice acerca del bautismo del Espíritu y lo que significa estar llenos de él. También veremos cuáles son algunas de las evidencias que testifican que estamos verdaderamente llenos del Espíritu.

29 de enero

EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

 

       Lee Marcos 1:8 (compara con Mat. 3:11; Luc. 3:16; Juan 1:33); y Hechos 1:5, y 11:16. ¿Qué otro rito de iniciación acompaña el bautismo del Espíritu?

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En el Nuevo Testamento, hay solamente siete pasajes que hablan acerca de ser bautizados con el Espíritu Santo. Cuatro de esos pasajes presentan a Juan el Bautista señalando el futuro Pentecostés, cuando el Espíritu Santo sería dado para marcar el inicio del tiempo de los “últimos días” de la historia de la salvación.

Juan, sin embargo, en contraste con los otros evangelios, no usa el tiempo verbal futuro cuando habla del bautismo del Espíritu. Más bien, utiliza el tiempo presente, indicando que esto es algo que tiene validez permanente, continua en el tiempo (Juan 1:33). El mismo tiempo verbal es utilizado por Juan solamente unos pocos versículos antes, en Juan 1:29, cuando habla acerca de otra obra importante de Jesús: quitar el pecado del mundo. El ministerio de Jesús consiste en quitar nuestros pecados y darnos el Espíritu Santo. Esta experiencia doble también es mencionada en Hechos 2:38. Después de que sus ojos fueron abiertos a Cristo, los discípulos recibieron ambos: el perdón de los pecados y la unción del Espíritu Santo. La misma experiencia aparece con respecto a los creyentes en la casa de Cornelio, en Hechos 10:43 y 44; y más tarde, en Hechos 11:16. El bautismo por agua es conocido como el bautismo de arrepentimiento (Hech. 19:4). Cuando nos arrepentimos del pecado y somos bautizados en el nombre de Jesús, también recibimos el Espíritu Santo (Hech. 2:28-29).

En el Nuevo Testamento, recibir el Espíritu Santo y ser bautizado van de la mano. Señalan nuestro nuevo nacimiento. En el bautismo somos identificados con Cristo, y Jesús nos da el Espíritu Santo para que podamos vivir en su poder y proclamar las buenas nuevas. El bautismo del Espíritu no es en absoluto una segunda obra de gracia en un momento más tardío de la vida que algunos asocian con dones milagrosos.

En 1 Corintios 12:13, Pablo no tiene en mente la experiencia única del Pentecostés, sino más bien la experiencia de todos los creyentes. Pablo declara que por un Espíritu son todos bautizados en un solo cuerpo y todos beben de un Espíritu. Pablo enfatiza la unidad. La palabra “todos” es crucial. Pablo conecta la iniciación de todos los creyentes en el cuerpo de Cristo con el bautismo del Espíritu.

 

         ¿Cuál ha sido tu propia experiencia con el bautismo del Espíritu Santo? ¿Qué importancia ha tenido en tu vida? ¿Cómo serías si el Espíritu no obrara en ti?

30 de enero

SER LLENO DEL ESPÍRITU SANTO

 

       Lee Efesios 5:18; Hechos 13:52; y Romanos 8:9. ¿Qué significa estar lleno del Espíritu Santo? ¿De qué manera nuestra vida puede ser llenada por el Espíritu?

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Una vez que hemos sido bautizados y pertenecemos a Cristo, deberíamos vivir en el poder del Espíritu. Para que esto ocurra, debemos ser llenados por el Espíritu. Hay numerosas referencias en el Nuevo Testamento donde las personas son llenadas por el Espíritu (Luc. 1:41, 67; Hech. 2:4; 4:8, 31; 9:17; 13:9). El apóstol Pablo utiliza la palabra lleno para decir que una persona se ha sometido completamente a Dios, y está abierta a la influencia y la dirección del Espíritu Santo para que la obra de Dios pueda cumplirse en la vida de la persona.

Si cedemos a la influencia del alcohol, nuestro caminar, nuestras palabras y nuestros pensamientos se verán afectados negativamente. Cuando estamos llenos del Espíritu Santo, cedemos cada parte de nuestra vida a su influencia transformadora, y el resultado es que nuestro caminar, nuestras palabras y nuestros pensamientos reflejarán a Jesús.

Mientras que el Espíritu es dado por el oír con fe (Gál. 3:2) y es recibido por fe (3:14) en el momento de nuestro bautismo (Tito 3:5, 6), debemos buscar ser llenaos por el Espíritu Santo cada día. No podemos vivir de una experiencia poderosa que tuvimos el año pasado, o el mes pasado, o incluso ayer. Necesitamos el derramamiento del Espíritu de Dios cada día, pues cada día trae consigo nuevos desafíos.

En Hechos 13:52, el término griego para llenos del Espíritu está en tiempo imperfecto, lo cual implica una acción continua. Literalmente, significa: “siendo llenados (continuamente)”. Ser llenados por el Espíritu Santo no es un evento de una sola vez. Es algo que deberíamos buscar y recibir cada día. Este bautismo del Espíritu debe ser repetido a fin de que cada parte de nuestra vida esté llena de su presencia, y así tengamos poder para vivir debidamente.

Estar llenos del Espíritu Santo no significa tanto que poseamos más de él, sino que él posea más de nosotros. El Espíritu puede usarnos para la gloria de Dios solamente cuando, cada día, entregamos todos los aspectos de nuestra vida a él.

“Quisiera impresionarlos con esta realidad. Los que tienen a Cristo por fe en el corazón, en verdad poseen el Espíritu Santo. Cada persona que recibe a Jesús como su Salvador personal, con certeza acoge también al Espíritu Santo que, para el creyente, es consejero, santificador, guía y testigo” (RP 120).

 

31 de enero

CONDICIONES – I

 

La Palabra de Dios señala ciertas condiciones necesarias para que el Espíritu habite en nosotros. Veremos algunas de las más importantes durante los próximos dos días.

 

Lee Hechos 2:37 y 38. ¿Cuál es la primera condición para recibir el Espíritu Santo?

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Una condición para recibir el don del Espíritu Santo es el arrepentimiento. Escuchar la Palabra de Dios despierta nuestra consciencia y puede llevarnos a una comprensión de nuestra verdadera pecaminosidad y perdición. El verdadero arrepentimiento es más que simplemente estar triste por las consecuencias nefastas de nuestro pecado. Es un cambio completo del corazón y de la mente a fin de que veamos el pecado por lo que realmente es: un mal terrible y rebelión contra Dios. La única manera en que podemos experimentar verdadero arrepentimiento es ser tocados por el amor de Dios: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Rom. 2:4).

 

Lee Gálatas 3:14; y Santiago 1:6 al 8. ¿Por qué no podemos recibir el Espíritu Santo sin confiar en la Palabra de Dios?

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Jesús ha prometido enviar el Espíritu como su representante. En fe recibimos el don prometido. Pero, si dudamos de la promesa de Dios y no confiamos en su Palabra, somos como personas de doble ánimo y no podemos esperar recibir nada de Dios. La fe es más que una aceptación intelectual. Es poner nuestra vida al límite, confiando que Dios mantendrá su Palabra y no nos defraudará, sin importar lo que pase.

 

Lee Lucas 11:8 al 10, y 13. ¿Por qué la intercesión persistente hace la diferencia?

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Dios no es renuente a darnos el Espíritu. Dios es bueno y benevolente, más de lo que podemos serlo nosotros, aun con nuestros propios hijos. Nuestra intercesión persistente no hace cambiar de opinión a Dios. Nuestra oración nos cambia a nosotros y nos lleva a la presencia de Dios. La oración no baja a Dios a nuestro nivel, sino que nos eleva hacia él. Nuestras oraciones simplemente revelan nuestra determinación y nos preparan para recibir la bendición.

 

       ¿De qué manera podemos aprender a ser más fervientes, diligentes y abnegados en nuestra propia vida de oración? ¿Por qué es importante que aprendamos estas cosas?

 

1º de febrero

CONDICIONES – II

 

Lee Hechos 5:32. ¿Por qué la obediencia a la Palabra de Dios es una condición tan importante para recibir al Espíritu Santo?

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En aquel entonces, al igual que ahora, el Espíritu Santo era otorgado a todo el que obedecía a Dios. En la Biblia, el amor y la obediencia van de la mano, y la fe verdadera se expresa por la obediencia. Si confiamos en Dios de todo corazón, entonces obedeceremos sus Mandamientos. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23). La obediencia es una decisión que lleva a una vida que sigue la voluntad de Dios expresada en su Ley. Debemos continuar en obediencia si deseamos reconocer a Jesús como nuestro Señor (Luc. 6:46). En 1 Juan 2:4 y 5 se nos dice que “el que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”. Esas son palabras fuertes. Por Juan también sabemos que “el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (3:24). Cuando hagamos lo que Dios ha mandado, tendremos paz mental.

 

Lee Judas 18 al 21. ¿Por qué debemos evitar toda impureza si deseamos estar llenos del Espíritu?

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El fuego del Espíritu Santo no puede continuar ardiendo en nuestra vida cuando nuestra mente está enfocada en las cosas del mundo. El Espíritu Santo reacciona muy sensiblemente a la existencia de todo pecado y mundanalidad en nuestra vida. Por lo tanto, debemos mantenernos en el amor de Dios y permanecer conectados a Dios por medio de la oración, a fin de que cerremos la puerta contra toda impureza y despleguemos un espíritu de poder, amor y disciplina (2 Tim. 1:6, 7). Únicamente por medio de una batalla cercana y feroz contra el yo, podremos ser el tipo de persona que debiéramos ser. Por supuesto, no podemos hacerlo por cuenta propia; la batalla viene a la hora de elegir entre dejar de lado nuestra propia voluntad ante las invitaciones del Espíritu Santo o permitir que la carne domine. La decisión es nuestra.

 

       “No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un lado, deja obrar al Espíritu Santo en su corazón, y vive una vida completamente consagrada a Dios” (DTG 216). ¿De qué modo puedes aplicar estas palabras a tu propia vida espiritual

 

2 de febrero

VIDA CENTRADA EN EL YO VERSUS VIDA CENTRADA EN CRISTO

 

Lee Gálatas 5:16 al 26; y compara con Efesios 5:1 al 9, y 17 al 20. Haz una lista de las diferencias entre una vida centrada en el yo y una vida que está llena del Espíritu.

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La vida de una persona que no vive en el Espíritu es radicalmente diferente de la vida y los valores de una persona que está llena del Espíritu.

 

Persona centrada en el yo Persona controlada por el Espíritu
Desea lo que es pecaminoso y que desagrada a Dios. Desea lo que es espiritual y que agrada a Dios.
Es controlada por pasiones pecaminosas. Es controlada por el Espíritu.
Utiliza mal su libertad y termina siendo esclava del pecado. Es librada de la esclavitud del pecado y es llamada a ser libre en Cristo.
Es desobediente a la voluntad de Dios. Es obediente a la voluntad de Dios.
Busca la complacencia propia. Es abnegada.
Evidencia el fruto del pecado. Evidencia el fruto del Espíritu.
No reconoce la necesidad del perdón y es arrogante. Reconoce la necesidad del perdón y alaba a Jesús por lo que él ha hecho.

 

La vida de una persona que está llena del Espíritu de Dios se caracteriza por una obediencia amante a la Ley de Dios y un espíritu amable de compasión hacia los demás (ver 2 Cor. 5:14). Habiendo sido renovados en nuestra mente y nuestros pensamientos, y habiendo recibido un nuevo corazón y una nueva perspectiva de la vida, nuestros valores y nuestro comportamiento cambiarán. Ya no desearemos vivir nuestra vida por nuestras propias fuerzas, sino en sumisión al Espíritu Santo (Gál. 3:3).

No podemos transformarnos a nosotros mismos. No poseemos ningún poder real para cambiarnos a nosotros mismos, pues el pecado está demasiado arraigado en nosotros. La energía renovada debe provenir de Dios. El cambio desde adentro solamente puede tener éxito por medio de la obra transformadora del Espíritu Santo. Ningún cambio meramente externo, como corregir este o aquel mal hábito, nos hace cristianos. El cambio debe venir de un corazón renovado por el Espíritu Santo.

Esta es una obra de toda la vida, una obra que tendrá sus altibajos, pero que Dios promete hacer en nosotros si nos entregamos a él. “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).

 

         ¿En cuáles áreas de tu vida ves sobresalir tu parte egoísta y centrada en el yo, y en cuáles ves una vida que refleja la obra del Espíritu Santo en ti? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de ti mismo y de las decisiones que debes tomar? 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Es natural que cualquier persona desee controlar su propia vida. Normalmente dependemos de nuestros propios esfuerzos para lograr todo lo que podamos. Mientras que muchas personas dedican sus vidas a buscar ese control, otros tienen un temor enfermizo de perder el control. Este dilema humano encuentra una respuesta solamente en Dios. Él desea que le des a él, tu Creador y Redentor, el control total. Él te conoce y te ama como ningún otro puede; y esto abre la puerta para que obre en tu vida. Al elegir someter tu voluntad a la dirección del Espíritu Santo de Dios, tendrás su paz sobrenatural e incontables oportunidades para ser una bendición para los demás. Sin embargo, necesitamos el deseo de este poder en nuestra vida. Dios no fuerza a nadie; para ser seres morales necesitamos ser seres libres. Y a fin de ser verdaderamente libres en Cristo, necesitamos un sentido de abandono (el de desear abandonar nuestros antiguos caminos pecaminosos y caídos) y un sentido de permanencia (el de permanecer en el poder del Espíritu Santo). A fin de ser verdaderamente libres, debemos estar completamente entregados al control del Espíritu Santo. Y aquí no hay contradicción; nuestra libertad se halla en la liberación de la condenación y el poder del pecado, que siempre nos esclaviza y nos lleva a la muerte. Más bien, al entregarnos al Señor y al abrirle paso a la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, no solamente estaremos sin condenación (ver Rom. 8:1), sino que también viviremos una vida no “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Siendo seres pecadores y caídos, esa es la única libertad verdadera a la que podemos acceder.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Algunas personas piensan que la libertad consiste en poder hacer lo que uno quiere, cuando quiera y de la manera que lo quiera. ¿Cuál es el problema con ese concepto, desde una perspectiva cristiana? ¿Cuál es la idea bíblica de la verdadera libertad? (Ver Sal. 119:45; Luc. 4:18; Juan 8:34-36; 2 Cor. 3:17; Gál. 5:1.)
  2. ¿Por qué es importante poner el yo de lado y consagrar nuestra vida enteramente a Dios antes de que el Espíritu Santo pueda obrar poderosamente a través de nosotros? Si colocas tu yo de lado y abres tu corazón a la obra del Espíritu Santo, ¿qué podría hacer Dios en ti que haría que fueras una bendición mayor para los demás?
  3. “La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo” (DTG 143). Comenta en la clase las implicancias de estas palabras.
  4. Compara la evidencia de una vida centrada en el yo con una vida llena del Espíritu (ver el cuadro del jueves). Comenta con los miembros de tu clase de Escuela Sabática cuál podría ser para nosotros la mayor bendición de una vida llena del Espíritu.
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