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HIJOS DE LA PROMESA | Lección 10: Para el 09 de diciembre de 2017

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 9 PARA MEMORIZAR: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Rom. 9:18). DomingoLunesMartesMiércolesJuevesViernesDomingo LA CARGA DEL PABLO “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:6). __________________________________________________________________________________________________________________ [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 9

PARA MEMORIZAR: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Rom. 9:18).

LA CARGA DEL PABLO

“Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son
las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:6).

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Dios necesitaba un pueblo misionero para evangelizar un mundo lleno de pa- ganismo, oscuridad e idolatría. Escogió a los israelitas y se les reveló. Hizo planes para que llegaran a ser una nación modelo para así atraer a otros al verdadero Dios. Fue el propósito de Dios que, por la revelación de su carácter a través de Israel, el mundo fuese atraído hacia él. Mediante la enseñanza del servicio sacri cial, Cristo debía ser exaltado ante las naciones, y todos los que lo miraran vivirían. A medida que Israel se multiplicara, a medida que aumentaran sus bendiciones, debía ampliar sus fronteras hasta que su reino abarcara el mundo.

Lee Romanos 9:1 al 12. ¿Qué destaca Pablo sobre la delidad de Dios en medio de los fracasos humanos?

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Pablo está construyendo una línea argumentativa en la que mostrará que la promesa hecha a Israel no había fracasado por completo. Existe un remanente a través del cual Dios todavía se propone trabajar. Para establecer la validez de la idea del remanente, Pablo se sumerge en la historia de Israel. Demuestra que Dios siempre ha sido selectivo: 1) Dios no escogió a toda la simiente de Abraham como su pacto, solo la línea de Isaac. 2) No escogió a todos los descendientes de Isaac, sino a los de Jacob.
También es importante ver que la herencia, o la ascendencia, no garantizan la salvación. Se puede ser de la sangre adecuada, de la familia correcta, incluso de la iglesia correcta, y aún así estar perdido y quedar fuera de la promesa. Es la fe, una fe que obra por amor, lo que revela a los que son “hijos de la promesa” (Rom. 9:8).

Presta atención a la frase de Romanos 9:6: “Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas”. ¿Qué mensaje importante podemos encontrar allí para nosotros, como adventistas, que en muchos aspectos cumplimos el mismo papel en nuestra era que los antiguos israelitas en la suya?

ESCOGIDOS

“Se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:12, 13).
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Como se ha dicho en la introducción de esta semana, es imposible entender correctamente Romanos 9 hasta que reconozcamos que Pablo no habla de la salvación individual. Aquí se re ere a las funciones especiales que Dios les estaba invitando a algunos a cumplir. Dios quería que Jacob fuese el progenitor del pueblo que sería su agencia especial de evangelización en el mundo. No hay ninguna implicación en este pasaje de que Esaú no pudiese ser salvo. Dios quería que se salvara, así como desea que todos los hombres se salven.

Lee Romanos 9:14 y 15. ¿Cómo entendemos estas palabras en el contexto de lo que hemos estado leyendo?

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Una vez más, Pablo no está hablando de la salvación individual, porque en ese ámbito Dios les extiende su misericordia a todos, porque “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4). “La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Pero Dios puede elegir a naciones para desempeñar un papel y, aunque estas pueden rehusarse, no pueden impedir que Dios las escoja. Por más que Esaú lo hubiese deseado, no podría haber llegado a ser el progenitor del Mesías ni del pueblo escogido.
En de nitiva, no fue una elección arbitraria por parte de Dios, ni un decreto divino por el que Esaú fue excluido de la salvación. Los dones de su gracia a través de Cristo son gratuitos para todos. Todos fuimos escogidos para ser salvos, no para perdernos (Efe. 1:4, 5; 2 Ped. 1:10). Son nuestras propias decisiones, no las de Dios, las que nos alejan de la promesa de vida eterna en Cristo. Jesús murió por cada ser humano. Sin embargo, Dios ha establecido en su Palabra las condiciones por las que cada alma será elegida para la vida eterna: la fe en Cristo, que conduce al pecador justi cado a la obediencia.

Como si no existiese nadie más que tú, fuiste elegido en Cristo antes de la fun- dación del mundo para ser salvo. Es tu llamado, tu decisión; Dios te da todo a través de Jesús. ¡Qué privilegio, qué esperanza! A n de cuentas, ¿por qué todo lo demás palidece en comparación con esta gran promesa? ¿Por qué sería la mayor de todas las tragedias dejar que el pecado, que el yo y la carne te quiten todo lo que se te prometió en Jesús?

MISTERIOS

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros ca- minos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8, 9).

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Lee Romanos 9:17 al 24. Según lo que hemos leído hasta ahora, ¿de qué manera debemos entender el planteamiento de Pablo?
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Al enfrentar a Egipto en el momento del Éxodo de la manera en que lo hizo, Dios estaba obrando en favor de la salvación de la raza humana. Dios plani có revelarse a los egipcios (al igual que a las demás naciones) en las plagas de Egipto y en la liberación de su pueblo para poner de mani esto que el Dios de Israel era el Dios verdadero. Fue concebido como una invitación para que los pueblos de las naciones abandonaran sus dioses y lo adoraran.
Obviamente, Faraón ya había tomado su decisión en contra de Dios, de modo que al endurecer su corazón Dios no le estaba quitando la oportunidad de la sal- vación. El endurecimiento era en contra de la petición de dejar ir a Israel, no en contra del llamado de Dios para que Faraón aceptara la salvación personal. Cristo murió por Faraón, al igual que por Moisés, Aarón y el resto de los hijos de Israel.
La cuestión fundamental en todo esto es que como seres humanos caídos tenemos una visión muy estrecha del mundo, de la realidad, de Dios y de cómo él obra en el mundo. ¿Cómo podemos esperar comprender todos los caminos de Dios cuando el mundo natural, todo a nuestro alrededor, contiene misterios que no podemos entender? Por ejemplo, ¡hace solo 171 años que los médicos se dieron cuenta de que sería una buena idea lavarse las manos antes de realizar una cirugía! Esto demuestra cuán inmersos en la ignorancia hemos estado. Y ¿quién sabe, si el tiempo perdura, qué otras cosas descubriremos en el futuro que revelarán cuán inmersos en la ignorancia estamos hoy?

Sin duda, no siempre entendemos los caminos de Dios, pero Jesús vino a re- velarnos cómo es Dios (Juan 14:9). ¿Por qué, entonces, en medio de todos los misterios de la vida y de los acontecimientos inesperados, es tan importante que meditemos en el carácter de Cristo, y en lo que nos ha revelado acerca de Dios y de su amor por nosotros? ¿De qué manera el hecho de saber cómo es el carácter de Dios nos ayuda a permanecer eles en medio de las pruebas que parecen tan injustas?

AMMI: “MI PUEBLO”

En Romanos 9:25, Pablo cita Oseas 2:23; y en Romanos 9:26, cita Oseas 1:10. El contexto es que Dios instruyó a Oseas para que tomara “una mujer fornicaria” (Ose. 1:2) como una ilustración de la relación de Dios con Israel, porque la nación había ido tras dioses extraños. Los hijos nacidos de este matrimonio recibieron nombres que representaban el rechazo de Dios y el castigo del Israel idólatra. Al tercer hijo lo llamaron Loammi (Ose. 1:9), que literalmente signi ca “no mi pueblo”.
Sin embargo, en medio de todo esto, Oseas predijo que llegaría el día en que, después de castigar a su pueblo, Dios restauraría su prosperidad, quitaría sus falsos dioses y haría un pacto con él. (Ver Ose. 2:11-19.) En ese momento, los que eran Loammi, “no mi pueblo”, llegarían a ser Ammi, “mi pueblo”.
En los días de Pablo, los Ammi eran “nosotros, no solo [...] los judíos, sino también [...] los gentiles” (Rom. 9:24). Qué presentación clara y poderosa del evangelio, un evangelio que desde el principio fue para todo el mundo. No es de extrañar que, como adventistas, tomemos parte de nuestro llamado de Apocalipsis 14:6: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”. Hoy, como en la época de Pablo y como en los días del antiguo Israel, las buenas nuevas de la salvación se difundirán por todo el mundo.

Lee Romanos 9:25 al 29. Observa cuántas veces Pablo cita el Antiguo Testamento para expresar su opinión acerca de las cosas que estaban su- cediendo en su época. ¿Cuál es el mensaje básico que se encuentra en este pasaje? ¿Qué esperanza se les ofrece allí a los lectores?
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El hecho de que algunos de los compatriotas de Pablo rechazaran el llamado del evangelio le causaba “gran tristeza y continuo dolor” en su corazón (Rom. 9:2). Pero, al menos había un remanente. Las promesas de Dios no fallan; aunque los seres humanos, sí. La esperanza que podemos tener es que, al nal, las promesas de Dios se cumplen, y si reclamamos esas promesas también se cumplirán en nosotros.

¿Con qué frecuencia te fallan las personas? ¿Cuán a menudo te has fallado a ti mismo y a los demás? Probablemente más veces de las que puedas contar, ¿ver- dad? ¿Qué lecciones puedes aprender de estos fracasos con respecto a dónde debe estar tu mayor con anza?

TROPIEZOS

“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo” (Rom. 9:30-32). ¿Cuál es el mensaje aquí? Y más aún, ¿cómo podemos tomar este mensaje que fue escrito en determinado momento y lugar, y aplicar sus principios a nosotros hoy? ¿De qué modo podemos evitar cometer los mismos errores que los israelitas, en nuestro contexto
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Con palabras inequívocas, Pablo les explica a sus compatriotas por qué se están perdiendo algo que Dios desea que tengan, y que además es algo que en realidad están buscando pero no lo consiguen.
Curiosamente, los gentiles a los que Dios había aceptado ni siquiera se habían esforzado por obtener esa aceptación. Estaban tras sus propios intereses y metas cuando el mensaje del evangelio los alcanzó. Al comprender su valor, lo aceptaron. Dios los declaró justos porque aceptaron a Jesucristo como su Sustituto. Fue una transacción de fe.
El problema con los israelitas era que tropezaron con la piedra de tropiezo (ver Rom. 9:33). Algunos, no todos (ver Hech. 2:41), se negaban a aceptar a Jesús de Nazaret como el Mesías que Dios había enviado. No cumplía con sus expectativas del Mesías; por lo tanto, le dieron la espalda cuando vino.
Antes de concluir este capítulo, Pablo cita otro texto del Antiguo Testamento: “Como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado” (Rom. 9:33). En este pasaje, Pablo muestra nuevamente cuán decisiva es la fe verdadera en el plan de salvación (ver además 1 Ped. 2:6-8). ¿Una piedra de tropiezo? Y, no obstante, ¿el que creyere en él no será avergonzado? Sí, para muchos, Jesús es una piedra de tropiezo, pero para quienes lo conocen y lo aman es otro tipo de roca, “la roca de mi salvación” (Sal. 89:26).

¿Alguna vez consideraste que Jesús era una “piedra de tropiezo”? Si es así, ¿cómo es eso? Es decir, ¿qué hiciste para caer en esa situación? ¿Cómo saliste, y qué aprendiste para que, ojalá, nunca vuelvas a encontrarte en ese tipo de relación con Jesús?

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El con icto de los siglos, pp. 265, 266. Lee, también, “Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 1.099, 1.100.
“Existe una predestinación de individuos y de un pueblo, la única predes- tinación hallada en la Palabra de Dios, donde el hombre es predestinado a ser salvo. Y muchos han mirado hacia el nal, pensando que estaban seguramente predestinados para tener la dicha celestial; pero esa no es la predestinación que revela la Biblia. El hombre está predestinado a ocuparse en su propia salvación con temor y temblor. Está predestinado a ponerse la armadura para pelear la buena batalla de la fe. Está predestinado a usar los medios que Dios ha puesto a su alcance con el n de guerrear contra toda concupiscencia impía mientras Satanás juega el juego de la vida por su alma. Está predestinado a velar en oración, a investigar las Escrituras y evitar caer en la tentación. Está predestinado a tener fe constantemente. Está predestinado a ser obediente a toda palabra que sale de la boca de Dios, y a que pueda ser no solo oidor sino también hacedor de la Palabra. Esto es predestinación bíblica” (TM 453).
“Ninguna mente nita puede comprender plenamente el carácter o las obras del Ser in nito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ig- norantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. Pero, aunque “nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono” (Sal. 97:2). Podemos comprender lo su ciente de su trato con nosotros para descubrir una misericordia ilimitada unida a un poder in nito. Podemos comprender, de sus propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto, debemos con ar en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor” (Ed 169).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Ciertos cristianos enseñan que, incluso antes de nacer, Dios escogió a al- gunos para salvación y a otros para perdición. Si por casualidad hubieras sido uno de los que Dios, en su in nito amor y sabiduría, predestinó para perdición, entonces no importa las decisiones que tomes, estás condenado a la perdición; que muchos creen que signi ca quemarse en el in erno por la eternidad. En otras palabras, sin ninguna decisión de nuestra parte, sino solo por la providencia de Dios, algunos están predestinados a vivir sin una relación salví ca con Jesús aquí en esta vida, solo para pasar la próxima vida quemándose para siempre en los fuegos del in erno. ¿Qué hay de malo con esta visión? ¿De qué manera contrasta con nuestra interpretación de estos mismos asuntos?
2. ¿Crees que la Iglesia Adventista del Séptimo Día y su propósito en el mundo actual se equipara con el papel del antiguo Israel en su época? ¿Cuáles son las similitudes y las diferencias? ¿En qué sentido estamos mejor? ¿O estamos peor? Justi ca tu respuesta.

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