La guerra es un fenómeno social derivado del pecado. Desde el primer pecado de Adán y Eva en el Jardín del Edén, la humanidad estuvo siempre en guerra, o bajo la amenaza de guerra: “Pondré enemistad entre tu (satanás) y la mujer“ (Génesis 3:15). Ante esta realidad, los cristianos deben promover siempre la paz y la reconciliación, con el objetivo de poner fin a la guerra.
La guerra siempre será perjudicial. Nunca habrá una guerra justa. Existen algunos intentos de definir condiciones correctas bajo las cuales los cristianos participen de la guerra, pero eso son sólo apenas tradiciones de guerra. Cuando las leyes civiles obliguen a un Cristiano a participar de una guerra, el tendría que determinar su participación en el conflicto, teniendo siempre en cuenta su lealtad a Dios. La iglesia, a la vez, debe orientar a los miembros y apoyarlos si se rehusasen a participar de conflictos armados.
Por ser fruto del pecado, la guerra existirá en el contexto humano siempre que haya pecado. Es decir, la completa paz mundial es una utopía. Solamente Dios puede acabar con las guerras para siempre.
Lee el texto completo y entérate en cuales condiciones sería correcto que los cristianos participen de guerras: