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EL CAMINO DE LA FE | Lección 7: Para el 12 de agosto de 2017

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:21–25; Levítico 18:5; Romanos 3:9–19; 1 Corintios 9:20; Romanos 3:1, 2; 8:1–4. PARA MEMORIZAR: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gál. 3:22). Las palomas mensajeras son famosas por su habilidad de [...]


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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:21–25; Levítico 18:5; Romanos 3:9–19; 1 Corintios 9:20; Romanos 3:1, 2; 8:1–4.

PARA MEMORIZAR: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gál. 3:22).

Las palomas mensajeras son famosas por su habilidad de volar centenares de kilómetros por día y llegar a su destino con una exactitud increíble. Sin embargo, aun las mejores palomas por momentos se han desorientado, sin regresar al punto de partida. El peor incidente sucedió en Inglaterra, cuando unas veinte mil aves (valuadas en más de seiscientos mil dólares) nunca más regresaron a su palomar.

Tal y como lo hemos experimentado la mayoría de nosotros de algún modo u otro, estar desorientado, o perdido, no es agradable. Nos llena de temor y ansiedad; puede llevarnos a momentos de pánico también.

Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual. Aún después de aceptar a Cristo, podemos perdernos, o desorientarnos, al punto tal de nunca regresar al Señor.

Sin embargo, las buenas nuevas son que Dios no nos ha librado a nuestra propia suerte. Nos ha dejado un mapa del camino a la fe, tal como se revela en el evangelio, y ese camino incluye la ley. Muchos intentan separar la ley del evangelio; algunos hasta los ven contradictorios. Este punto de vista no solamente es incorrecto, sino que también puede tener consecuencias trágicas. Sin la ley, no habría evangelio. Es realmente difícil entender el evangelio sin la ley.

LA LEY Y LA PROMESA

 

“¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios?” (Gál. 3:21).

 

Al intuir que sus comentarios podrían llevar a sus oponentes a concluir que él menospreciaba la ley o que sus comentarios acerca de la prioridad de las promesas de Dios eran simplemente una mofa disimulada para con Moisés y la Torá, Pablo pregunta exactamente que seguramente ellos estaban pensando: “¿Estás diciendo que la ley contradice las promesas de Dios?” A esto Pablo responde con un enfático: “¡No!” Esa conclusión es imposible, porque Dios no se opone a sí mismo. Dios dio tanto la promesa como la ley. La ley no está reñida con la promesa. Ambas simplemente tienen roles y funciones diferentes en el plan de salvación general de Dios.

 

¿Qué conceptos erróneos tenían los oponentes de Pablo con respecto al papel de la ley? Compara Gálatas 3:21; Levítico 18:5 y Deuteronomio 6:24.

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Estas personas creían que la ley podía darles vida espiritual. Sus puntos de vista probablemente surgían de una interpretación equivocada de algunos pasajes del Antiguo Testamento, como Levítico 18:5 y Deuteronomio 6:24, donde la ley indica cómo deben vivir aquellos que permanecen en el pacto de Dios. La ley sí regulaba la vida dentro del pacto, pero ellos inferían que la ley era la fuente de la relación de una persona con Dios. Sin embargo, la Biblia declara que la habilidad de “vivificar” es un poder que solamente Dios y su Espíritu pueden ejercer (2 Rey. 5:7; Neh. 9:6; Juan 5:21; Rom. 4:17). La ley no puede vivificar espiritualmente a nadie. No obstante, esto no significa que la ley se oponga a la promesa de Dios.

Al procurar demostrar la incapacidad de la ley para dar vida, Pablo escribe en Gálatas 3:22: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado”. En Romanos 3:9 al 19, Pablo presenta una cadena de versículos extraídos del Antiguo Testamento para mostrar cuán malos somos. Los pasajes no están organizados al azar. Pablo comienza con el corazón del problema del pecado: la actitud egoísta que permea el corazón humano. Luego, presenta versículos que describen la magnitud de la influencia del pecado y, por último, su universalidad.

¿Qué desea enfatizar? Debido a la magnitud del pecado y las limitaciones de la ley, la promesa de vida eterna solamente nos puede llegar por medio de la fidelidad de Cristo en nuestro favor. Aquí, una vez más, se encuentra la gran verdad que propulsó la Reforma protestante.

 

Aunque la ley no nos puede salvar, ¿qué grandes beneficios obtenemos al obedecerla? Es decir, ¿qué beneficios prácticos has experimentado en tu propia vida gracias a la obediencia a la ley de Dios? 

“CONFINADOS BAJO LA LEY”

 

En Gálatas 3:23, Pablo escribe que “antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley”. Al decir “estábamos”, Pablo se está refiriendo a los creyentes judíos de las iglesias de Galacia. Ellos son los que están familiarizados con la ley, y Pablo ha estado hablándoles a ellos en especial, desde Gálatas 2:15. Esto puede verse en el contraste entre el uso de la primera persona del plural (“nosotros”) en Gálatas 3:23 y el uso de la segunda persona del plural (“vosotros”) en Gálatas 3:26.

Gálatas 3:23 dice: “antes que viniese la fe”. Dado que Pablo está contrastando el lugar de la ley antes y después de Cristo (Gál. 3:24), “la fe” probablemente sea una referencia a Jesús mismo y no una referencia a la fe cristiana en general.

 

Pablo dice que los judíos estaban “confinados bajo la ley” antes de la venida de Cristo. ¿Qué quiere decir con “bajo la ley”? Compara Gálatas 3:22 y 23 con Romanos 6:14 y 15; 1 Corintios 9:20; Gálatas 4:4, 5 y 21; 5:18.

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Pablo utiliza doce veces la frase “bajo la ley” en sus cartas. Según el contexto, puede tener un par de connotaciones diferentes.

  1. “Bajo la ley”, como una forma alternativa de salvación (Gál. 4:21). Los oponentes de Galacia estaban intentando obtener una justificación vivificante mediante la obediencia. Sin embargo, como ya lo ha dejado en claro Pablo, eso es imposible (Gál. 3:21, 22). Pablo más tarde incluso señala que, al desear estar bajo la ley, los gálatas en realidad estaban rechazando a Cristo (Gál. 5:2-4).
  2. “Bajo la ley”, en el sentido de estar bajo la condenación de la ley (Rom. 6:14, 15). Dado que la ley no puede expiar el pecado, la violación de sus demandas en última instancia lleva a la condenación. Esta es la condición en la que se encuentran todos los seres humanos. La ley actúa como carcelera que encierra a todos los que han transgredido la ley y que han acarreado sobre sí mismos la sentencia de muerte. Como veremos en el estudio de mañana, la expresión “la ley nos tenía presos” (Gál. 3:23, NVI) indica que esto es lo que quiere decir Pablo con “bajo la ley” en este pasaje.

Una palabra griega relacionada, ennomos, normalmente traducida como “bajo la ley”, literalmente significa “dentro de la ley” y se refiere a vivir dentro de los requerimientos de la ley mediante nuestra unión con Cristo (1 Cor. 9:21). Por medio de “las obras de la ley”, es decir, al tratar de guardar la ley sin Cristo, es imposible ser justificados, porque solamente aquellos que son justificados por la fe vivirán (Gál. 3:11). Esta verdad no anula la ley; muestra solamente que la ley no nos puede dar vida eterna. Es demasiado tarde para eso.

LA LEY COMO NUESTRO “GUARDA”

 

Pablo da dos conclusiones básicas con respecto a la ley: (1) la ley no anula ni abole la promesa de Dios hecha a Abraham (Gál. 3:15-20); (2) la ley no se opone a la promesa (Gál. 3:21, 22).

¿Qué papel juega en realidad la ley, entonces? Pablo escribe que fue añadida “a causa de las transgresiones” (Gál. 3:19), y desarrolla esta idea usando tres palabras diferentes en conexión con la ley: confinados (v. 23), encerrados (v. 23), y ayo (v. 24).

 

Lee cuidadosamente y con oración Gálatas 3:19 al 24. ¿Qué está diciendo Pablo acerca de la ley?

 

La mayoría de las traducciones modernas interpretan los comentarios de Pablo acerca de la ley en Gálatas 3:19 en términos completamente negativos. Pero el original en griego no es tan unidireccional. La palabra griega traducida como “confinados” (v. 23) significa literalmente “custodiar”. Aunque puede ser utilizado en un sentido negativo, como por ejemplo “tener en sujeción” o “vigilar” (2 Cor. 11:32), en el Nuevo Testamento generalmente tiene un sentido más positivo de “proteger” o “guardar” (Fil. 4:7; 1 Ped. 1:5). Lo mismo ocurre con la palabra traducida como “encerrados” (Gál. 3:23). Puede ser traducida también como “cerrar” (Gén. 20:18), “acorralar” (Éxo. 14:3, NVI), “recoger” (Luc. 5:6, NVI), “sujetar” (Rom. 11:32, NVI). Como lo indican estos ejemplos, según el contexto, esta palabra puede tener connotaciones positivas o negativas.

 

¿Qué beneficios proveyó la ley (moral y ceremonial) al pueblo de Israel? Romanos 3:1 y 2; Deuteronomio 7:12 al 24; Levítico 18:20 al 30.

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Aunque puede ser que Pablo a veces hable de la ley en términos negativos (Rom. 7:6; Gál. 2:19), también tiene muchas cosas positivas que decir sobre ella (ver Rom. 7:12, 14; 8:3, 4; 13:8). La ley no era una maldición que Dios colocó sobre Israel; al contrario, tenía la intención de ser una bendición. Aunque el sistema de sacrificios no podía realmente eliminar por completo el pecado, señalaba al Mesías prometido que sí podía, y las leyes que regían el comportamiento humano protegían a Israel de muchos de los vicios que plagaban las otras civilizaciones antiguas. A la luz de los comentarios positivos de Pablo acerca de la ley en otros pasajes, sería un error entender que sus comentarios aquí son completamente negativos.

 

Piensa en algo bueno que puede usarse para el mal. Por ejemplo, un medicamento creado para tratar una enfermedad podría ser usado por algunas personas para drogarse. ¿Qué ejemplos de este principio has visto en tu propia vida? ¿De qué manera nuestro conocimiento de cómo algo bueno se puede ser utilizado mal nos ayuda a entender la situación que confrontaba Pablo aquí? 

LA LEY COMO NUESTRO TUTOR

 

En Gálatas 3:23, Pablo describe la ley como una fuerza guardiana y protectora. ¿A qué compara la ley en el versículo 24, y qué significa eso?

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La palabra traducida como “ayo” (RV60) proviene de la palabra griega paidagogos. Algunas versiones la traducen como “tutor” (RVC), o “guía” (NVI), pero no hay una palabra única que pueda transmitir completamente su significado. El paidagogos era un esclavo en la sociedad romana que era puesto en una posición de autoridad sobre los hijos de su amo, desde el momento en que cumplían seis o siete años y hasta que llegaban a la madurez. Además de proveer para las necesidades físicas de ellos, como prepararles el baño, proveerles de comida y ropa, y protegerlos de cualquier peligro, el paidagogos también era responsable de garantizar que los hijos de su amo fueran a la escuela e hicieran sus tareas escolares. Además, se esperaba que no solamente enseñara y practicara valores morales, sino que también debía asegurarse de que los niños aprendieran y practicaran esos valores por sí mismos.

Aunque algunos pedagogos ciertamente debieron haber sido amables, y queridos por quienes estaban a su cargo, la descripción dominante que aparece de ellos en la literatura antigua es que eran disciplinarios estrictos. Se aseguraban la obediencia, no solamente por medio de amenazas y reprensiones, sino también mediante castigos y palizas.

La descripción de Pablo de la ley como un pedagogo clarifica aún más su comprensión del papel de la ley. La ley fue añadida para señalar el pecado y proveer instrucción. La misma naturaleza de esta tarea significa que la ley también tiene un aspecto negativo, y eso es porque nos reprende y condena como pecadores. Sin embargo, Dios aún utiliza aún este aspecto “negativo” para nuestro beneficio, porque la condenación de la ley produce en nosotros lo que nos lleva a Cristo. Por ende, la ley y el evangelio no son contradictorios. Dios los diseñó para que obraran juntos para nuestra salvación.

“ ‘La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe’ (Gál. 3:24). El Espíritu Santo está hablando especialmente de la ley moral en este texto, mediante el apóstol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (MS 1:275).

 

  ¿Cuándo fue la última vez que comparaste tus acciones, palabras y pensamientos con la ley? Hazlo ahora, comparándolos no solamente con la letra de la ley sino también con el espíritu de la ley (Mat. 5:28; Rom. 7:6). ¿Cuán bien te ves? ¿Qué te dice tu respuesta sobre lo que Pablo está señalando en esta epístola? 

LA LEY Y EL CREYENTE

 

Muchos han interpretado el comentario de Pablo en Gálatas 3:25 como un rechazo total a la ley. Sin embargo, esto tiene poco sentido a la luz de los comentarios positivos de Pablo acerca de la ley en otras partes de la Biblia.

Entonces, ¿qué está queriendo decir?

Primero, que ya no estamos bajo la condenación de la ley (Rom. 8:3). Como creyentes, estamos en Cristo y disfrutamos del privilegio de estar bajo la gracia (Rom. 6:14, 15). Eso nos da la libertad de servir a Cristo de todo corazón, sin temor de ser condenados por errores que podríamos cometer en el proceso. De eso se trata la verdadera libertad en el evangelio, algo radicalmente opuesto al hecho de que ya no tenemos que obedecer la ley (esto es lo que algunas personas dicen que es “libertad” en Cristo). Pero la desobediencia a la ley, en cambio, es pecado, y el pecado es cualquier cosa menos libertad (Juan 8:34).

 

Lee Romanos 8:1 al 3. ¿Qué significa ya no estar condenado por la ley? ¿De qué forma esta maravillosa verdad debería impactar en nuestra manera de vivir?

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Como resultado de ser perdonados en Cristo, nuestra relación con la ley es diferente ahora. Somos llamados a vivir ahora una vida que agrade a Dios (1 Tes. 4:1); Pablo se refiere a esto como andar en el Espíritu (Gál. 5:18). Esto no significa que la ley moral ya no sea aplicable; nunca fue ese el centro de la discusión. ¿Cómo podría ser así, cuando hemos visto tan claramente que la ley es lo que define el pecado?

Más bien, dado que la ley es una transcripción del carácter de Dios, al obedecer la ley simplemente reflejamos su carácter. Pero más que eso, seguimos no solamente un conjunto de normas sino el ejemplo de Jesús, quien hace por nosotros lo que la ley en sí misma nunca podría hacer: él escribe la ley en nuestro corazón (Heb. 8:10) y hace posible que los requerimientos de justicia de la ley se cumplan en nosotros (Rom. 8:4). Es decir, mediante nuestra relación con Jesús, tenemos poder para obedecer la ley como nunca antes.

 

Lee Romanos 8:4. ¿Qué está diciendo Pablo aquí? ¿De qué manera has visto que esta promesa se manifestó en tu propia vida? Al mismo tiempo, a pesar de todos los cambios positivos que puedas haber experimentado, ¿por qué la salvación debería basarse siempre en lo que Cristo ha hecho por nosotros y en nada más? 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Se me pregunta acerca de la ley en Gálatas. ¿Cuál ley es el ayo para llevarnos a Cristo? Contesto: Ambas, la ceremonial y el código moral de los Diez Mandamientos.

“Cristo fue el fundamento de todo el sistema judío. La muerte de Abel fue una consecuencia de no haber aceptado Caín el plan de Dios en la escuela de la obediencia para ser salvado por la sangre de Jesucristo, simbolizada por las ofrendas de sacrificio que señalaban a Cristo. Caín rehusó la efusión de sangre que simbolizaba la sangre de Cristo que había de ser derramada por el mundo. Toda esta ceremonia fue preparada por Dios, y Cristo vino a ser el fundamento de todo el sistema. Este es el comienzo de la obra de la ley como el ayo que lleva a los instrumentos humanos pecaminosos a considerar a Cristo como el fundamento de todo el sistema judío.

“Todos los que servían en relación con el santuario eran educados constantemente acerca de la intervención de Cristo a favor de la raza humana. Ese servicio tenía el propósito de crear en cada corazón amor por la ley de Dios, que es la ley del reino divino” (MS 1:274).

“La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente” (MS 1:276).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

A menudo luchamos con la pregunta de cómo podemos vencer el pecado en nuestra vida. ¿Qué promesas tenemos en la Biblia acerca de la victoria sobre el pecado? ¿De qué manera podemos posicionarnos mejor para ayudar a hacer realidad estas promesas? Al mismo tiempo, ¿por qué debemos ser cuidadosos y asegurarnos de depositar toda nuestra esperanza de salvación en la victoria de Cristo por nosotros, y no en cualquier victoria que nosotros podamos obtener?

A menudo oímos que los cristianos dicen que la ley ha sido anulada. Por supuesto, estos mismos cristianos hablan en contra del pecado, lo cual significa, por supuesto, que en realidad no consideran que la ley haya sido anulada. ¿Qué quieren decir, en realidad, con esa afirmación? (Pista: ¿En el contexto de qué mandamiento surge esa aseveración, por lo general?)

Resumen: La ley fue dada para señalar a los pecadores su necesidad de Cristo. Como guardiana, nos provee instrucción acerca de Dios y protección del mal. Pero como disciplinaria, la ley señala nuestra pecaminosidad y trae condenación. Cristo nos libra de la condenación de la ley y escribe su ley en nuestro corazón.

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